ATLETISMO

Duplantis sube a la nube

Duplantis, al batir el récord mundial.

Duplantis, al batir el récord mundial. / periodico

Gerardo Prieto

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Un verano atípico y 14 intentos después, el joven Armand “Mondo” Duplantis logra por fin ser el mejor de siempre (aire libre y pista cubierta) en el salto con pértiga. El récord que le faltaba, al aire libre, lo consiguió por fin el pasado jueves en el olímpico de Roma. La nueva plusmarca universal (6,15 metros) supera después de 26 años el viejo récord de “Zar “ Serguéi Bubka.

Duplantis  ha recorrido durante el verano media  Europa cargado con sus pértigas. Comenzó por participar el 11 de junio  en  la reunión de Oslo, luego en Gotemburgo, pasando por Karsltad,  Mónaco, Upsala, Estocolmo, Lausana, Berlín…hasta el pasado jueves, 17 de septiembre, en Roma, en donde acaba de obtener un buen premio a la constancia.

Triunfar no es fácil, incluso para un diamante de este deporte. Hasta en 14 ocasiones había fracasado el atleta sueco en su intento por superar los 6,15 metros durante la presente temporada al aire libre. Un centímetro más que  los 6,14 del ucraniano en 1994, cuando el acróbata del récord mundial centímetro a centímetro lograba superar  su último listón en la altitud de Sestrieres.  Para Mondo (mundo en sueco), el centímetro de más en Roma puede ser el primero de una serie que se adivina larga dada su juventud (21 años) y su facilidad para manejar la garrocha.

Un fuera de serie

Antes del confinamiento del pasado mes de Marzo, Duplantis realizó dos saltos prodigiosos en pista cubierta, en febrero. En Polonia derribó el récord (6,16) bajo techo que también tenía Bubka, como no. Por un centímetro (6,17). En Glasgow rebasó a la segunda los 6,18 y mejoró por tanto otro centímetro a su propio tope mundial bajo techo.

 Como el ucraniano, el sueco nacido en los Estados Unidos mejora saltando a cubierto, lo que demuestra la enorme dificultad técnica que conlleva esta especialidad al aire libre. Bubka fue un perfeccionista, obsesionado con mejorar su técnica en cada salto. Al pequeño  Duplantis, la técnica parece que le viene de familia, aunque él sea un fuera de serie.

El joven Armand Duplantis da la sensación de saltar con suma facilidad, con la naturalidad de un niño, asomado ahora a la nebulosa del límite humano. Nacido con el cambio de milenio, el pequeño Armand ya saltaba con cuatro años de edad empuñando una garrocha tuneada por su padre en el jardín que los Duplantis. El patriarca Greg Duplantis fue un destacado saltador  con una mejor marca de  5,80 metros en los años ochenta, la década en la que irrumpió el fenómeno ucraniano Serguéi Bubka, el pertiguista del Siglo XX.

Catapultado por su padre

Papá Duplantis acondicionó el backyard de su casa en Luisiana para que sus tres hijos aprendieran a brincar sobre la colchoneta empujados por una garrocha. Para el pequeño Armand, su progenitor diseñó una pértiga especial porque su físico no daba para doblarlas. Sentirse catapultado es fundamental para dominar esta especialidad. Al parecer, el peque le ponía más entusiasmo que nadie, y con 7 años quería ser el mejor del “Mondo” y conseguir el récord.

El nuevo plusmarquista está física y técnicamente alejado del mítico Bubka, pero salta a la vista que eso no supone un impedimento para triunfar en esta complicada especialidad. Ambas progresiones dan fe de la calidad de dos pertiguistas extraordinarios. El ucraniano mejoró el récord en 17 ocasiones al aire libre y 18 en pista cubierta, centímetro a centímetro a partir de 6,05. El pequeño Duplantis ha ido en progresión, mejorando casi cada año, hasta subirse a una nube a la que solo llega él. Sus registros se han elevado a medida que su físico se ha hecho más rápido y más fuerte con la edad y el entrenamiento.

Bubka también usaba pértigas de fibra que solo doblaba él. Poseía un físico poderoso y los entrenadores de la extinguida URSS le formaron técnicamente en un nivel de exigencia altísimo. Sufría para ser el mejor. Duplantis, sin embargo,  transmite lo contrario. Parece disfrutar con un oficio que aprendió jugando y que ejecuta con naturalidad. Y con el atrevimiento de los 21 años.