Entrevista

Jordi Valls, concejal del Eixample: "La solución en Enric Granados no pasa por demonizar las terrazas"

"¿Hay un límite para el turismo en Barcelona? Sí. ¿Hemos llegado al límite? Probablemente sí"

"Mi duda es si la transformación de Consell de Cent se ha hecho con suficiente consenso"

"¿Hay contaminación en el Eixample?, sí, pero decir que hay una crisis de salud me parece excesivo"

Barcelona. 31.07.2023. Barcelona. Jordi Valls, concejal del Eixample, fotografiado en los alrededores del Ajuntament de Barcelona. Fotografía de Jordi Cotrina

Barcelona. 31.07.2023. Barcelona. Jordi Valls, concejal del Eixample, fotografiado en los alrededores del Ajuntament de Barcelona. Fotografía de Jordi Cotrina / JORDI COTRINA

Carles Cols

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Fue alcalde de Manresa 11 años, ‘conseller’ con Pasqual Maragall, presidió el Port de Barcelona, dirigió Mercabarna y, tras elecciones municipales, es el concejal al frente del Eixample.

Fue usted, además de todo eso, juez. ¿Es lo que necesita el Eixample, un Salomón que dirima con equidad los conflictos?

Juez de distrito, quiero precisarlo. Estudié Derecho, lo que te da una cierta estructura mental para afrontar los problemas, te obliga a sopesar bien por qué tomas una decisión y no otra.

¿Qué le dice ya de entrada a quienes simplemente piden silencio por las noches para poder dormir?

Que tienen un derecho y que hay que respetarlo. La discusión está entre la convivencia y los usos que puede tener el Eixample por parte de un determinado sector económico,. El conflicto surge cuando la libertad de uno predomina sobre la de otro, o cuando uno tiene la percepción de que le están pisando una libertad y tal vez no está sucediendo. Las quejas por el ruido hay que tomarlas en serio. Otra cosa es que solución les damos. De entrada, estamos hablando con el sector de las terrazas, pero sin demonizarlas, con el propósito de que compartan que este es un problema de la ciudad.

Los vecinos de Enric Granados distinguen entre los restauradores con los que se puede dialogar y los que se limitan a explotar su licencia como un pozo de petróleo sin importarles el impacto ambiental que causan, los que se ríen de las multas porque salen a cuenta.

Mi voluntad es llegar a un acuerdo, también con el gremio de las terrazas, precisamente para defender el interés de aquellos que respetan la legalidad. Los incumplidores son un 15%, el resto respeta la legalidad. No tengo interés en demonizar a nadie, entre otras razones porque hay quien ha hecho enormes esfuerzos para cumplir las normas, para impulsar las contrataciones indefinidas y mejorar las condiciones laborales de sus empleados…, y todo esto hay que ponerlo en valor.

Sabe usted que ha generado suspicacias. Lleva usted dos sombreros. Con uno, el de concejal del distrito, representa a los residentes, y con el otro, es responsable de la promoción económica de la ciudad. ¿Eso es más una ventaja que una incompatibilidad?

Se lo diré con el tiempo, pero yo solo veo con un sombrero. ¿Cuál es el segundo, el de la economía? Mire, un negocio que funcione dentro de la ciudad y que no respete los entornos comunitarios, sea o no terraza, no aporta nada a Barcelona. Todo negocio es una expresión de libertad y cualquier emprendedor que quiera desarrollar una actividad en Barcelona merece nuestra ayuda, pero tiene unos límites. No puede modificar ni el carácter ni la calidad de vida de la ciudad. No hablo ya de las terrazas. Hablo de todo. Del propio turismo, que es positivo para la ciudad, pero cuando comienza a modificar la calidad de vida de sus ciudadanos, hay que tomar decisiones.

Valls, en el Ayuntamiento de Barcelona.

Valls, en el Ayuntamiento de Barcelona. / JORDI COTRINA

Se pretende abrir la espita de la construcción de nuevos hoteles en lo que ellos llaman edificios singulares. ¿Los habrá en el Eixample?

Lo esencial, antes de responder, es otra cosa. Se respetará el Peuat tal y como está. A mí me preocupan más los apartamentos turísticos que los hoteles, pero no habrá nuevas plazas hoteleras. Que el alcalde ha dicho, y yo lo respeto, que alguna operación determinada podría llevarse a cabo en algún edifico, sí, es cierto, pero muy excepcionalmente.

Apartamentos turísticos ilegales apenas los hay…

Es que estos últimos ocho años se ha hecho un excelente trabajo en este sentido.

…pero, prosigo, ciudades como Lisboa se están planteando que fiscalmente paguen mucho más visto el gran beneficio que reportan. El caso barcelonés es lo contrario. Por 230 euros en un único pago se pudo obtener una licencia de por vida.

Es la nueva economía. Utilizar una propiedad privada como una actividad económica. Ahí está la cuestión. Si alguien quiere abrir un hotel, tiene que consultar el planeamiento urbanístico y mirar si ahí donde lo pretende edificar está permitido. Y a partir de ahí establecerá una relación con el ayuntamiento a través de una licencia. Con los pisos no pasa eso. Los propietarios de apartamento turísticos se siguen relacionando con el ayuntamiento como si fuera simplemente un piso. Esto tiene que cambiar.

Pues la patronal de los apartamentos turísticos insiste en presentar en sociedad una imagen beatífica de su negocio.

Y nos acusan de sugerir que los apartamentos turísticos afectan al mercado inmobiliario del alquiler. Es verdad que solucionando la cuestión de los apartamentos turísticos no resolveremos el problema de la vivienda, pero no han ayudado. En 2015, había en Barcelona 9.000 apartamentos turísticos, además de los ilegales. Mientras, por comparar, desde 2015 se han construido en Barcelona 14.500 pisos, parte de ellos de promoción pública. En resumen, que cuando la ciudad es capaz de poner en el mercado 14.500 pisos residenciales en ocho años, 9.000 habían desaparecido porque eran apartamentos turísticos. Dicho de otro modo, respetamos, compartimos y nos sentimos cómplices de la regulación de ‘numerus clausus’ que se ha hecho estos últimos años.

¿Podemos regresar al debate del turismo?

Sí, claro. El turismo ha sido un éxito en Barcelona. Parte del carácter actual de la ciudad viene determinado por ello. Es una ciudad cosmopolita, para lo bueno y para lo malo, en parte por el turismo. En 1992 hubo un consenso para que así fuera, lo que sucede es que ahora estamos en los que podríamos llamar la tercera fase del turismo. La primera fue crear marca y captar turismo, la segunda fue diversificar, ir a buscar el turismo americano, el oriental…, el de mayor valor añadido, y ahora estamos en la fase de gestiona el turismo. ¿Hay un límite para el turismo en Barcelona? Sí. ¿Hemos llegado al límite? Probablemente. Hace 20 años, el 90% de los barceloneses veían el turismo como algo positivo. Ha descendido a un 67%. Y un 60% cree que hemos tocado techo, que afecta a la calidad de vida.

El sector y no pocos cargos públicos proponen apostar por lo que llaman un turismo de calidad, una forma eufemística de decir de alto poder adquisitivo. ¿El Obama mochilero de los 80 no sería hoy bienvenido?

Estoy totalmente de acuerdo con esa reflexión. Hagámoslo al revés. Esta es una ciudad de libertad, pero hay libertades mal entendidas que es mejor que no vengan a Barcelona. No se trata de decir que ‘no’ a quien no queremos que venga, sino que se trata de controlar la oferta. La demanda dudo que sea controlable, por eso tenemos que pasar de una fase de promover al turismo a gestionar el turismo que queremos.

Se estrena usted como concejal del Eixample a la par que el Eixample estrena ejes verdes como Consell de Cent. Lo habrá recorrido ya y tendrá una opinión.

Como no soy del Eixample, lo que he intentado hacer primero es leer y comprenderlo. Lo que está claro es que el Eixample era una estructura que lo que hacía era conectar el área metropolitana. Es una estructura de viales y sigue teniendo esa función. Están, es cierto, la ronda de Dalt y la Litorial, y luego la ronda más exterior, pero el Eixample sigue cumpliendo esa función. La pregunta es, ¿hasta dónde queremos pacificar el Eixample?

¿Se ha ido más allá de lo aconsejable?

No, no, en absoluto. Mi duda es si esta transformación se ha hecho con suficiente consenso como para que puedan hacerse nuevos saltos hacia adelante. Las grandes transformaciones requieren que la gente te siga. Es difícil conseguir un 100% de respaldo, pero tengo claro que con la polarización con la que se afrontado la transformación de los ejes verdes, la respuesta es no.

¿Qué le preocupa de los ejes verdes?

Que no suceda lo de Enric Granados. Para eso hay un plan de usos, que funciona. También controlamos las terrazas y el uso económico del espacio público. Estamos recolocando los contenedores. Tenemos que solucionar mejor la carga y descarga. Y la manera en la que circulan las bicicletas y los patinetes también requiere un orden.

Con la carga y descarga, según se mire, ha ocurrido justo lo contrario de lo que se predijo. Los transportistas acceden sin ningún problema y solo se les pide a cambio que por la tarde respeten ese espacio.

Sí, claro, están felices, pero he visto filas de furgonetas estacionadas, y lo que no pueden es usar ese espacio sin límite de tiempo e indiscriminadamente.

Define usted el Eixample como una red viaria, pero igual que hay gente que pide menos ruido para poder dormir, la hay que pide menos contaminación para poder respirar sin riesgos para la salud.

Hay que usar las palabras de forma razonable. Que me hablen de crisis de salud en el Eixample me parece excesivo. ¿Que hay un problema de salud vinculado a la contaminación?, sí. Pero hay más crisis de salud en otros entornos de la ciudad.