Evolución de los indicadores

¿Por qué la inflación tiende a moderarse, pero los precios seguirán altos?

El empleo batió un nuevo récord en abril

Los datos de empleo en Catalunya

Billetes de euro.

Billetes de euro. / Francisco Palacios | EUROPA PRESS - ARCHIVO

Eduardo López Alonso

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La deflación se descarta. El consenso de los economistas en torno a la posibilidad de que los precios vayan a bajar es casi unánime. No sucederá. Consideran que resulta anómalo en extremo un proceso de deflación (bajada continuada de los precios) con crecimiento económico simultáneo. Por ello, los precios que han subido seguirán altos. Pese a que en un planteamiento teórico o microeconómico eso es posible, en la práctica no sucede en términos de contabilidad nacional. Si hay deflación, la crisis llama a la puerta

Debate entre economistas

Aunque entre los economistas siempre existe batalla intelectual sobre la orientación de la política económica y las mejores recetas contra la crisis, lo cierto es que en torno a la deflación no hay apenas debate ni voces discordantes. En este contexto conviene recordar como excepción la obra de George Selgin 'Less Than Zero: The Case for a Falling Price Level in a Growing Economy' (Londres: Instituto de Asuntos Económicos, 1997). En su libro recuerda que la deflación ocurre cuando la producción real crece más rápido que la oferta monetaria. Sucede si la oferta monetaria se reduce o si la productividad crece. Lo que quiere decir es que si se reducen los costes y aumentan las ventas es posible bajar precios. Pero posible, es un condicional. 

La visión ultraliberal

Para Selgin, cuando las personas se vuelven más productivas en la fabricación de automóviles, muebles o cualquier otra cosa, los precios reales bajan. Aunque la productividad aumenta también cuando se venden productos de mayor precio, también crece si se abaratan los procesos. Selgin aboga por dejar que los precios reales bajen, siempre que sean causados por una mayor productividad y la cantidad de la caída del precio coincida con el aumento de la productividad. Desde ese planteamiento el crecimiento económico es posible con reducción de precios.

La deflación es vista con buenos ojos y hasta deseable por el Moses Institute, por ejemplo, un foro de economistas ultraliberales, casi en la órbita libertaria desde el punto de vista económico. 

La opinión de Garzón 

Para un economista de izquierdas como Eduardo Garzón, defensor de la teoría monetaria moderna, y muy alejado de esas tesis, la bajada de precios generalizada es poco probable. "La verdad es que no le veo mucho sentido. La economía capitalista no funciona si no hay al menos un leve crecimiento de los precios, porque los empresarios no invierten si no prevén obtener más ganancias. Y solo bajan los precios cuando está hundida la capacidad económica de la gente, en cuyo caso es muy raro que haya crecimiento económico. Quizá el caso de Japón es el más representativo: lleva décadas coqueteando con la deflación, y su crecimiento económico está estancado".

Un raro precedente

El único momento de los últimos años en los que el fantasma de la deflación apareció en España fue en torno a 2016. En aquellos momentos, se registraba una relevante caída de la tasa de paro. Mark Gilbert, columnista de Bloomberg, describió entonces que esa caída del paro en España (reducción de la tasa del 26%en 2013 al 20%) había favorecido el incremento de la demanda. El IPC, que se situó en el -0,6% en julio del 2016, había encadenado siete meses de tasas negativas tras arrancar el año en el -0,3%. Pese a la caída del IPC la demanda minorista seguía creciendo encadenando 23 meses seguidos al alza. El gasto en consumo final de los hogares experimentó un crecimiento anual del 3,6% en el segundo trimestre.

El efecto de la caída del paro

Cabe preguntarse si la actual situación de caída relevante de la tasa de paro y aumento de los afiliados a la Seguridad Social supone un incentivo para la posibilidad de bajada de precios pese al mantenimiento del crecimiento económico. Nadie ha planteado ni siquiera como posible esa alternativa.E l mercado laboral español cerró abril con un récord de 20,6 millones de ocupados tras crear 240.000 puestos de trabajo.

El paro bajó en 74.000 personas y por primera vez desde 2008 el número de desempleados se colocó por debajo de los 2,8 millones en este periodo del año. La cuestión es si el aumento de la población activa con empleo tiene capacidad para reproducir el fenómeno del 2006 e impulsar los precios a la baja.  

La posibilidad microeconómica

En la escala microeconómica la rebaja de precios debería ser posible. Una botella de agua de Vichy costaba 1,19 euros a principios de 2022. Tras la crisis y aumento de los costes, fundamentalmente energéticos y de transporte, la botella en envase de vidrio pasó a costar 1,49 euros (y hasta 1,79 si se vende fresquita). Esa subida del 25% está muy por encima del alza media de la inflación y los costes se han moderado desde entonces, pero el cliente sigue comprando al nuevo precio. Lo más lógico es que la marca aproveche la situación para afianzar sus márgenes comerciales. Solo un cambio tecnológico radical, con abaratamiento de costes relevante podría hacer replantear el posicionamiento comercial de Vichy frente a más dura competencia y abordar una reducción de precios. Pero desde el punto de vista de gestión sería probablemente una decisión errónea. 

Como consecuencia de estos planteamientos, la subida de precios registrada en los últimos meses ha llegado salvo sorpresas para quedarse. El nuevo dibujo de precios se instala en el imaginario del consumidor. El alza de salarios, la subida de las pensiones y el incremento del salario mínimo tienden a consolidar los nuevos precios al mantenerse la demanda. Aquellos consumidores que no logren aumentar su salario son los grandes perjudicados.