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Atenea Carter: "Música y amor más crecen cuanto más se comparten"

'Sangfluencer'. Da voz, como cantante y paciente, a las personas receptoras de sangre. Ella lo es desde niña por una anemia falsiforme.

Atenea Carter, en la escuela de música que inaugurará en septiembre en Terrassa.

Atenea Carter, en la escuela de música que inaugurará en septiembre en Terrassa. / ANNA MAS

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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A los dos años, una herida en el codo que no curaba despertó la sospecha de una anomalía más profunda. Fue anemia falsiforme, una enfermedad genética que altera la hemoglobina, la proteína de la sangre que transporta el oxígeno. Por ello Atenea Carter (Barcelona, 1992) recibe transfusiones de sangre asiduamente. En uno de sus  ingresos tuvo un detalle con los donantes.

¿Qué hizo?

Recibía la sangre en el hospital y mi estado mejoraba mucho. Pensando en quién habría hecho aquella donación, le hice una foto a la bolsa, la subí a Instagram y escribí: "Muchas gracias a los donantes porque gracias a vosotros el médico me ha dicho que podré irme a casa. Si no fuera por la sangre recibida, debería seguir ingresada". Y eso no fue todo.

¿Qué más preparó?

Busqué si el Banc de Sang i Teixits tenía Instagram y lo etiqueté. Y nos pusimos en contacto y les propuse actuar en su maratón de donaciones. Fue en la Casa de les Punxes. Mientras los donantes daban sangre, yo tocaba el piano. Claro, yo no puedo devolver las donaciones que recibo dando sangre. Lo hago con música, canto o componiendo.

¿Vive de ello?

Sí. Doy clases de piano y canto, en persona y por skype. Internet es mágico. Y entreno la voz, no solo a cantantes. Actúo en actos privados, como bodas, o públicas, como las 'Nits amb Ritme', en la terraza de la Casa de les Punxes (el 26 de julio -19 h- cantará y tocará el piano). En septiembre abro mi escuela, en Terrassa, donde vivo hace 7 años. La capital del jazz me ha enriquecido mucho como profesional.

¿Una boda la emociona?

Mucho. Tengo que hacerme mi burbuja para concentrarme en la música. Soy muy romántica y sensible. En mi día a día tengo que protegerme. La música me puedo permite ser yo misma, cuanto más siento y me abro, más llega mi música a la gente. Es una conexión preciosa.

¿Sufre la competencia?

La competencia está obsoleta, lo personal prevalece. Y la música, cuanto más, mejor. Como el amor, más crece cuanto más se comparte.

¿Quién pide su ayuda?

El 40% de mis alumnos quieren dedicarse a la música y están en algún proyecto, como una coral. Otros cantan por afición y hay profesores que pierden la voz en sus clases.

¿Siempre tuvo claro dedicarse a la música?

Sí, quería ser cantante. Mi madre y mis tías fueron bailarinas de teatros como El Molino. Mi madre siempre escuchaba música de los 80 y jazz cuando yo era niña. Vio que me gustaba cantar y me apuntó a piano a los 6 años. Fui a varias escuelas y me lesioné desgastando mi voz. Javi Prieto me trató el problema y me habló de un máster internacional de entrenadora vocal en el Hospital de Sant Pau, en el que descubrí de qué iba la voz.

¿Qué nos dice de ella?

La voz está conectada a todas nuestras emociones, es como el pitorro de la olla exprés, todo acaba aflorando en la voz. Todo lo aprendido, además de aplicarlo en las personas, lo llevo a la parte escénica.

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Si su salud no la acompaña, ¿Le ayuda la música?

La música incluso en el hospital me acompaña. En el Sant Joan de Déu cumplí los 15 años y vinieron 20 voluntarios, me trajeron el pastel, traían globos con forma de corazón. Cada día venía alguien, la bibliotecaria con el carrito de libros, un payaso... Y yo tenía un teclado.