Centenario de un gran arquitecto

Sant Pau revive con un holograma hasta los tics de Domènech i Montaner

El Hospital de Sant Pau disecciona la mente genial de Domènech i Montaner

El yacimiento de Girona saca a la luz un convento y su violento final

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A1-178258666.jpg / MANU MITRU

Carles Cols

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Acaba de revivir el Recinto Modernista de Sant Pau a Lluís Domènech i Montaner. Holográficamente, que nadie se precipite e imagine cumplida en los quirófanos la leyenda del moderno Prometeo. Pero lo que han hecho los responsables de la musealización del antiguo hospital es más que un holograma. Un paciente y laborioso trabajo de investigación ha permitido revivir los gestos, la manera de hablar, la voz aflautada, aquella distancia con la que leía los textos a través de sus gafas de alambre, la gran convicción que se escondía tras su atropellado verbo…, vamos, todo eso y mucho más que al parecer caracterizaba a Domènech i Montaner. Y después, en otra labor no menor y tras un exhaustivo ‘casting’, el actor y artista Florenci Salesas, plurilingüe como el propio arquitecto, le ha ‘resucitado’. Es la nueva atracción del pabellón de Sant Salvador, uno de los visitables del antiguo recinto, y para la generación que se quedó boquiabierta la primera vez que en 1977 vio a la princesa Leia salir holográficamente de la panza de R2D2 es, hay que confesarlo, algo incluso emocionante.

Detrás de la ingeniería que da vida al arquitecto que construyó Sant Pau está la empresa Marvut, especialista en este tipo de animaciones tridimensionales, con bastante oficio, por ejemplo, en el sector médico, con recreaciones holográficas de la anatomía humana al completo o de alguno de sus órganos, como un palpitante corazón. En esta ocasión, con Domènech i Montaner, ha ido un paso más allá. La ocasión lo merecía. Se cumplen 100 años de su fallecimiento y son varios los homenajes programados a lo largo de 2023. Este brilla literalmente con luz propia.

Domènech i Montaner, ya en sus últimos años, en el vestóbulo de Sant Pau.ano

Este no es, hay que advertirlo, un proyecto de inteligencia artificial. La recreación es capaz de responder a siete preguntas que apetecería hacerle a Domènech i Montaner, incluso la inevitables, que qué tal fue su relación con Antoni Gaudí, pero las respuesta están todas pregrabadas. No es Siri. No es Alexa. No es un ChatGPT. Algún día, todos esos programas que aspiran a parecer humanos se fusionarán con la holografía y se abrirán nuevos horizontes. Todo llegará. Lo que por ahora exhibe con orgullo la fundación que gestiona el recinto modernista es muy distinto y, en cierto modo, más encomiable.

¿Cómo era en realidad alguien muerto hace 100 años y de quien se conservan menos imágenes de las que podría pensarse, ninguna de ellas en movimiento, y ninguna grabación sonora? Esa ha sido parte de la tarea de Miquel Terreu, responsable de los fondos documentales del hospital.

Miquel Terreu, responsable de los fondos documentales de Sant Pau sobre Domènech i Montaner.

Miquel Terreu, responsable de los fondos documentales de Sant Pau sobre Domènech i Montaner. / ZOWY VOETEN

Explica que, por una parte, ha sido crucial recrear el holograma la campaña que en 1963 impulsó Oriol Bohigas para reivindicar la figura de Domènech i Montaner. También los textos que otro arquitecto, Adolf Florensa, dejó escritos en vida, en los que, entre otras cuestiones, recordaba cómo era Domènech i Montaner como profesor. Fue su alumno en un par de asignaturas y de él siempre le quedó grabada la imagen de sus canas despeinadas y la torrencial manera de hablar, que iba de una cuestión a otra en lo que parecía un caos narrativo, pero que en realidad tenía en su conjunto una gran coherencia. Nada que ver, pues, con Josep Maria Jujol, que como docente era aterrador. “¡No saben hablar latín y pretenden ser arquitectos!”, le gritaba a los estudiantes de primero de carrera.

El Domènech i Montaner que ha interpretado con gran solvencia Salesas le representa alrededor de 1918 o 1920, en el clímax de su fama. Puede hablar, pues, de prácticamente todas las obras por las que es recordado, incluso de las que han caído en el olvido, como el Hotel Internacional que en poquísimos meses levantó en terrenos del puerto de Barcelona con motivo de la exposición de 1888 y que, pasado un año, tal y como estaba previsto, fue demolido a pesar de su majestuosidad. Fue una proeza, sin cimientos, porque no los tenía, pero una verdadera proeza.

El Hotel Internacional, construido en dos meses y demolido finalizada la expo de 1888.

Habrá quien diga que, ¡bah!, solo es un holograma, pero la recreación tiene una especial gracia por detalles que pueden pasar inadvertidos. Habla este Domènech i Montaner con un catalán poco normativo, como correspondía a su época, y en castellano lo hace con un notable acento, y en francés e inglés, con premeditadas expresiones arcaicas hoy en día. Hasta reproduce el actor uno de los tics del arquitecto, decir ¡eh! para enlazar frases e ideas.

¿Qué diría el auténtico Domènech i Montaner si viera la imagen que, a través de tres aspas en constante movimiento, se proyecta de él en pleno siglo XXI dentro de una campana de cristal? Estaba el Domènech i Montaner original hasta cierto punto acostumbrado a este tipo de juegos, caricaturizado a menudo en las revistas satíricas, lo cual revela hasta qué punto era un personaje entonces popular, como arquitecto de obras que forman parte de la ‘personalidad’ de Barcelona y también como representante político del catalanismo. Su nombre, en cierto modo, ha perdurado más allá del de quien en ocasiones le encargó proyectos. Es curioso como los centenarios y otras conmemoraciones recolocan las fichas de la historia. Casi de forma inevitable hay que recurrir de nuevo a Gaudí. Quiso ingresar como miembro del Cercle del Liceu cuando su obra ya causaba gran admiración. Se lo impidió el entonces presidente de ese selecto club. Este era Eusebi Güell, para quien, quizá, Gaudí no dejaba de ser más que uno de sus empleados. Pasados 100 años, son los arquitectos los más merecidamente recordados, como Domènech i Montaner, hasta con un holograma.

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