ENVIDIA

Preferentes o el espejo de la solvencia europea

7 pecados capiatles: envidia

7 pecados capiatles: envidia / periodico

M. J. B.

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Basilea III diseñó el espejo en el que debía reflejar su solvencia la banca europea. La española se vio desproporcionada y débil con respecto a sus rivales. En el ejercicio de comparación no resultó bien parada. Así que no le importó dejar en la estacada a 700.000 clientes al poner en práctica un régimen de mejora de su salud financiera. Decidieron convertir las participaciones preferentes que comenzaron a emitir a principio de los 90 en acciones y otros instrumentos de deuda que computa como capital de primera calidad, tras las sucesivas reformas financieras que han tenido lugar.

Se trata de instrumentos híbridos: mitad acciones --aunque no tienen derechos políticos--, mitad depósito de ahorro a largo plazo que ofrece un interés determinado. Desde luego el plazo era largo, pues se trata de deuda perpetua, pese a que el emisor solía amortizarla en un plazo determinado. Para las entidades financieras tenía dos ventajas: contaban como capital y no diluían la participación de los principales accionistas.

El cliente recibía el rendimiento pactado y las podía vender en un mercado, eso sí: nada transparente, creado por el propio emisor, que le permitía recuperar la inversión. Pero cambiaron dos circunstancias que tuvieron un efecto letal para los tenedores: el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) decidieron crear un mercado secundario en el que canjearlas, que se quedó seco con la crisis, como todos los mercados de deuda. Para colmo, la banca se vio obligado a canjear esos instrumentos por otros que contaran como capital, pero que obliga a los clientes a permanecer cautivos de esas entidades por cierto tiempo.

El problema es que algunas cajas no tuvieron el detalle de explicarle a sus clientes qué les estaban vendiendo cuando les colocaron las preferentes.

Montserrat Gil, una clienta de una gran entidad financiera cuenta que en abril del 2011 invirtió sus ahorros (unos 60.000 euros) en preferentes. «Me llamaron de la oficina y me dijeron que tenía mucho dinero a la vista. Les pedí un plazo fijo, pero a corto y me ofrecieron otro producto», apunta. «Reconozco que no leí el contrato porque me fié del director de la oficina». Gil agrega que no lo hubiera firmado si hubiera reparado en la definición del producto: había sido emitido por una sociedad de las islas Caimán. Hasta julio del 2003 las cajas emitían las preferentes desde filiales instrumentales en el extranjero, porque la legislación española no las contemplaba. Gil tendrá que esperar 10 años para realizar la deuda subordinada en que se han convertido las preferentes que le vendió su entidad como un producto de ahorro a largo plazo que podría recuperar cuando quisiera. Nada más lejos de la realidad en ese caso. En otros, sin embargo, ha sido más fácil. Los bancos que han ligado el cambio de títulos con acciones. Así, al menos, han ofrecido la posibilidad de que en función del valor de la cotización en bolsa, los titulares pudieran recuperar el nominal de su inversión.

Las cajas intervenidas por el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), no solo han dejado de pagar el rendimiento de esos títulos --están en pérdidas-- sino que además permanecen a la espera de que se incorpore un nuevo accionistas para determinar qué tipo de salida se le da a las preferentes.