PROTECCIÓN DE DATOS

¿Merece la pena? No regales tus datos

Protección de datos

Protección de datos / economia

Adolfo Ramírez

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Se ha convertido en parte de nuestro día a día. Entramos en una web y nos piden que aceptemos unas condiciones para que podamos seguir con nuestra consulta o nuestra compra.

Sorprendentemente, nos hemos acostumbrado a realizar lo que podríamos denominar los “acepto no aceptados”. Guiados por la emoción del momento de la futura nueva experiencia, hacemos click, sin mayor reflexión, en la casilla correspondiente facilitando nuestros datos y dando vía libre a no sabemos cuántas cosas.

Las marcas y los sistemas están preparados para todo tipo de transacciones y servicios online, la pregunta es ¿estamos preparados nosotros para operar en un mundo en tiempo real? ¿Cuántas veces nos hemos arrepentido inmediatamente después de haber pulsado “aceptar”? Quizás contar hasta diez, una vez más, nos evite más de un disgusto.

En cualquier caso, si nos solicitan nuestros datos personales, como mínimo deberían informarnos de:

  1. Cuál es la finalidad y cómo los van a utilizar
  2. El tiempo de conservación
  3. Cómo nos vamos a beneficiar

Además, como principio, parece obvio que:

  • No debemos dar datos innecesarios
  • Debemos ser inteligentes en el uso de contraseñas
  • Tenemos que leer la información completa. Los textos son largos, pero es importante leer la política de privacidad y de cookies antes de dar nuestros datos personales.
  • Si recibimos e-mails no deseados tenemos que desactivarlos
  • La navegación debe llevarse a cabo de forma segura 

Tenemos derecho a la protección de nuestros datos personales, potestad que nos otorga la capacidad de disponer y decidir sobre toda nuestra información personal. 

La actual Ley de Protección de datos personales y garantía de los derechos digitales incorpora importantes novedades en el ámbito privado relacionadas con la obligación de información a los ciudadanos sobre el tratamiento de sus datos y sobre el ejercicio de sus derechos que todos deberíamos conocer.

Hoy en día los dispositivos móviles hablan entre ellos e intercambian información. Los Smartphones producen datos y transmiten una gran cantidad de información personal. Datos de donde estamos o hemos estado, lo que hemos comprado, las transacciones que hemos efectuado, páginas y/o artículos que hemos consultado, los productos por los que nos hemos interesado y un largo etc.

Por si fuera poco, los modelos de suscripción han incorporado nuevas fuentes de información para las plataformas y las marcas, un modelo en la que todo lo que el usuario hace, dice o incluso piensa queda registrado en algún lugar en la memoria de los infinitos archivos de las compañías. Por ejemplo, las aplicaciones de movilidad (coches, motos, bicis o patinetes) disponen, además de todos los datos personales, todos los relacionados con nuestra geolocalización en tiempo real.

Toda esta masa de datos es imprescindible para las marcas si quieren poner en valor sus inversiones en plataformas digitales que incorporan herramientas como la inteligencia artificial y que requieren una gran cantidad de información para conseguir altos niveles de precisión.

Rara es la marca que te ofrece alguna información de valor a partir de la información que le has facilitado y en general aplican una política de fidelización incorrecta

La gestión y protección de nuestros datos no solo la tenemos que hacer por el aire (en la nube) sino también por tierra en las tiendas físicas, donde se ha convertido en un estándar la amable petición de nuestros datos ¿Tenemos sus datos? Si lo pensamos por un momento, más allá del bombardeo de e-mails que se produce a partir de ese momento, rara es la marca que te ofrece alguna información de valor a partir de la información que le has facilitado y en general aplican una política de fidelización incorrecta y poco transparente por lo que auguro que si no cambian y realmente entienden los nuevos comportamientos de los clientes tenderán a desaparecer.

Los datos personales son nuestro tesoro más preciado, por lo que, si no merece la pena la contraprestación, no los regales.