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Rosa Maria Labayen: "Descubrimos ventanas góticas dentro de armarios"

Impulsora de la apertura de patios y jardines que en el 'Girona Temps de Flors' invita a descubrir la Girona antigua

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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Cada tarde al acabar las clases en el instituto de bachillerato, en el barrio viejo de Girona –en actual edificio del Museu d’Història–, Rosa Maria Labayen (Sant Joan les Fonts, 1923) subía a la plaza de Sant Domènec y se sentaba en las escaleras del convento. Aquel tiempo de silencio y contemplación era un regalo que se hacía a diario. «Me quedaba un rato, mirando la plaza, preciosa, donde hoy está la universidad», dice. «Me hacía ilusión estar allí siete u ocho minutos, y después corría a coger el tren para llegar a casa, que no pensaran que me había pasado algo». Años después, el anuncio en el diario de una casa en venta en aquel Call de Girona la puso en alerta. Era como si las piedras de la ciudad sobre las que pasó aquellos agradables ratos la hubieran llamado.

¿Quién era aquella Rosa Maria que se sentaba ilusionada a contemplar la ciudad?

Era la hija de un vasco, perito del sector papelero, casado con una catalana. Mi padre se enamoró de mi madre desde un balcón en la plaza de Bonmatí, viéndola bailar sardanas. Y así también me sucedió a mí. El que acabaría siendo mi marido, se fijó en mí mientras yo bailaba sardanas en la calle. Mis tíos maternos eran los industriales papeleros Torras, que tenían fábrica en Sarrià (Girona).

¿Cómo recuerda su infancia?

Soy hija única. Me pasé años pidiendo un hermano. Vivíamos en el pueblo de Bonmatí, donde mi padre trabajaba en una fábrica. Yo iba a la escuela del pueblo. Allí me enseñaron a leer. Desde entonces, ya me dio igual estar sola, no tener hermanos o amigos, las lecturas me han acompañado toda la vida. Tenía a mi disposición la biblioteca de mi tío, Paulino Torras, que era inmensa. Desde que empecé a leer no he parado. Me leí todos los clásicos españoles. Leer siempre ha sido maravilloso para mí.

¿Cree que la marcó haber sido hija única?

Sí, yo creo que mi interior es luchador por haber crecido sola. Además tengo genio.

¿El genio ayuda o perjudica?

Para defenderse es una ventaja. Para convivir, tienes que deshacerlo, debes cuadrar con los demás. A mí me ha costado.

¿Qué se imaginaba ser de mayor?

Mi ilusión era ser bibliotecaria, pero los estudios se hacían en Madrid y, en aquel tiempo, irme yo sola allí era imposible.

Sus satisfacciones llegaron de otro modo. Preside la Associació Amics de la Girona Antiga, y es fiel al ‘Girona Temps de Flors’.

Sí, la diosa de la primavera visitó Girona, una ciudad pequeña, gris y robusta, y al llegar al Barri Vell, se enamoró. Así resumo ese sueño de una semana de primavera, Girona Temps de Flors que vivimos cada año (este celebrará del 11 al 19 de mayo). Gracias al tesoro impagable de tantas personas voluntarias unidas por el amor a la naturaleza y al arte, tenemos este regalo desde hace 61 años: lo efímero, la flor, sobre aquello que perdura, la piedra monumental.

¿Cómo interpreta que acabara viviendo en ese enclave de la ciudad que le entusiasmaba contemplar tanto de adolescente?

Es una historia preciosa. Fui sola a ver la casa en venta. A mi marido no le gustaba. El señor que me la enseñaba me dijo, ahora me espera otro cliente, y ese otro cliente era mi marido. Fue puro amor. Es que entre las históricas paredes de la casa, habían levantado apartamentos, era espantoso.

Liberaron la historia de sus paredes.

Descubrimos ventanas góticas dentro de armarios, paredes de piedra de la montaña de Girona y muchos detalles, como la flor de cuatro pétalos en capiteles, y un patio fantástico lleno de simbología sefardí.

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