El Malecón

La Copa da ejemplo a la Superliga, por José Sámano

Final inédita de Copa: misión obligatoria para el Athletic ante el Mallorca

Nico e Iñaki Williams celebran un gol ante el Atlético de Madrid.

Nico e Iñaki Williams celebran un gol ante el Atlético de Madrid. / EFE

José Sámano

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En tiempos de máxima ensoñación elitista con la jaleada Superliga, la final de Copa de este sábado ligará al fútbol con su esencia, la diversidad y la meritocracia. Por el postizo estadio de La Cartuja no desfilarán Real Madrid y Barça, lanzaderas de esa exclusiva competición a la carta que pretenden engendrar. No lo harán porque no se lo han ganado y en la Copa, como en la Liga o la Champions, no cabe un formato clasista. Cada cual que se apañe en el campo, sin depender del reparto a dedo del encopetado de turno.

La fiesta de Sevilla, para Athletic y Mallorca, dos de los 28 equipos españoles que, al menos una vez, disputaron competiciones europeas. Por supuesto, todos ellos por virtudes propias, sin condición de meros súbditos a los que una nomenclatura les concede una limosna de forma arbitraria.

En Vizcaya o en Baleares no precisan de una Superliga para acentuar el fútbol como ese motor de emociones y depósito sentimental que no tiene parangón desde el pasado siglo. Dos hinchadas volcadas, por más que La Cartuja no dé para mucho, por más que conseguir una entrada resulte una ecuación de física cuántica, por más que suponga un sindiós abaratar un viaje de Palma a la capital andaluza. Las previsiones, con o sin boletos: 70.000 del Athletic y 21.000 del Mallorca.

Para “leones” y “bermellones” no hay Superliga que valga más que esta Copa. Como no hay Superliga que cale más entre los anglosajones que esa Premier tan intrigante por la que pujan con el corazón en los huesos el Liverpool, el Arsenal y el City. Y qué decir del Bayer Leverkusen, que tiene a un centímetro su primera liga -además de un triplete-. ¿Le darían bola en la Superliga o considerarían que le falta el encanto del Bayern Múnich?

De todos y para todos

En Sevilla, traca mayor para unos y otros. Para ese peculiar Athletic, que con su tuétano único forma parte del archivo del tesoro del fútbol español. Una entidad de 126 años con un estadio fabuloso, un enraizamiento social como pocos y un caladero canterano como bandera. Con esos pilares, sin más Mbappé a la vista que lo haya sembrado en Lezama o alrededores, no solo aspira a su 24º título de Copa, sino que tiene una plaza de Champions a tiro. ¿Le abrirían la puerta los halcones de la Superliga?

Enfrente, el Mallorca, reflotado desde las catacumbas por un conglomerado estadounidense con dos iconos de la NBA por el medio, Steve Nash y Steve Kerr. Una institución con 108 años de vida, vencedor copero en 2003 y que desde la modestia llegó a pelear por la Liga, por una Recopa y hasta tuvo huellas en la Copa de Europa. Hoy tiene un coqueto estadio reformado y 20.000 socios. ¿De ganar este sábado en La Cartuja pasaría el examen de los pantocrátores de la Superliga?

Lo mismo cabe decir del jubiloso Girona. O del Bolonia que dirige Thiago Motta, cuarto en la Serie A. Y a la inversa. ¿Qué hacer con el mítico Ajax, quinto en la liga holandesa, por detrás del Twente y el AZ, que quizá no llenaran medio Bernabéu? En todos los casos, el heroísmo de la debilidad, santo y seña del fútbol de toda la vida al que algunos quieren dejar fuera de su espumoso patio particular. El fútbol es de todos y para todos.

Pobres ricos. No entienden nada.