17ª edición

'Hibernatus' en Bruc, vuelve la Fira Modernista del Eixample

'Superilla Eixample': más madroños que en la Puerta del Sol

El parto 'technicolor' del Eixample

Carles Cols

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En 1905, en el mundo real, Lluís Domènech i Montaner, el modernista con más obra reseñable en la Dreta de l’Eixample, puso la primera piedra del Palau de la Música Catalana. Ese mismo año, en el mundo de la ficción cinematográfica, Paul Fournier sufre un accidente durante la exploración del Polo Norte y, para pasmo de Louis de Funès, su nieto, despierta de ese letargo 65 años después. Parecerá que una y otra cuestión nada tienen que ver, pero en aquella película, ‘Hibernatus’, una comedia francesa de trazo grueso, la familia intenta que el abuelo no sufra un ‘shock’ y viste de época, como no pocos vecinos lo harán en la decimoséptima edición de la Fira Modernista que, solapada con la fiesta mayor de la Dreta de l’Eixample se celebrará del 19 al 21 de mayo en la calle de Bruc, y que este año rendirá homenaje a Domènech i Montaner en el centenario de su fallecimiento.

El Eixample se concibió en los despachos, salió del tintero de Ildefons Cerdà y, el verdadero parto, porque todo lo anterior fue embarazo, fue en la confluencia de las calles de Consell de Cent y Roger de Llúria. Allí se levantaron las primeras fincas. Lo extraño es que siendo el más anciano de los barrios del distrito, en la Dreta de l’Eixample nunca cuajó una fiesta mayor ni nada semejante hasta que CorEixample, la asociación de los comerciantes de la zona, puso un suerte de semilla para organizar una celebración temática, que primero fue una feria medieval, pero que pronto se dedujo que era absurdo ese referente teniendo en un radio muy corto una decena de los mejores edificios modernistas de la ciudad, los de Gaudí, por supuesto, pero también los de Domènech i Montaner, autor de la Casa Thomas, la Casa Lleó Morera, la Casa Fuster y el Palau Ramon Montaner, entre otras. Tal vez la única huella arqueológica de aquella primera versión medieval de esta fiesta sea la barbacoa que se monta en una de las esquinas y en la que se asa un ternero de cabo a rabo, una imagen siempre impactante.

En un primer momento, porque entonces al barrio se le conocía también por su parroquia, la Concepció, la fiesta se convocaba el 8 de diciembre, meteorológicamente una pésima fecha, así que terminó por moverse en el calendario hasta acomodarse en mayo. La calle elegida para Fira Modernista fue Girona por una razón muy práctica. No tenía línea de bus. Era más sencillo cortarla al tráfico.

La cuestión (algo que saben muy bien quienes la han visitado) es que la Fira Modernista ha terminado por ser mucho más que un acierto. Un éxito. No es fácil marcar con una línea de puntos qué es Fira Modernista y qué es fiesta mayor, porque las dos celebraciones comparten fechas y casi lugar, pero la suma es una cita no equiparable a ninguna otra de la ciudad. Este año, prueba de ello, es que crece en tamaño. La programación modernista se ha trasladado a Bruc por las obras de la ‘superilla’ en Girona, donde solo ha sido posible mantener un pie en el tramo comprendido entre València y Mallorca. Pero bajo el sello de la fiesta mayor hay programación también en el paseo de Sant Joan, la Diagonal y en Consell de Cent.

Un grupo de mujeres pasea por el paseo de Gràcia con motivo de la celebración de una edición de la Fira Modernista.

Un grupo de mujeres pasea por el paseo de Gràcia con motivo de la celebración de una edición de la Fira Modernista. / DNNY CAMINAL

La programación de la Fira Modernista pone el foco este año, de forma especial, pero no exclusiva, en la figura de Domènech i Montaner, con visitas guiadas a sus obras más próximas, incluso al habitualmente inaccesible Palau Ramon Montaner, y, por citar una excentricidad, también con taller de pintura dedicado a la arquitectura funeraria, a la que también dedicó parte de su trayectoria el padre del Palau de la Música. Con todo, la seña de identidad de esta cita anual de mayo que más llama la atención es esa suerte de carnaval de disfraces de época al que están invitados todos los asistentes. Nunca son muchos, pero siempre destacan entre los demás.

A finales de los años 70 (sirva esto como posdata), cuando en Barcelona se acuñó la palabra ‘correfoc’ para poner nombre al desfiles de varias decenas de ‘colles de diables’ de toda Catalunya durante la fiesta mayor de la ciudad, una idea se quedó en la carpeta de ideas sin ejecutar. Pretendían los organizadores de aquel espectáculo, que muy pronto arraigó como tradición, que el público acudiera disfrazado de bestias del averno. Por lo que fuera, esa propuesta no se lanzó en público. Aunque con otra temática, esa es, en esencia, la gracia de la Fira Modernista, que algún, día, descongelado, Paul Fournier se sintiera como en casa.