Dejen en paz a Pep Guardiola, por favor

Andá pallá Bobo by Emilio Pérez de Rozas

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Emilio Pérez de Rozas

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¿Qué es ser ‘guardiolista’? ¿Ser ‘guardiolista’ significa ser amigo de Pep Guardiola? ¿Significa salir al campo de golf con él, magnífico golfista? ¿Significa cruzar ‘washaps’ con el entrenador del Manchester City? ¿Intercambiar semanalmente correos electrónicos? ¿Quererle? ¿Admirarle? ¿Ir a comer con él a la bodega Sepulveda los pocos días que se acerca a Barcelona? ¿Escribir libros sobre él, sus gestas, sus logros, sus tácticas y la manera que tiene de tratar a sus futbolistas? ¿Ser ‘guardiolista’ significa ser amigo de Manel Estiarte y así estar más cerca del tipo que ‘mea colonia’? ¿Ser ‘guardiolista’ significa ocultar sus cagadas? ¡Hace tan pocas!

Por favor, dejemos en paz a Pep Guardiola, que nunca tuvo nada que ver con esta historia que Xavi Hernández y su entorno, cada vez más viciado y obsesionado con este asunto, con el asunto, dicen, de que los periodistas que aman (futbolísticamente) a Pep Guardiola, el entrenador más grande de la historia del fútbol, están torpedeando la gestión de Xavi, el proyecto de Xavi, el relato de Xavi.

Peor aún, mucho peor: Xavi cree que todo esto ocurre, es decir, que sus victorias no son reconocidas como se reconocieron las de Guardiola, porque Pep, su ‘amigo’ Pep, no ha alzado la mano, ha llamado a los suyos y les ha pedido que levanten el pie de la crítica. De verdad, en serio, hay que estar muy mal, pero mucho, hay que estar muy obsesionado con todo esto, para creer que Guardiola tiene tiempo para esas cosas. Dejemos en paz a Pep Guardiola, por favor, que bastante tiene con lo suyo.

Apuesta equivocada

El problema de Xavi es que ha pasado de ser el mejor centrocampista del mundo a un entrenador que le ha comprado un proyecto imposible a su presidente, Joan Laporta, que es quien le ha permitido, sin quererlo, sin quererle, sin valorarlo, es más, creyéndole un novato, conseguir el sueño de su vida: ser entrenador del Barça. Y, a partir de ahí, para cumplir su sueño, para seguir cumpliendo su ilusión y la de su familia, amigos y ‘staff’ técnico ha decidido jugar, practicar y ganar de una forma que los defensores del cruyffismo (Guardiola solo es uno de los apóstoles, vale, el mejor) no la reconocen como suya, alejada del ADN, una Liga ganada con 1-0 y 0-1, con un portero y un goleador como estrellas, pero cero, cero, fútbol cruyffista.

Ese es el problema de Xavi y los suyos, no el problema de los periodistas que siguen admirando a Guardiola y siguen soñando con que su amado Barça vuelva a jugar como jugaba con el que mea colonia. Xavi aún no se ha dado cuenta de que a él no lo ficharon para que ganase lo que no habían ganado Ronald Koeman o sus antecesores. No, no, no, lo ficharon para que empezase un proyecto que se pareciese, lo máximo posible, al fútbol que enamora a los culés y, sí, a esa crítica guardiolista.

La reflexión que debería hacer Xavi, su familia, sus asesores, sus amigos, su ‘staff’ técnico es si, tres años después de sentarse en el banquillo, su equipo, este equipo, este Barça es lo que él pretendía, lo que él prometió, lo que él vivió como futbolista, si se ajusta o no a los diez mandamientos de la ‘ley de Cruyff’. Él, que conoce mejor la religión cruyffista sabe que este equipo no tiene (casi) nada del Barça soñado, que él y su presidente prometieron.

Xavi y Pep Guardiola se saludan antes del partido benéfico en favor de la ELA entre el FC Barcelona y el Manchester City en el Camp Nou.

Xavi y Pep Guardiola se saludan antes del partido benéfico en favor de la ELA entre el FC Barcelona y el Manchester City en el Camp Nou. / JORDI COTRINA

Y como esa es la auténtica verdad de lo que está ocurriendo, lo que no puede pretender Xavi es que esos críticos cruyffista (no guardiolista, por favor) canten las mil glorias de un equipo que gana como gana este (incluso la Liga) y está cada día jugando de una manera distintas y sacando los resultados a trompicones. El Barça de Xavi, lo siento, no es el Girona de Michel, que pierde ante el Mallorca y, ayer, frente al Getafe, pero pierde con su idea de fútbol, sin renunciar a su identidad. Pierde porque no le da para más y porque, llegado marzo, ya se sabía que eso ocurriría.

Xavi se ha rendido porque ha sido tan ingenuo que pensó que, siendo un ídolo culé y el mejor centrocampista de la historia, le reconocerían los méritos de ganar como fuese. Y no, no, para ganar como fuese, piensan muchos, ya estaban Koeman, Quique Setien y hasta mi amigo del alma Ernesto Valverde. Las críticas al 'Txingurri' sí fueron despiadadas, sí. En teoría (pero esa es la principal mentira de Laporta, otra más, y del propio Xavi), el Barça de la resurrección iba a jugar, y más este año, como el equipo de Guardiola. Hasta que, de pronto, Xavi descubrió que “no tenemos los futbolistas del 2010”.

Ya lo decía Johan

Y eso, que ya lo sabían los periodistas cruyffistas, es lo que ha llevado a Xavi y los suyos a chocar contra la pared y a encararse con los medios de comunicación cada vez que sonaba la flauta y, de pronto, el equipo, de vez en cuando, jugaba como habían prometido. Y es que como le dijo Johan Cruyff a José Bordalás un día, en el hotel de concentración del Barça, en Elche, “si usted quiere ser entrenador, hágame un favor: dígale a su presidente que le fiche buenos futbolistas, los mejores que pueda, son ellos los que ganan”.

Esos periodistas cruyffistas que Xavi conoce personalmente (y mucho) le hubiesen comprado al técnico de Terrassa un proyecto ilusionante, un proyecto realista, un relato inteligente, sabio, listo, canterano, bajo la base de que el crecimiento sería lento, paulatino, pero ajustado a los diez mandamientos de la ley de Cruyff. Pero Xavi, para ser entrenador de su amado Barça, se equivocó, le compró el ‘pit i collons’ a su presidente y los ojos de los cruyffista empezaron a llenarse de legañas y a no verse representados en el juego resultadistas del Barça.

Lo peor de todo, lo tremendamente absurdo de esta historia disparatada, es que Xavi ha lanzado la toalla antes de hora porque no se siente querido por la prensa cruyffista. Yo no me creo, como cuentan, que en el vestuario de la Joan Gamper haya colgada una lista de 25 periodistas odiados, todos cruyffistas, guardiolistas. Entre otras razones, porque no hay 25 periodistas cruyffista, guardiolistas. Pero a Xavi, su familia, sus amigos y su ‘staff’ tienen suficiente con cinco o seis de ellos. Vale, estupendo, pero dejen de disparar al pianista, que nada tiene que ver con la fiesta y los tiros del ‘saloon’.

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