ANÁLISIS

"A mí me ganó el mejor del mundo"

Ver a mi amigo Eliud Kipchoge destrozar el récord del mundo ha sido una alegría que casi me arranca alguna lágrima

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zentauroepp45056690 kenya s eliud kipchoge celebrates on the podium with a wreat180916203200 / AFP / JOHN MACDOUGALL

Marc Roig Tió

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A la mayoría de los mortales no nos gusta perder. Pero si hay que perder, lo mejor es perder contra alguien muy bueno; y, puestos a pedir, que sea el mejor del mundo. Así nuestra derrota parece que cobra algo más de valor. A mí me pasó el 30 de marzo del lejano 2003. Fue en la ciudad suiza de Lausana, durante el campeonato del mundo de cross. En la carrera júnior, sin demasiada experiencia, terminé en la 69ª posición. Pero, claro, el ganador se llamaba Eliud Kipchoge. Eso consuela a cualquiera, ¿no?

Lo cierto es que desde ese año 2003, el nombre de Eliud Kipchoge pasó a estar en mi punto de mira; no para llegar a ser como él (seamos sinceros) pero sí para aprender, gozar. Solo unos meses después, Eliud se proclamó campeón del mundo absoluto de 5.000 metros por delante de Kenenisa Bekele y de Hicham El Guerrouj. Era mi ídolo ya. 

Durante los siguientes años, para no alargar mucho la historia, él consiguió éxitos meritorios y yo iba tirando. Un espejismo sucedió durante la eDreams Mitja Marató de Barcelona del año 2013. Eliud, como es normal, ganó la carrera. Y yo, con la fortuna de que había muy pocos atletas africanos en aquella edición, conseguí la tercera posición. Podría haberme desanimado por la aparente derrota pero, claro, si te gana el mejor del mundo… uno se termina por consolar. 

El trabajo soñado

Y así llegamos hasta el 2016: ya no somos rivales, somos ¡¡compañeros de entrenamiento!! Mi vida laboral me llevó a Kenia en enero de ese año para trabajar como fisioterapeuta de los atletas del mánager Jos Hermens. Un trabajo soñado, no lo voy a negar. Y un trabajo flexible; tan flexible que durante los entrenamientos no hace falta estar mirando, se puede participar. 

El método keniano consiste en entrenar a las seis de la mañana. A esa hora ningún atleta necesita que le des masaje. La dicotomía está servida: ¿te quedas en la cama o te unes a ellos? Y así sudamos la camiseta juntos, aunque cada uno a su ritmo.

En estos dos años en Kenia he hecho de todo con Eliud; hasta prepararle bizcochos caseros

En estos dos años he hecho de todo junto a él: como fisioterapeuta, le he dado masajes, le he ayudado con ejercicios de refuerzo general, le he tirado alguna que otra serie (esta es la parte más excitante de todo mi trabajo), le he medido la concentración salina del sudor, he conducido el coche haciendo de liebre simulando las condiciones que tendría en Monza durante el proyecto Breaking2, he conducido también durante las tiradas largas para que el fotógrafo del NN Running Team captara los mejores momentos del esfuerzo, he hecho vídeos con mi móvil que se han convertido en virales (por el tirón que tiene Eliud, no por la calidad del vídeo), he plantado un árbol en el training camp de Kaptagat, le he regalado un libro ('La increíble caminata', de Slavomir Rawicz) para la biblioteca que inició en el campo y le he preparado un bizcocho casero alguna que otra vez, porque sé que le gustan. 

Verle destrozar el récord del mundo en Berlín ha sido una sensación placentera que casi me arranca alguna lágrima. Porque conozco esa mirada de concentración y esa sonrisa de euforia que he visto cuando ha cruzado la meta. A mí me ganó el mejor del mundo, lo cual me hace sentir tontamente feliz. A mí me ganó mi amigo, lo cual me hace sentir afortunado.

Marc Roig Tió es fisioterapeuta