Diálogo

Empleo, vivienda y jubilación, las claves de la brecha generacional

La brecha generacional se palpa desde en el empleo hasta en la vivienda o la jubilación y eso marca una diferente manera de afrontar la vida según la edad. Cinco lectores de EL PERIÓDICO comparten sus ideas en un debate.

Los lectores participantes en el debate de Entre Todos sobre la brecha generacional: Teresa Pujol, Iván de la Torre, Mar Galván, Aniceto Ramírez y Domiciano Sandoval.

Los lectores participantes en el debate de Entre Todos sobre la brecha generacional: Teresa Pujol, Iván de la Torre, Mar Galván, Aniceto Ramírez y Domiciano Sandoval.

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Sonia Gutiérrez
Sonia Gutiérrez

Periodista

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La cita, en la redacción de EL PERIÓDICO, es por la tarde, cuando algunos ya han acabado de trabajar o de estudiar y otros aprovechan un descanso en su jornada laboral. Cuesta encontrar una hora en la que puedan coincidir personas tan diversas. Lo que no ha costado ha sido convencerlas de que participen en la propuesta que les ha hecho este diario: hablar de la situación de los jóvenes y de eso que llaman brecha generacional. Cinco lectores de distintas edades, que en su momento escribieron cartas a la sección Entre Todos, ponen en común sus puntos de vista acerca de un problema social y económico que no solo afecta a una franja de edad, sino que nos interpela a todos. El diálogo que se produce entre ellos es un intento de entender y de hacerse entender.

Abre el fuego Teresa Pujol, 18 años, estudiante de bachillerato. La más joven del grupo. «Hay una falta de comunicación para avanzar entre generaciones, puede que falta de confianza, tanto nosotros con los adultos como los adultos con nosotros». Mar Galván, 49 años, enóloga y sumiller, responde: «Hay desigualdad completamente con la juventud de hoy». Desigualdad y falta de confianza, seguramente una lleva a la otra.

Momento del debate entre lectores sobre la brecha generacional, que se celebró en la sede de EL PERIÓDICO, en formato mixto presencial y 'on line'.

/ Álvaro Monge

Trabajo precario

Iván de la Torre tiene 25 años. Se conecta por videoconferencia desde San Fernando de Henares (Madrid). Es técnico informático y es un ejemplo vivo de los problemas que afrontan los jóvenes, empezando por la dificultad de hallar un empleo digno. «El trabajo está muy mal repartido, seas joven con estudios o joven sin estudios, el futuro que tienes es justito», lamenta. Eso cuando el empleo es remunerado, porque «ahora muchas empresas se aprovechan de becarios para tener mano de obra gratuita y no contratan a casi nadie», tercia Galván, que recuerda que a ella le pagaban las prácticas.

Para Domiciano Sandoval, de 70 años y activista social desde que tiene uso de razón, se ha perdido fuerza combativa en general, y en el empleo en particular: «El mundo del trabajo está dirigido para que los trabajadores no se organicen y defiendan sus derechos». Y ahí radica, sostiene, buena parte de los males de hoy. Que no se lucha por mantener lo que tanto costó conquistar. «Nosotros, mayores, hemos cometido un error garrafal, al pensar ‘que mis hijos tengan lo que yo no tuve nunca’, no enseñamos a los hijos que las cosas cuestan conseguirlas y que hay que luchar por ellas». Galván coincide con él: «Hace falta salir a la calle, se ha luchado mucho, yo recuerdo una huelga general que he vivido y salí a la calle».

Un motivo de frustración juvenil es que los estudios ya no garantizan una buena salida laboral

Aniceto Ramírez, el quinto participante del debate, tiene 56 años y es coordinador de formación profesional. Él apunta otra razón por la cual los jóvenes tienen dificultades para acceder al mercado laboral: están «mal orientados en los estudios posobligatorios». «Tenemos un sistema excesivamente academicista, basado en formación a muy largo plazo y poco profesionalizadora», afirma. En otros países, añade, se apuesta más por la FP, que permite a los jóvenes encontrar un trabajo y emanciparse antes. Aquí, no ocurre porque «un tercio de la esperanza de vida está la gente sentada en un pupitre». Y cuando salen de la universidad, para colmo, no encuentran un trabajo de lo suyo. «Lo que hace que los jóvenes no se puedan independizar es que no están capacitados para trabajar, no saben trabajar, saben estudiar, pero no trabajar», sostiene.

 

De todos los contertulios, Teresa es la única que no tiene experiencia laboral. Ella quiere ir a la universidad, pero comparte en la sala sus temores por el qué vendrá después. «Te dicen ‘ahora haces la selectividad, luego una carrera y todo irá bien porque es lo que se hace, y si esto va bien, tu futuro va bien’. Pero no todo es así, es posible que yo vaya a la universidad... y ¿luego qué? Me encuentro con 20 años frente al mundo y nunca he trabajado».

Que los jóvenes tienen un presente negro y un futuro descorazonador nos lo dicen los datos casi a diario. Un paro juvenil que roza el 40%. Dificultad de acceso a la vivienda. Empleos precarios y temporales. ¿Y los mayores? La propuesta de reforma de las pensiones pone de relieve el complejo encaje entre mantener el poder adquisitivo de los jubilados y el sostenimiento del sistema de la Seguridad Social, hoy deficitario.

La jubilación

Las pensiones son uno de los temas que reflejan mejor la disparidad generacional. Pero para Sandoval es un error ver este asunto como algo que divide a la sociedad. «El sistema público de pensiones afecta a toda la sociedad, todos algún día serán pensionistas. Y sin embargo ya tratan de enemistar a los jóvenes con los mayores, tratan de abrir una brecha».

De la Torre explica que, la pasada Navidad, un familiar suyo contó que cobraba más de 2.000 euros de pensión. «Me sorprendió, ¿cómo de pensión cobras tú 2.000 y algo si yo soy mileurista y trabajo mis 40 horas?». La diferencia enoja. Pero el joven aclara quién es el objetivo de su enfado: «Yo realmente no estoy contra el mayor que ha currado desde los 14 años y seguramente se haya merecido cobrar en su jubilación 2.000 euros, yo contra quien estoy es contra los empresarios y contra los políticos que permiten que nosotros los jóvenes cobremos 1.000 euros». Y a continuación, la duda que planea y de la que nadie sabe aún la respuesta: «A mí, que voy a currar menos porque me cuesta muchísimo encontrar trabajo y lo que encuentro es tan barato, ¿qué pensión me quedará?». Sandoval enarbola la bandera de la lucha social: «Si no os unís a las movilizaciones de pensionistas vais a tener una pensión de miseria, entre otras cosas porque no vais a cotizar los años suficientes».

Los más mayores advierten de que los derechos deben defenderse en la calle, como hicieron ellos

La jubilación, con todo, es algo aún lejano para los jóvenes. Más acuciante es la dificultad para emanciparse, fruto de la suma de dos factores, a cuál peor: los salarios bajos y los altos precios del alquiler (la compra, con las condiciones que exigen ahora los bancos para dar un crédito, después del estallido de la burbuja inmobiliaria, muy pocos la contemplan).

De nuevo, es De la Torre quien explica en primera persona este obstáculo: hace poco, quiso alquilar un piso por 600 euros, que teóricamente podía pagar con su sueldo y aún le sobrarían 400 euros para otros gastos, pero se lo negaron porque superaba el 45% de sus ingresos. «Con lo que cobro, cualquier cosa superará el 45% de mi sueldo», dice, frustrado. «No voy a poder independizarme nunca, tenga dinero o no lo tenga, porque nunca voy a ser viable con las condiciones que me están poniendo». Galván lamenta que ha desaparecido la ayuda social a la vivienda para los jóvenes, que a ella le permitió comprar un piso. Sandoval denuncia que «no haya una ley verdadera de vivienda».

Los salarios bajos y los precios altos de los alquileres dificultan la emancipación aunque se trabaje

Todo este cóctel de barreras va dejando en los jóvenes un poso de malestar, una sensación de que no se les tiene en cuenta. «Las generaciones mayores, en parte, se aprovechan de las generaciones más jóvenes», concede Ramírez. Y a veces, con cierto paternalismo. «La pandemia la estamos pasando todos, y cuántos comentarios se han escuchado de ‘los jóvenes no son conscientes’ o ‘los jóvenes van sin mascarilla’, los jóvenes, los jóvenes, los jóvenes... dejad de pensar en los jóvenes y avancemos todos a una», se queja Pujol. «Por favor, escuchad a los jóvenes, a veces te niegan mucho por la edad, ‘tú qué vas a opinar si tienes 18 años y no sabes nada de la vida’, pues por eso mismo, escúchame, ayúdame, pero no me digas ‘tu opinión no vale’», clama la estudiante.

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De la Torre añade un matiz: «El problema no es la persona mayor de 50 años, sino esa persona mayor de 50 años que está estancada, ¿qué me va a enseñar a mí? Ya no estamos en una guerra civil, estamos en otro tipo de guerra. Nos tenemos que apoyar unos a otros, y darnos cuenta de que el mundo ha cambiado». «Si los jóvenes quieren un futuro de progreso y de paz lo han de liderar ellos, nosotros podemos apoyar, pero nada más», advierte Sandoval. El activista cree que se ha perdido socialización, por los nuevos modelos del trabajo, por las redes sociales... y que esa falta de comunicación y de relación social es perjudicial. ¿Se trata de eso, de falta de diálogo? Quizá hay que dialogar más. El reloj marca la hora. Al final, el tiempo que teníamos asignado para debatir se nos ha quedado corto.  

Producción: Cristina Camarero.