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La herencia de Messi

Lionel Messi, en un partido con el Inter de Miami.

Lionel Messi, en un partido con el Inter de Miami. / EFE

Jordi Puntí

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El inicio de la liga de Estados Unidos, con el concurso de Messi y su Inter Miami (o Barça Legends), se ha traducido ya en un par de detalles que reflejan su dimensión atemporal. Dentro del campo, verle jugar es casi como entrar en la máquina del tiempo, sobre todo cuando combina con Alba, Suárez y Busquets con la misma precisión de antaño; incluso los rivales parecen admirar de cerca esas jugadas que hemos ovacionado tantas veces, como si su papel de figurantes estuviera definido de antemano. 

Fuera de los estadios, en el mundo del comercio del fútbol, la fama de Messi se percibe en la subasta pública de la servilleta que sirvió como su primer contrato con el FC Barcelona. Al fin y al cabo Estados Unidos es la tierra de los multimillonarios donde todo se puede comprar y vender. Bonhams, la empresa que realiza la subasta, lo anuncia así: “La servilleta que cambió la vida de Messi y de la historia del fútbol”. Precio de salida: unos 350.000 euros.

En un principio la puja estaba prevista para marzo, pero un litigio entre Josep M. Minguella y Horacio Gaggioli (propietario actual del objeto) la ha aplazado hasta el mes de abril. En juego está el futuro de una pieza simbólica cuyo destino lógico siempre había sido el Museu del Barça, y así parece quererlo Minguella, pero Gaggioli la depositó hace años en un banco de Andorra, a la espera de una oferta económica del club y sin contemplar una donación.

Todo este lío me parece una metáfora perfecta del negocio que los agentes hacen, cada vez más, con las promesas juveniles y sus familias, y es relevante que en ese primer contrato profesional de Leo Messi ni siquiera esté su firma. La servilleta, las prisas por firmar en un ultimátum, ahora la subasta: todo sirve para engrandecer un inicio épico.

Quizás el final igualmente épico, ahora, sería que el propio Leo Messi comprara la dichosa servilleta y la donara al club el día de su retirada. Para él esa cifra millonaria son cacahuetes, como se dice en Miami, y además ¿qué magnate o jeque árabe se atrevería a regatear al jugador y robarle sus primeros recuerdos? (Bueno, cuidado con Florentino, claro.)   

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