12% de locales cerrados

El pulso por Sepúlveda, la calle en disputa por las restricciones a bares y tiendas del Eixample

Los comerciantes de la vía que ha escenificado las discrepancias entre comunes y socialistas piden que se fomenten nuevos negocios, pero recelan de que abran más restaurantes y súpers de 24 horas

Jordi Ribalaygue

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Tomás Calderón recuerda cuando salía cada día antes del amanecer con unos cruasanes recién horneados de su pastelería para que en un bar cercano sirvieran el desayuno a los clientes más madrugadores. “La calle ha cambiado mucho. Antes había negocios más pequeños, oficinas con muchos trabajadores y algunas imprentas, como la que teníamos enfrente, que imprimió todos los carteles de las primeras elecciones de la democracia. Todo eso ha desaparecido. En este trocito, somos los únicos que quedamos de entonces”, cuenta Calderón, que ocupa la mañana acompañando a sus hijos, al frente ahora de la tienda abierta hace 47 años en la calle Sepúlveda. Sobre la vía se ha librado un pulso en los últimos días, decisivo para resolver si el Ayuntamiento de Barcelona pone límite a la apertura de más negocios de hostelería, locales de ocio nocturno y colmados de 24 horas en el Eixample. 

Tras forcejear a costa de dejar la medida en suspenso y al borde del fracaso, el encontronazo entre los dos socios de gobierno, Barcelona en Comú y PSC, ha acabado reducido a qué regulación impera sobre los establecimientos abocados al ocio en ciertos puntos del barrio de Sant Antoni, con limitaciones propias desde 2018. Y, más en concreto, si cabe seguir siendo estricto o suavizar la veda en la calle Sepúlveda y sus travesías. 

Los socialistas han sostenido que es necesario aflojar las cortapisas en el eje que traza la arteria para promover que reabran locales. En cambio, el partido de la alcaldesa Ada Colau postula que la protección debe ser rigurosa en todo el barrio, sin distinciones, para prevenir que la aglomeración de bares y restaurantes no se contagie más allá de las inmediaciones del mercado de Sant Antoni. 

Una fruitería en la calle Sepúlveda, en el barrio de Sant Antoni, en Barcelona.

Una fruitería en la calle Sepúlveda, en el barrio de Sant Antoni, en Barcelona. / ZOWY VOETEN

Lejos de solucionarse, el dilema sobre Sepúlveda seguirá planeando en los próximos meses, también durante la campaña de las elecciones municipales. La mayoría de concejales del consistorio aprobará este viernes legar al próximo gobierno local las controversias pendientes de dirimir del plan de usos comerciales. El debate y los cambios que puedan introducirse en el reglamento se aplazan un año. Se salva así que el Eixample se resguarde con una barrera que contenga una eventual avalancha de solicitudes de apertura de bares y comercios nocturnos que amenace con reemplazar a las tiendas tradicionales.     

Al margen de la disputa partidista, Calderón aporta experiencia a la discusión. “En Sepúlveda estamos olvidados. Los de abajo no suben aquí y los de arriba no bajan. La calle necesita negocios, pero que no sean bares ni tiendas de 24 horas. Ya hay muchas en el barrio”, observa el veterano pastelero.

La charcutería de Anna Subirats suma más de 70 años en Sepúlveda. Esquiva con soltura la adversidad que ha decapitado varios negocios en su entorno. “Cerraron tres a finales de año. Se van renovando, pero algunos no han vuelto a abrir”, se percata Subirats, que echa en falta más establecimientos de alimentación: “Los restaurantes y bares no nos dan más vida. Hace 25 años había frutería, pescadería, droguería… Se deberían promover. ¿Ahora dónde tenemos una mercería?”, se pregunta.

Un 12% de locales cerrados

Los socialistas argumentan que las condiciones para abrir locales deben moderarse en Sepúlveda porque, a su juicio, las persianas echadas abundan allí. Se hallan sobre todo en manzanas próximas a la plaza Espanya, también en alguna isla de la otra punta, la cercana a plaza Universitat. 

El presidente de Sant Antoni Comerç, Jordi Arias, discrepa que la situación de la calle difiera a la del resto del vecindario. “Puede estar más tocada que otras, pero hablamos de un 12% de locales cerrados, cuando la media en el barrio es de un 10%”, expone el tendero, que reprocha a los partidos que compitan en “una especie de partida de Monopoly” a cuenta de qué calles estrechan más o menos la regulación. 

Arias sospecha que, si se cede en las restricciones que conserve buena parte de Sant Antoni, Sepúlveda tenderá a convertirse en una parcela más del Eixample capitalizada por el ocio y el turismo. “Con el plan actual, han abierto cinco bares en la calle desde 2018. Si se flexibiliza, tememos que los locales cerrados se conviertan en bares, restaurantes y comercios nocturnos, y que ejerzan presión inmobiliaria a los negocios abiertos”, alerta. 

Sant Antoni Comerç exige que los requisitos de apertura se mantengan inalterables en el barrio. El secretario de la Asociación de Vecinos de Sant Antoni, Xavier Florido, coincide en el ruego: “El gran problema de Sepúlveda es que se ha convertido en una carretera de autobuses. No es una calle muerta y puede ser que se compren licencias para crear un monocultivo de comercios para el turismo. No queremos que pase como en Aribau, otra autopista urbana llena de bares”. 

Informática y electrónica, en declive

En cambio, la entidad comercial Som Sant Antoni cree precisamente que el tráfico hace improbable que Sepúlveda resulte apetitosa para los hosteleros. “No habrá un alud de peticiones, es muy diferente a la calle Parlament -distingue su presidenta, Lídia Núñez-. Son calles que no se pueden tratar igual. Sepúlveda está deprimido y con muchos locales cerrados”.

Una terraza en la calle Sepúlveda, en el barrio de Sant Antoni, en Barcelona.

Una terraza en la calle Sepúlveda, en el barrio de Sant Antoni, en Barcelona. / ZOWY VOETEN

Núñez recuerda que la calle ya conoció un monocultivo comercial. En su caso, no se acumularon establecimientos de restauración, lo que el ayuntamiento pretende atajar, sino que proliferaron las tiendas de informática y electrónica. “Pero están en retirada. Habría que hacer algo para dinamizar esos locales”, propone.

Guillem Fernández regenta Metro Electrónica, creada hace medio siglo. “No noto tantas persianas cerradas como en otros sitios. Como comerciante, no me preocupa que pueda haber más súpers de 24 horas y locales de ocio, pero sí me molestaría como vecino. Aquí no ocurre, pero en otras calles de Sant Antoni hay un bar detrás de otro”, advierte. En cambio, algunos hosteleros de Sepúlveda no creen que sea un inconveniente que se instale más competencia. "No le veo problema. El encarecimiento del alquiler puede venir por otro motivos", piensa Héctor, encargado del bar O Pazo. 

“Son negocios que no hacen barrio y lo convierten en ciudad dormitorio”, critica Sergi Farell, al frente de un comercio de pinturas. Le inquieta que, si el consistorio modera los obstáculos a bares y negocios asociados al ocio, el alquiler se dispare. “Ya nos pasó en el Raval. Teníamos otra tienda allí, pero se cerró porque nos pedían que pagásemos tres veces más. Ahora hay una cafetería de una franquicia”, precisa.

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