Incivismo o algo peor

La placa a Conxa Pérez Collado dura menos que su exilio

Conxa, la auténtica miliciana de Barcelona

Conxa Pérez Collado: "El amor libre era una cuestión más teórica que práctica"

La placa dedicada a la recordada libertaria de Sant Antoni, un año y medio después de su colocación.

La placa dedicada a la recordada libertaria de Sant Antoni, un año y medio después de su colocación. / Jordi Otix

Carles Cols

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La ceremonia con la que en julio de 2021 se celebró el bautizo de una de las cuatro plazas que rodean el mercado de Sant Antoni fue entrañable y emocionante. En un pedestal de granito se colocó una placa con el nuevo nombre del lugar, plaza de Conxa Pérez Collado, una libertaria irrepetible, de las que comenzó a militar cuando en 1931 tenía solo 16 años y de las que, cumplidos los 95, aún iba a las protestas contra los desahucios.

Toda una vida de lucha. Llegó a pasar por el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, donde su mayor equipaje era la metralla que tenía en el cuerpo, y pudo regresar a España, pero eso sí, para montar un insólito refugio para anarquistas en una parada del mercado, hasta 1942. Vamos, que su exilio duró más que la placa con la que se la recuerda, porque pasados apenas dos años y medio va camino de ser invisible.

La placa no era cualquier cosa cuando se estrenó. De mármol, como las que se colocan en las esquinas de las calles, pero esta, ¡ay!, a ras de suelo. Tal vez es precipitado acusar sin pruebas de laboratorio que lo acrediten, pero la primera sospecha recae en esa costumbre congénita de los perros de marcar el territorio. No es que les apriete siempre la vejiga, es que esa es su firma.

También el franquismo que sufrió Pérez Collado, como tantos otros barceloneses, se dedicó a marcar el territorio que durante la Guerra Civil le fue hostil. Había que ser muy valiente y a la par prudente para ser consecuente con las ideas libertarias en los 40, los 50 y los 60. Junto a su pareja, ella regentó en Sant Antoni una tiendecita -de ropa interior, primero, y de bisutería, después- en la que si era necesario se escondía algún compañero de la CNT o se utilizaba como una suerte de oficina de correos libertaria.

La placa, tal cual quedó el día en que fue inagurada, en julio de 2021.

La placa, tal cual quedó el día en que fue inagurada, en julio de 2021. / A. de San Juan

La otra opción, por aquello de buscar un atenuante, porque los perros no salpican tan arriba, es que sea la limpieza con mangueras la que ha despintado parte de la leyenda la placa o, peor aún, alguien que se ha entretenido en borrar quién fue aquella mujer. Si fuera esto último, sería un zoquete.

En mayo de 1931, por ejemplo, Pérez Collado era aún menor de edad, pero asistió a un encuentro en el que debatían Buenaventura Durruti, Germinal Esgleas y su pareja, nada menos que Federica Montseny, la que terminaría por ser la primera mujer que ocupó una cartera ministerial en España. Aunque Montseny era 10 años mayor que Pérez Collado, tal vez congeniaron ya entonces, porque ambas acababan de afilarse a la CNT. El caso es que en aquella reunión se habló de todo un poco, pero lo que salió, sobre todo, fue una queja por el precio de los alquileres en la ciudad, por lo que parece, una enfermedad incurable en Barcelona. Acordaron llevar al ayuntamiento una propuesta en la que se reclamaba una rebaja del 50% en los alquileres, pero antes de llegar a la plaza de Sant Jaume se vieron en mitad de una balacera. A otro puede que aquello le invitara a desistir. A ella, no.

Por causa de su militancia llegó a conocer la llamada Facultad del Crimen, la antigua prisión de la Reina Amàlia, un lugar en que podía ser encarceladas las mujeres incluso por abandonar al marido. No fue Pérez Collado, sin embargo, una de aquellas militantes que el 19 de julio de 1939 demolieron a pico y maza aquella infame penitenciaría como si fuera una Bastilla.

Aquel día de gran excitación revolucionaria, justo 24 horas después del golpe de Estado, estaba con un grupo de compañeros en el bar Los Federales, de la calle Gelabert, un lugar icónico para el movimiento libertario. En un pronto de más entusiasmo que sentido común, con una pistola y unos pocos fusiles se encaminaron hacia el cuartel de Pedralbes, menuda imprudencia, pero la fortuna quiso que la soldadesca les recibiera con las puertas abiertas. No solo eso, les franqueó el acceso al arsenal, del que se llevaron bastantes armas. Tuvieron que regresar al cabo de un rato. Se habían olvidado la munición.

Conxa Pérez Collado, en 2010, cuatro años antes de fallecer.

Conxa Pérez Collado, en 2010, cuatro años antes de fallecer. / Joan Cortadellas

Todo aquello, contado así, revela improvisación, es verdad, pero lo indudable es que los cimientos ideológicos y éticos de Pérez Collado eran profundos e inamovibles, tanto que en la recta final de su vida era un placer entrevistarla, porque ejercía con humildad su papel de referente para la juventud. No eludía ninguna pregunta. Incluso era realmente muy divertida, como cuando le explicaba a las jóvenes de hoy que cuando ella tenía su edad se debatía mucho sobre el amor libre, pero que a la hora de la verdad, fijada la teoría, en la práctica todo el mundo se iba a casa con su pareja.

La biografía de Pérez Collado, por supuesto, es mucho más extensa, pero estas pinceladas son suficientes, cabe suponer, para subrayar que el estado en el que se encuentra la placa es inaceptable, por muy perra que sea la razón.