ABIERTO DE EEUU

Osaka conquista su primer grande ante una lamentable Serena Williams

Serena Williams, encarándose al juez Brian Earley.

Serena Williams, encarándose al juez Brian Earley. / sr

Idoya Noain / Nueva York

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Corría el siglo XX, el año 1999 para ser más exactos, cuando una joven jugadora negra de 18 años ganaba el Abierto de Estados Unidos. Era Serena Williams, la mujer que en las siguientes casi dos décadas ha sido la fuerza dominante del tenis, su historia. Este sábado, a los 36 años, Williams se disponía a agrandar aún más su leyenda, a igualar con su 24 grande el récord de Margaret Court y sellar un retorno a la gloria un año después de haber rozado la muerte por complicaciones tras su maternidad. Muy al contrario ha empequeñecido esa leyenda.

Conforme en la pista Arthur Ashe explotaban la fuerza y el talento de Naomi Osaka, la tenista japonesa de 20 años que hasta el sábado era la jugadora número 20 del mundo, Williams ha ofrecido un lamentable espectáculo de desesperación y falta de respeto a su joven y brillante rival, escalando hasta el ridículo un enfrentamiento con el juez de silla Carlos Ramos, devaluando el partido y desluciendo la victoria inapelable por 6-2, 6-4 de Osaka, campeona en su primera final de Grand Slam.

Para Osaka el sueño de luchar con su ídolo en Nueva York se volvió realidad y, aunque educadamente no quiera hablar públicamente de ello, también pesadilla. Y la japonesa (primera representante del país con un grande, tanto en tenis masculino como femenino) arrancó de forma maravillosa. Rompió dos veces el servicio a Serena, salvó las dos bolas de break que tuvo en contra. Y con gran tenis y madurez y frialdal mental llegó al 6-2.

La debacle de Serena

En el segundo set empezó a escalar la debacle de Serena. En el segundo juego, tras una advertencia por haber recibido mensajes de su entrenador, prohibidos, Williams se acercó al juez de silla, el portugués Ramos. Negó la mayor y le dijo: “Antes pierdo que hacer trampas”. En el descanso tras el tercer juego volvió a conversar desde la silla con Ramos, insistiéndole: "Nunca he recibido una sanción por 'coaching'. No lo hago".

Tras romper en el cuarto juego a Osaka, Williams perdió su siguiente servicio, en el que cometió dos dobles faltas, y estrelló furiosa la raqueta, lo que le valió una segunda advertencia y con ello la multa de un punto. Y cuando ha visto el 0-15 en el marcador, Williams ha vuelto a incendiarse. Se ha acercado a Ramos y ha insistido: "No he hecho trampas en mi vida", "me debes una disculpa", "tengo una hija y defiendo lo que es correcto. Tú no vas a arbitrar más cuando yo esté en la cancha".

Nada tenía ya marcha atrás. En otro momento, Williams llamó  "ladrón" y mentiroso" al juez Ramos, que le dio la tercera  amonestación, esta vez por "abuso verbal", lo que costó un juego de penalización a la estadounidense y puso el marcador en 3-5. Cuando Serena se dió cuenta volvió hacia Ramos y pidió hablar con el responsable arbitral del torneo, que salió a la pista con la supervisora del Grand Slam."Esto no es justo", clamó, justo antes de lanzar la acusación de sexismo. "Hay muchos hombres que han dicho cosas mucho peores y no los sancionan porque son hombres. Esto me lo hacen porque soy mujer". 

Volvió a jugarse, como en prácticamente todo el segundo set en un Arthur Ashe donde los abucheos se hicieron constantes, con muchos de los 24.000 espectadores perdiéndose los detalles de lo que estaba ocurriendo pero entregados a una atronadora queja sonora. Y aunque Williams logró mantener su servicio, pronto Osaka selló el 6-4 definitivo. En una hora y 19 minutos había tocado el cielo pero las lágrimas no dejaron de rodar por sus mejillas, ni siquiera cuando llegó la ceremonia de entrega de premios. Fue ahí donde Serena tuvo el primer gesto generoso con ella, pidiendo al público que dejara de abuchear y abrazándola. Pero la joven Osaka, que durante el partido había demostrado su fortaleza mental, y había conseguido aislarse  al tumultuoso ambiente y a la tensión entre Williams y Ramos y mantener la concentración hasta ganar, seguía llorando. Refugió su cara bajo una visera. Y lo primero que hizo al dirigirse al público fue pedir disculpas.

Lo que se vio en Arthur Ashe hizo la leyenda de Williams pequeña y su actitud deslució el triunfo de una rival que había sido superior. Osaka, con un brillante futuro por delante y un cheque de 3,8 millones de dólares, se merecía más, especialmente de una mujer que idolatraba. Y aunque ahora la joven que escalará hasta el puesto 7 en el ránking ya es su propia estrella, con un grande, su brillo en su gran día ha sido eclipsado.

En la rueda de prensa Serena insistió en sus acusaciones de sexismo, que han calado entre muchos en EEUU, como demostraron mensajes en las redes sociales dando validez a esos argumentos (aunque Ramos no tuvo que sancionar a la otra mujer que jugaba el partido). Ha habido medios que han señalado al juez de silla como responsable del triste espectáculo. Y también lo ha hecho el entrenador de Williams, Pat Mouratoglou. Este, contrario a lo que dijo y reiteró Serena, reconoció que sí le había dado indicaciones, pero también argumentó que todo el mundo lo hace y dijo que no hacía falta la sanción.