Perfiles del empleo y del paro

"Estábamos con miedo porque veíamos que la prestación no llegaba hasta junio"

Cintia Pérez, dependienta en una juguetería, acaba de cobrar la prestación por el ERTE que su empresa acometió en marzo

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Julia Camacho

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Cintia Pérez (28 años) apura la semana jugando con su hijo y esperando a que sus jefes les den información sobre cómo se plantea la próxima semana la apertura de la cadena de jugueterías-librerías infantiles en la que trabaja en Sevilla. Empleada a media jornada, explica que no fue hasta este lunes cuando cobró la prestación por el ERTE que acometió su empresa. Casi ocho semanas después de dejar de trabajar por el estado de alarma. “Mes y medio sin ingresos es mucho tiempo, porque son muchos gastos”, lamenta.

En su caso, dice, es de las afortunadas. Su marido se dedica al sector de la alimentación, “y no ha dejado de trabajar en todo este tiempo”. Lo mismo ocurre con su hermana, auxiliar de enfermería en una residencia de ancianos, o su madre, que ha podido teletrabajar. “Soy consciente de que en el SEPE han estado desbordados, lo entiendo, pero lo han podido gestionar de otra manera, contratando a más gente para tramitarlos, porque el ERTE de mi empresa lo aprobaron el 26 de abril, y estábamos con miedo, porque me veía ya que la prestación no llegaba hasta junio”.

Cintia pone el acento en compañeras que han partido en desventaja, como aquellas que viven solas o las parejas que están los dos incluidos en un ERTE, “y que han tenido que tirar de ayuda familiar, de amigos, o pedir para comer”. “Es que son muchos gastos, el alquiler, el coche, las letras que tenga cada uno, y vale que a nosotros nos han dado facilidades para pagar el alquiler, pero son moratorias”, razona, “te lo posponen y al final tienes que pagarlo, no te lo regalan, y hay que recurrir a la familia, porque pasa lo mismo con la luz y el agua”.

“La verdad es que no me imaginaba esta situación, parece una película de miedo”, reconoce la joven, que concede que este año toca ahorrar y no tendrán la semana de vacaciones que solían disfrutar en julio. “Me da pena por el peque, porque es el primer año que las iba a disfrutar, pero no sabemos cómo se plantean las cosas, y también por la cuestión económica, así que lo dejamos para otro año”. No obstante, se muestra optimista, porque piensa que ese será el escenario de muchas familias, lo que beneficiaría a su sector. “Tengo la esperanza de que se hagan más ventas de libros y juegos, al ser un verano atípico la gente va a estar más en casa y tirará de estos productos para entretener a los niños”, vaticina.