Asamblea desbordada

Los 58 meses de obras de la L8 causan gran inquietud vecinal en el Eixample

Los vecinos de Joan Miró convocan un apadrinamiento de árboles para salvar el parque

Joan Miró alcanza la madurez como espacio Mercè, aunque prepara las maletas

Vecinos del parque de Joan Miró, en una jornada de apadrinamiento de árboles y en contra de las obras.

Vecinos del parque de Joan Miró, en una jornada de apadrinamiento de árboles y en contra de las obras. / JORDI OTIX

Carles Cols

Carles Cols

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Lleno mucho más que absoluto en la reunión con los vecinos del Eixample convocada por la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona para explicar los 58 meses de obras por delante que padecerá el distrito por las obras de conexión de las dos redes de Ferrocarrils del área metropolitana. La sala se ha quedado muy pequeña, tanto, que el 8 de enero, como si fuera una estrella del pop, habrá un segundo concierto. El lleno, podría decirse, era proporcional a la suma de preocupaciones vecinales, la principal, la más conocida, la afectación al parque de Joan Miró, donde se sacrificarán más de un centenar de árboles para abrir un ‘scaléxtric’ de camiones que sacarán del subsuelo las tierras que devorará la tuneladora. Pero esas no serán las únicas obras.

Dentro de los límites del Eixample, la prolongación de la L8, que en Gràcia enlazará en un intercambiador con la línea del Vallès, los trabajos serán visibles en superficie en el parque, en el lateral de la Gran Via, entre plaza de Espanya y Llançà, en la confluencia de Consell de Cent con Urgell (recién estrenado el eje verde, ya estará en obras), en la esquina de Urgell con Rossselló, donde habrá una nueva parada y, por último, en Urgell con Buenos Aires (otras parada más).

Las preocupaciones

Las obras no serán permanentes a lo largo de casi cinco años, pero los ciudadanos se acordarán de ellas en más de una ocasión. En la asamblea informativa ya han expresado su preocupación los comerciantes que sufrirán las vallas frente a sus negocios. También lo han hecho quienes están preocupados por el impacto acústico y de contaminación en las escuelas más cercanas. A quienes temen vibraciones por el paso de la tuneladora se les ha prometido que ni notarán cuándo pasa por debajo de sus casas. También se ha prometido que la salida de camiones (decenas cada día) será en horario laboral, o sea, nunca de noche.

Nadie, eso es curioso, ha preguntado sobre el impacto sobre el tráfico privado, que en determinadas épocas lo habrá. Urgell perderá dos carriles cuando sea necesario y el túnel viario bajo la plaza de Espanya quedará fuera de servicio en otros momentos.

Las obras

Las obras comenzarán en enero. No las más gruesas. El desvío de servicios del subsuelo se comerá parte del calendario. El principal testigo de que las obras avanzan será, tal vez, esas montañas de hasta cinco metros de altura de tierra que se amontonarán en una veinteava parte del parque de Joan Miró. No en vano, la tuneladora recorrerá cuatro kilómetros de longitud para abrir un paso de 10 metros de diámetros. A su paso irá encontrando las estaciones previamente excavadas desde la superficie. Algún día, todo esto servirá para dar un gran salto en las cifras de usuarios del transporte público, o, dicho al revés, será una excusa menos para coger el coche. Los vecinos no discuten eso. Discuten el cómo.

Una buena parte de las intervenciones del turno de preguntas han sido para reprochar a la administración que haya descartado usar el recinto de la Fira de Montjuïc, sin arboles y sin vecinos, para ejecutar parte de las obras. El sobrecoste de 16 millones de euros de esa opción, más la oposición rotunda de los responsables de la Fira, ha decantado la balanza. A los vecinos les ha parecido poca excusa si se tiene en cuenta que el presupuesto de partida de los trabajos ya es de 300 millones de euros.

Los otros distritos

Mucho se habla de que la Sagrada Família lleva más de un siglo en obras. De Eixample podría decirse lo mismo. Siempre inacabado. El lleno absoluto en la sala reservada para el acto, sin embargo, es algo insólito, como si hubiera una conciencia colectiva de que esta vez las obras son mayúsculas. En ese sentido, ha resultado llamativo lo que ha dicho, y ha pasado inadvertido, el principal ponente por parte de la Generalitat, el ingeniero Pedro Malavia (sin acento en la ‘i’, que sería la repera). Desde su punto de vista, el impacto en superficie de mayor calado puede que no sea el de Joan Miró, sino el de Gal·laPlacídia. A las seis y media de la tarde de este 21 de diciembre, en la sede del distrito de Gràcia, están convocados los vecinos de esa zona para ser informados de lo que les espera. Hay que abrir la mitad de Gal·laPlacídia como si fuera una cantera al aire libre. Hay que construir una nueva estación de grandes dimensiones que, al mismo nivel, permita bajar de una línea de ferrocarril y montarse en la otra. ¿Por qué no proseguir en tren con el mismo vagón? Porque los anchos de vía son distintos. Esa reunión, como la prevista en Sants-Montjuïc el 9 de enero, será un test de preocupación ciudadana.