TELECOMUNICACIONES

Telefónica prepara su transformación: crecer en España y plantar cara a las 'high tech' en pleno terremoto accionarial

En el año de su centenario, la empresa telecomunicaciones se reivindica como estratégica en pleno terremoto accionarial por la irrupción de Arabia Saudí y el regreso del Estado español a su capital

Edificio de la sede de Telefónica en Madrid

Edificio de la sede de Telefónica en Madrid / Jesús Hellín / EP

David Page

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Telefónica lleva dos años preparando las celebraciones de su centenario. Los festejos quieren ser sonados. Hace unas semanas, el grupo tomó el Gran Teatro del Liceu de Barcelona en pleno Mobile World Congress (MWC) con drones y con el afamado pianista Lang Lang en el escenario. Y en los próximos meses conquistará también el Teatro Real de Madrid con un concierto que pretende ser el gran acto institucional conmemorativo -será el 19 de abril, justo el día que se cumplen los cien años de la creación de la Compañía Telefónica Nacional de España, germen primigenio de la actual- y también el Santiago Bernabéu con un concierto benéfico ya en mayo.

Es un año de fiesta. Pero también va a ser un año clave que transformará al grupo. El año que cambiará su futuro: con un terremoto accionarial que redefinirá su gobernanza con un nuevo núcleo duro de socios y que ha servido para evidenciar el carácter estratégico de la compañía por cuestiones de Estado; con un nuevo mapa en el sector nacional de las 'telecos' a golpe de fusiones y adquisiciones en el que, por primera vez en un siglo, Telefónica no será el líder absoluto; con la compañía dando la gran batalla institucional para lograr una desregulación para competir sin lastres frente a sus rivales más directos y plantar cara a las 'big tech', y con el arranque de un nuevo plan estratégico con el que impulsar su crecimiento, sanear su rentabilidad y sacudirse años de grisura en bolsa.

Tras garantizarse la paz social pactando con los sindicatos un recorte de más de 3.400 empleos a las puertas del año del centenario, Telefónica afronta ahora una convulsión histórica en su accionariado en un largo viaje de ida y vuelta. Creada bajo los auspicios del dictador Miguel Primo de Rivera, la que fue durante décadas el monopolio estatal de las telecomunicaciones y acabó privatizada por completo a finales de los años 90 asume ahora el regreso a su capital del Estado español -y previsiblemente también como su mayor accionista-, a modo de escudo protector frente al desembarco a lo grande de otro país.

Arabia Saudí desveló a principios de septiembre su irrupción en el capital de Telefónica. Saudí Telecom (STC), controlada por uno de los fondos soberanos del Estado árabe, anunció un plan para alcanzar una participación del 9,9% en la teleco española, en una operación valorada en 2.100 millones de euros. Un plan por fases, con la compra directa del 4,9% y la toma mediante derivados financieros de otro 5% adicional que todavía están por ejecutar.

Nuevo núcleo duro

Para sobrepasar la cota del 5% o para tener presencia en el consejo de administración del grupo, STC tiene que obtener autorización del Gobierno español por las vinculaciones de Telefónica con la seguridad nacional y la defensa. Una petición de permiso preceptivo en virtud del denominado escudo antiopas, que Arabia Saudí aún no ha activado siete meses después y que continúa sin fecha.

Sin esperar a que Riad mueva ficha, el Ejecutivo de Pedro Sánchez decidió movilizarse para blindar la españolidad y la autonomía de Telefónica por su carácter estratégico, por interés de Estado. Así, el Consejo de Ministros ordenó en diciembre a la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), el holding público dependiente de Hacienda, comprar hasta el 10% de las acciones de Telefónica para contrarrestar el plan saudí. El Gobierno ha puesto en marcha el desembarco y esta semana ha confirmado que ya controla el 3% de los títulos de la empresa. "El interés por Telefónica demuestra que es una compañía líder, estratégica y atractiva", se reivindica la propia teleco.

La entrada de la SEPI permitirá conformar un reforzado núcleo estable de socios españoles para blindar el control de un grupo que el Gobierno considera estratégico. El nuevo núcleo duro de accionistas lo integrarían la propia SEPI con el actual 3% y hasta el 10% (con la posibilidad incierta de que en un futuro acabe traspasándose a la nueva Sociedad Estatal de Transformación Tecnológica, SETT, creada bajo el manto del Ministerio para la Transformación Digital de José Luis Escrivá), junto a los dos grandes socios que han venido dando estabilidad accionarial a la compañía y que tienen intención de seguir haciéndolo: el BBVA (4,87%) y CaixaBank (con el 2,51% tras reducir su participación esta semana el 1%, pero que suma otro 2,56% en manos Criteria, el brazo inversor de la Fundación La Caixa).

La sacudida accionarial anticipa también cambios en el consejo de administración de la compañía, con la previsible entrada de Saudi Telecom y de la SEPI. De hecho, la remodelación del consejo ya está en marcha sin esperar a los futuros socios, porque el grupo ha dado entrada a dos nuevos consejeros independientes y pretende renovar a otros cuatro miembros independientes en la próxima junta de accionistas, prevista para abril.

Desde Telefónica no se valora la posible presencia en el consejo de los eventuales nuevos accionistas, pero sí se insiste en confirmar que, en cualquier caso, se blindará a la mayoría de consejeros independientes en representación de la mayoría de accionistas minoritarios (actualmente los independientes ocupan 10 de los 15 asientos del órgano de gobierno). Hasta el momento, la SEPI había guardado silencio total sobre cómo articulará la toma de participaciones y también sobre cuándo se iniciarían las compras. Fuentes del mercado anticipaban que la operación de blindaje del Gobierno ya estaba en marcha, dado que el volumen de acciones de la compañía negociado en bolsa en las últimas semanas había ido creciendo.

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Desde hace un tiempo, las telecos llevaban reclamando insistentemente a la Unión Europea (UE) un cambio de las reglas de juego para que gigantes como Alphabet (Google), Meta (Facebook), Apple, Amazon, Microsoft y Netflix paguen por utilizar sus redes y participen además en las inversiones milmillonarias necesarias para llevar a cabo su despliegue, dado el uso intensivo que realizan de las infraestructuras de las compañías tecnológicas como parte fundamental de su negocio (de hecho, cerca del 50% del tráfico mundial lo concentran el sexteto de colosos digitales).

Sin visos de que la Unión Europea vaya a forzar a las big tech a hacer esa aportación justa (fair share), la patronal mundial de las telecos, GSMA (sigla por la que se conoce a la Asociación Global del Ecosistema Móvil) -que está comandada ahora por el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete-, da un giro a su discurso y matiza sus reclamaciones. Ahora el sector se conforma con revisar de manera consensuada el uso que hacen las tecnológicas de las redes, para que sea mucho más eficiente y sostenible, y apostar por una suerte de compresión de los datos para evitar que el continuo aumento exponencial del tráfico obligue de manera paralela a continuar ampliando la capacidad de las redes a la misma velocidad. 

De exigir de forma reiterada que las big tech contribuyeran para financiar las redes se ha pasado a defender que es "el momento de una alianza global y de una gobernanza justa para lograr una cadena de valor sostenible y beneficiosa" y también que es «hora de hacer un uso responsable de los recursos compartidos" y "de disponer de un nuevo panorama regulatorio" con unas normas más propias del siglo XXI, según defendió el propio Álvarez-Pallete en la inauguración del Mobile World Congress (MWC), el pasado mes de febrero en la Fira Barcelona Gran Via, en L’Hospitalet de Llobregat.

Agitación en bolsa

La cotización de Telefónica es uno de los grandes handicaps del grupo tras años de comportamiento mediocre y desde el grupo se insiste en que, aunque el mercado es soberano, la acción no refleja correctamente todo el valor de la compañía ni su potencial. Telefónica lleva meses al alza en bolsa y se apunta una subida de en torno al 13% en lo que va de año, llegando a recuperar la cota de los 4 euros por acción, y con el consenso de analistas anticipando nuevas subidas con un precio objetivo por encima de los 4,3 euros (algunas casas de análisis incluso lo colocan por encima de los 5 euros).

La teleco llegó a ser el mayor valor de la bolsa española (hoy es el noveno) y fue la primera compañía en superar una capitalización de más de 100.000 millones de euros (ahora está en el entorno de los 23.000 millones, y eso después de las subidas de los últimos meses). Lejos quedan, a años luz, los máximos de más de 30,7 euros que llegaron a alcanzar las acciones del grupo -las famosas matildes- en octubre de 2000.

Telefónica ha soportado durante años una enorme deuda como gran lastre para levantar el vuelo en bolsa. El endeudamiento del grupo llegó a alcanzar los 53.000 millones de euros como herencia de la estrategia de expansión internacional con compras que desarrolló César Alierta durante sus más de 15 años ocupando la presidencia. Recortar la deuda se convirtió en un objetivo crucial para la Telefónica comandada por José María Álvarez-Pallete (en la actualidad está en el entorno de los 27.350 millones de euros, tras reducirla a la mitad en siete años con algunas desinversiones que han cambiado el perímetro de la corporación) y ahora el grupo busca nuevas palancas para impulsar la cotización.

La compañía acaba de aprobar un nuevo plan estratégico hasta 2026 que persigue ser el revulsivo para que se note en bolsa la transformación emprendida por el grupo para dejar de ser una teleco y convertirse en un gran grupo tecnológico y digital. Bautizada como Plan GPS (Crecimiento, Rentabilidad y Sostenibilidad, por sus siglas en inglés), la nueva hoja de ruta augura más ingresos, una mejora de la rentabilidad, la contención en las inversiones tras el esfuerzo de los años anteriores y, como elemento crucial, un fuerte refuerzo de la generación de caja para seguir recortando deuda (sigue siendo una de las obsesiones del grupo) y garantizar el dividendo con un suelo mejorable de 0,30 euros por acción (uno de los reclamos clave para los inversores y también para sostenerse en bolsa).

La fusión de Orange España y MásMóvil -ahora ya una realidad tras la aprobación de Bruselas y del Gobierno español, pero que ha costado dos años cerrarla- supone un golpe en el tablero del sector y un detonante para otros movimientos. Con la fusión como acicate, el grupo británico Zegona va a tomar el control de Vodafone España (que también tanteó una unión con MásMóvil pero se quedó con las ganas), Digi dará un salto de gigante en su expansión en el mercado español al quedarse con los activos sobrantes de Orange-MásMóvil y Telefónica dejará de ser por primera vez la mayor compañía por número de clientes.

Y con este nuevo escenario, Telefónica se ha lanzado a reclamar a las autoridades españolas que pongan fin a las restricciones comerciales y obligaciones regulatorias especiales que aún arrastra como antiguo monopolio público. "Las condiciones que dieron lugar a una regulación especial para Telefónica eran al ser un monopolio, ser incumbente y ser de cobre [en referencia a sus redes]. Ya no se da ninguna de ellas", resumió tajante Álvarez-Pallete. 

La liberalización del sector de las telecomunicaciones arrancó en España hace más de un cuarto de siglo; sus grandes rivales han desplegado potentes redes de fibra óptica por todo el país y la fusión Orange-MásMóvil alumbra al nuevo líder del mercado; y Telefónica cerrará en abril su última central de redes de cobre para pasar a ser una compañía de solo fibra.

Cambio de fase

"Ha llegado el momento de desregularnos. No necesitamos que nadie nos proteja, pero pedimos que nos desregulen y que nos dejen competir", insiste desde el grupo. Telefónica ha estado sometida durante años a obligaciones de tener que permitir el uso de sus infraestructuras a sus rivales a un precio marcado por el regulador, a la restricción de lanzar ofertas comerciales sólo si eran replicables por sus competidores, a compartir los contenidos audiovisuales prémium… La compañía ahora clama para poner fin a este desequilibrio. "Entramos en una nueva fase competitiva. Todo cambia con esa operación y se culmina un proceso de regulación asimétrica para que el que era líder perdiera cuota de mercado. Pues bien: objetivo cumplido. Telefónica de España ya no debe estar regulada como lo ha estado hasta la fecha", indicó Álvarez-Pallete.

El cambio de mapa corporativo es de tal calado que Telefónica incluso se muestra abierta a explorar posibles compras de rivales en el mercado español, algo impensable hasta ahora y que se habría encontrado con seguridad con la negativa de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). "Se abre un escenario nuevo, lo que debería resultar en una desregulación y que sean posibles cosas que hasta ahora habrían sido escrutadas. Se nos podrán presentar oportunidades que quizá en el pasado no fueran tan fáciles o no fueran posibles", explicó el consejero delegado de la compañía, Ángel Vilá.

"Lo miramos todo, pero tenemos que ser desregulados para poder hacer cosas", resume el consejero delegado. ¿Qué cosas? ¿Qué compañías se miran para una eventual compra? "Se lo diré cuando nos desregulen", bromea Vilá. En las quinielas del sector se da por hecho que entre las compañías que interesan a Telefónica está Avatel, una teleco que ha crecido con fuerza en los últimos años en la España rural y que se quedó con las ganas de conseguir parte de los remedies de la fusión Orange-MásMóvil. Desde Telefónica solo se reconoce que Avatel es un actor relevante en el mercado y que se trata de una compañía atractiva.

Frente común

El grito de Telefónica reclamando cambios regulatorios va más allá del mercado español y está haciendo frente común con otros gigantes europeos de las telecos para impulsar reformas legales en la Unión Europea que faciliten la consolidación en un sector atomizado y dominado por el bajo coste en el que no salen las cuentas por el frenazo en los ingresos y las grandes inversiones pendientes para el 5G y otras revoluciones digitales, y para plantar cara a los gigantes tecnológicos como Apple, Google, Facebook, Amazon y Microsoft, que hacen un uso cada vez más intensivo de sus redes pero cuyo despliegue solo financian las telecos.

"Pido la desregulación total. La regulación se ha quedado obsoleta. El marco actual viene de un siglo anterior. Estamos sacrificando la visión de una política industrial de cara al futuro", subrayó Álvarez-Pallete acompañado en el escenario de los primeros espadas de Deutsche Telekom, Orange y Vodafone en el MWC de Barcelona. "Para mí ha llegado la hora de la revolución. Tenemos que hacer algo radicalmente distinto ahora mismo: mismos servicios, mismas reglas. Pensemos en lo que Europa necesita dentro de 10 años". El sector europeo aspira a que la futura Comisión Europea facilite un campo de juego regulatorio que les permita mirar cara a cara a sus iguales de Estados Unidos o China y también a las big tech. Telefónica quiere ser protagonista en ese intento. Con sus 100 años cumplidos, busca ahora ese nuevo futuro.