Un entorno masculino

Les hemos dado una varita mágica a doce empresarias y este es el mundo que han creado

Un grupo de socias y colaboradoras de Juno House reflexionan sobre cómo conectar con otras mujeres les ha ayudado a crecer en el mundo de los negocios y sostener la confianza en ellas mismas en un mundo todavía predominantemente masculino

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Arriba, Gemma Fillol, Ariadna Vallverdú, Mariele Violano, Charo Sebastian, Charleen Parkes y Sonia Muñoz. Abajo, Laura Berzal, Mayte Carrasco, Silvia Foz, Natalie Batlle, Andrea Draper y Laura Guix. Todas socias o colaboradoras de Juno House Club.

Arriba, Gemma Fillol, Ariadna Vallverdú, Mariele Violano, Charo Sebastian, Charleen Parkes y Sonia Muñoz. Abajo, Laura Berzal, Mayte Carrasco, Silvia Foz, Natalie Batlle, Andrea Draper y Laura Guix. Todas socias o colaboradoras de Juno House Club. / ELISENDA PONS

Paula Clemente

Paula Clemente

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Trabajan en sectores aparentemente muy alejados entre sí. Una lidera una empresa de cosmética, otra hace documentales y una tercera, cuarta y quinta se mueven en el terreno de la consultoría, del vino o los viajes. Lo que tienen en común es su vocación emprendedora, sus ganas de romper techos (de cemento, cristal y lo que haga falta) y, en un sentido más pragmático, que todas forman parte de un modo u otro de Juno House, un club que solo acepta socias mujeres y que está especialmente pensado para ser “un trampolín para el talento femenino” y un “refugio urbano” al que acudir cada día para rodearse de “compañeras y amigas que inspiren”.

Por lo menos, así lo resume Natalie Batlle, quien puso a rodar la iniciativa en 2022 y se ocupa de su dirección. “En estos 2 años hemos visto de todo: el poder del ‘woman-to-woman’, que la oportunidad es tremenda y que las sinergias ocurren cada día cuando nos encontramos en un espacio seguro e inspirador”, reflexiona la misma. A su alrededor, once mujeres, la mayoría socias del club, asienten.

EL PERIÓDICO las ha reunido para hablar de liderazgos femeninos, de lo complejo que es llegar y permanecer en lo más alto de la cadena de mando de una gran compañía, de emprendimiento en general y, en definitiva, de cómo lidiar con un mundo aún predominantemente masculino. Sin embargo, involuntariamente, la conversación acaba siendo un ejemplo muy gráfico de por qué un espacio pensado por y para mujeres es clave, aunque parezca contradictorio, en plena lucha por la igualdad.

La consultora de Accenture Ariadna Vallverdú, la consejera delegada de la comunidad para mujeres emprendedoras Extraordinaria Gemma Fillol, la fundadora de la agencia Pressego Comunicación Laura Guix, la periodista, humorista y guionista Charo Sebastian, la cofundadora de la consultora Octava y directora de márketing de la bodega Raíces Ibéricas Andrea Draper, la reportera de guerra y escritora Mayte Carrasco, la consultora de imagen personal Silvia Foz, la experta en relaciones internacionales dentro de la agencia creativa Brook Agency Mariele Violano, la fundadora de Travel&Lust Charleen Parkes, la cofundadora de Natana Cosmetics Laura Berzal y la fundadora de Talented Consulting Sonia Muñoz, perfilan un mundo en el que se han sentido poco escuchadas, apartadas de según qué conversaciones (como las que versan sobre el dinero, por ejemplo), poco invitadas a soñar en grande y en el que han sufrido, varias de ellas, despidos por quedarse embarazadas y casos de brecha salarial.

Conocerse –narran– les ha supuesto entender que el problema viene más de fuera que de dentro, y que, rodeadas de la gente adecuada, se puede llegar casi a cualquier sitio.

Conexiones, confianza y descompartimentación

 “La perspectiva de género en los negocios, cambia el negocio, porque las mujeres ponemos la vida en el centro: no construimos compartimentando, no podemos ser exitosas obteniendo solamente una parcela de lo que nos toca”, lanza una de ellas. “Aquí no nos hemos empoderado, porque ya veníamos empoderadas, aquí hemos encontrado sobre todo conexiones con otros sectores que no son los nuestros, yo, por ejemplo, he aprendido mucho de finanzas, de creación de marca...”, ejemplifica otra.

“Ver a un grupo de mujeres jóvenes hacer esto incentiva, porque ves que se puede, que hay referentes mujeres… esto te anima a seguir esos pasos”, añade una tercera. “Es muchísimo más fácil hacer negocio cuando tienes el ‘networking’ y la confianza”, completa una última, en referencia a todas las veces que ha dudado de sus metas al sentirlas cuestionadas.

El resumen es que al haber empezado a compartir espacios, inquietudes y proyectos, han comenzado a reforzar su confianza personal y a entender que sí que hay espacio suficiente para ellas en el mundo empresarial cuando las reglas del juego son más afines a sus particularidades. De ahí que, al preguntarles qué harían si tuviesen una varita mágica con la que construir un escenario ideal, hablen, sobre todo, de educación.

Una la utilizaría para que todas las empresas tuviesen impacto social y para que muchos entendieran que compartir privilegios, implica ceder un poco de los mismos. Otra para que en las escuelas no enfoquen el cambio induciendo a los chicos a hacer cosas de chicas, sino que simplemente todos lo hagan todo, sin distinciones. “En un mundo ideal, esto no tiene que ver con hombre o mujer, tiene que ver con diversidad, educación, y empieza en las escuelas y sigue en la universidad”, concluyen. ¿Y en la empresa? “Las mujeres no llegamos arriba de todo porque cuando llegas, te agotas, porque es un entorno muy hostil. ¿Quieres hacer el cambio? Sube a dos mujeres, no solo a una”, rematan.