“¡Mamma mia, Carlos! ¡Mamma mia!”

A 350 Km/h con Emilio Pérez de Rozas

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Emilio Pérez de Rozas

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Si alguien se lo merece es ‘Matador Petit’, como le llaman algunos en el entorno de la F-1. Si alguien se lo merece es este chico educadísimo, que ha crecido a la sombra de un padre que lo ha ganado todo, todo, lo que se ha propuesto en la vida, de un padre que sigue ganando a los 61 años, de un padre que no se separa de él ni el día que le operan de apendicitis en Arabia Saudita.

Si alguien se merece una alegría así, ser, en los últimos 30 grandes premios de F-1, el único piloto (y coche) que ha derrotado en dos ocasiones (Singapur-2023 y Australia-2024) a los poderosísimos Red Bull, es este muchacho encantador, de 29 años, que ha sido capaz de superar la más vertiginosa de las montañas rusas (‘rosse’, dicen en Italia) que se puede vivir en el mundo de la F-1.

Una montaña 'rosse'

Carlos Sainz Júnior ha pasado en las últimas semanas de ser ‘despedido’ de Ferrari (no le renovaron el contrato de cara al 2025) a convertir a la firma de Maranello en la ganadora del Gran Premio de Australia, en Melbourne, ante decenas de miles de locos aficionados al mundo de los monoplazas.

Entre medio, un sube y baja de locura, con el fichaje del británico Lewis Hamilton, al parecer en declive pero con mayor imagen y glamour que él, pasando por su primer podio del año en Baréin, el ataque de apendicitis en Arabia Saudita, su operación, sus tres incisiones en el abdomen, su recuperación, el visto bueno de los doctores de la F-1 para que se subiese a su Ferrari, en Melbourne, y su coronación en el trazado australiano de Albert Park.

“¡Mamma mia, Carlos!”, gritaba todo el equipo rojo del hijo del campeonísimo. “¡La vita è bella, difficile ma bella!”, contestaba Sainz, con la sensación, no solo del deber bien hecho, fantásticamente hecho, eficaz, contundente (“al final, ya me faltaban las fuerzas, la verdad”) y, por descontado, tratándose de un Sainz, sin un solo ápice de venganza, pese a que ya existen demasiados titulares sobrevolando las redes con esa afirmación, falsa en el caso de semejante señor.

Dos auténticos señores

‘Matador Petit’ sabe que tiene la vida resuelta en la F-1. Sabe que todo el mundo lo considera ¡ya! uno de los grandes, uno de esos jóvenes que está llamado a ocupar, curiosamente, buena parte de los podios, de los títulos, de la estela que van dejando pilotos como Hamilton o el mismísimo Fernando Alonso, con quien se le compara continuamente.

Ninguno de los dos señores Sainz es así. Ellos son, padre e hijo, dos inmensos, dos tremendos profesionales, capaces de dedicar su vida, la personal y la deportiva, a intentar ganar subidos a lo que sea.

‘Matador Petit’ arrancó hoy, en Melbourne, subido en esa montaña ‘rosse’ sin saber cómo acabaría su carrera, pero con una determinación única, la de superar a Max Verstappen antes de que se le incendiasen los frenos de las ruedas traseras de su impresionante y (casi) invencible Red Bull. Lo logró con un adelantamiento ‘a lo papá’ en la vuelta 2 y el monoplaza campeón se rompió tres vueltas después.

Misión cumplida. Ahí lo dejo, señores de Maranello. Ustedes sabrán lo que han hecho. Sin duda, una operación de imagen, de negocio, pero escasamente deportiva.

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