Opinión | BARRACA Y TANGANA

Enrique Ballester

A la hora de la verdad, por Enrique Ballester

Pocos gozos mejores que coronar tu equipo con un gran mediapunta. Son casi un milagro en vida. El unicornio futbolístico

Malas decisiones

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Barraça y tangana de Enrique Ballester.

Barraça y tangana de Enrique Ballester. / El Periódico

Cuando un jugador como Joao Félix aparece en nuestras vidas, se genera siempre la misma pregunta. ¿A la hora de la verdad será un mediapuntita o un mediapunta?

No es fácil ser un gran mediapunta. Es mucho más fácil dejarse engañar por un mediapuntita, uno de esos que juega muy bonito, pero se queda en el artificio. A menudo el matiz que los diferencia es mínimo. El gran mediapunta tiene lo mejor de los centrocampistas y lo mejor de los delanteros. El pase, la visión, el despliegue y la constancia de unos y la verticalidad y el remate de otros. También el regate de un extremo, incluso, algunos. Ni siquiera juega siempre en la posición clásica de mediapunta, pero al final siempre aparece por ahí, movido por la inercia, determinante sin remedio conocido. El gran mediapunta genera y concreta, y además debe ser tan bonito como bueno. Sin embargo, abundan los que son más bonitos que buenos. De esos se dice que son unos magos, y yo he visto muchos. Son unos magos porque desaparecen en primavera, cuando más los necesitas.

Pocos gozos mejores que coronar tu equipo con un gran mediapunta. Son casi un milagro en vida. El unicornio futbolístico. Quizá lo más parecido sean las chanclas con calcetines y los primos. Me gusta el concepto 'primo': tiene lo bueno de los hermanos y lo bueno de los amigos. La fidelidad de unos, pero sin un compromiso excesivo. Un amigo vip, con derecho preferente, pero sin cadenas vitalicias, eso es un primo. En cuanto a lo otro, diré que este verano bajaba a la piscina y me picaban los mosquitos en los tobillos, por lo que empecé a usar chanclas y calcetines, algo que recomiendo porque es supercómodo, más allá de dilemas morales y estéticos. Disfrutabas de lo bueno de llevar chanclas y lo bueno de llevar calcetines. Tesoros vitales: normalmente no encuentras por ahí fortunas del tipo mediapunta o primo.

Te embaucan

Por lo general, las combinaciones suelen ser distintas: lo malo de lo caro + lo malo de lo barato, lo malo de vivir en una ciudad pequeña + lo malo de vivir en una ciudad grande o lo malo de tener jefe + lo malo de no tenerlo. Los mediapuntitas suman lo peor de lo peor: ni trabajan ni deciden. Nadie les dice que no son tan buenos para correr tan poco, y si alguien se lo dice no se dan por aludidos. Igual llevan diez equipos en diez temporadas, pero les sigue funcionando el truco. Te embaucan con un par de controles y con algún detallito, con el típico gol fino con el partido resuelto, y cuando te das cuenta de la farsa suele ser demasiado tarde para ir a denunciarlo a comisaría. Cuando te das cuenta solo hay tiempo para los quejidos: 'Oh, no, Don Fútbol lo ha vuelto a hacer. Me ha vuelto a engañar un mediapuntita. Lo sabía, pero es que le quedaban tan bien las botas blancas, pero es que jugó tan bien en ese Europeo sub-15...'. Mentiras.

Lo peor de lo peor es un estado natural en el fútbol. Mi equipo, el típico club hidalgo que encalla en divisiones bajas, sufrió endémicamente lo peor de un grande -la exigencia desmedida- y lo peor de un pequeño -la ausencia de dinero-. Yo reúno, en un escorzo genético digno de estudio, lo peor de cada una de las ramas de mi árbol genealógico.

Leyéndome la mente, mi hijo Teo propuso un invento mágico el otro día: el 'perrezno'. Lo bueno de los perritos calientes y lo bueno de los torreznos. Es dura la genética. Sin duda tiene madera de mediapuntita.

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