LA JORNADA DE LIGA

Un Barça más reconocible en el Coliseum (0-2)

El equipo liquida al Getafe con una lección de Busquets y Sergi Roberto junto a un monumental y mágico Neymar

Alves abraza a Neymar tras marcar este el segundo gol del Barça en Getafe.

Alves abraza a Neymar tras marcar este el segundo gol del Barça en Getafe. / periodico

MARCOS LÓPEZ / GETAFE

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Tuvo el control, rescató la pelota, gozó de un exquisito Neymar, desequilibrante y generoso siendo el pichichi de la Liga con 9 goles, terminó con la portería a cero y, al mismo tiempo, descubrió que Sergi Roberto tiene aires de 'jugadorazo'. Una noche completa en Getafe para el Barcelona. Una noche para reencontrarse consigo mismo demostrando que hay cosas que no se pueden olvidar. A la espera de que vuelva Messi, si está para el clásico bien y si no no toca forzar, Neymar y Suárez dejaron que su amigo viera tranquilo el triunfo desde su casa.

Sin ser el Barça exuberante de los centrocampistas, con aquel trío que nunca se vio antes (BusquetsXavi e Iniesta, que regresó tras la lesión) ni se verá tampoco después, en Getafe sí recuperó, al menos, el control. No está la 'santísima trinidad' ni tampoco se debe vivir de su inmenso legado, ubicados como están los tres en el panteón de los grandes pensadores del fútbol mundial, pero en Getafe se vio algo que sí se parecía al Barça. Tenía la pelota, con Busquets transformado en una poliza de seguro, bailando sobre ella como si estuviera tomándose una coca cola con sus amigos de Badía del Vallés, mientras Sergi Roberto, tal pura sangre, iba y venía con poderío y, sobre todo, con inteligencia.

PITOS A PIQUÉ

No se había llegado al primer minuto de partido en el frío y desangelado Coliseum Alfonso Pérez, con muchas sillas azules vacías como es tradición, y el Barça destrozó al Getafe impulsado en su poderosa banda izquierda. Tensó el pase Mathieu para evitar la presión enemiga, cabalgó Sergi Roberto e hipnotizó Neymar con su fútbol. Pero Munir no remató bien. Era el primer aviso. El carril estaba ya abierto. Era cuestión de tiempo. Aunque en el camino hacia el gol azulgrana hubiera un par de sustos, especialmente el de Stefen Scepovic, quien aprovechó un error en el flanco derecho de la zaga de Luis Enrique. A Piqué, como también es tradición, le pitaron desde el primer instante.

Poco a poco, y de manera astuta, el Barça fue arrinconando al Getafe con 'Busi' convertido en el amo del equipo. Ni más, ni menos. Él como líder y capitán, luciendo el mismo brazalete que exhibió Adriano el miércoles en la Copa. Líder futbolístico con una capacidad maravillosa para interpretar el juego, con un radar para descifrar el momento adecuado para ejecutar la presión.

Presionaba con fiereza, como si fuera uno de esos especialistas defensivos llenos de músculo, se llevaba la pelota a su territorio, fusionaba al Barça su fútbol con tanto criterio que poco a poco atolondró al Getafe. Pero no estaba solo Busquets. Ni mucho menos.

En el nuevo o viejo Barça de los centrocampistas emergió, de nuevo, la silueta poderosa de Sergi Roberto, un chico que vale para todo.

En el 0-1 se dibujaron tantos exquisitos detalles técnicos que el gol se transformó en una delicia. La presión azulgrana para robar el balón en campo azulado y despejar el camino para el regate eléctrico de Neymar. Regate y aceleración desnudando a Damián antes de que Sergi Roberto decidiera inventarse una asistencia de mago. Se alejó del balón para generarle el espacio a Suárez, a quien regaló un gol maravilloso. Sutil y preciso el delantero uruguayo, demoledor como 'nueve', impreciso, eso sí, cuando le toca pensar demasiado.

Al contragolpe

Si el 0-1 fue un espectáculo visual inolvidable, si no lo han visto aún recuperen, por favor, la jugada. Pero de inicio a fin. Si el 0-1 fue bello, el 0-2 fue diferente, aunque igual de contundente. Era el Barça, pero parecía el Madrid. Córner a favor del Getafe que terminó con Guaita, el meta azulado, preguntándose ¡qué demonios! había pasado delante de sus ojos. Muy sencillo. Bravo agarró la pelota, sacó para que Sergi Roberto cabalgara con elegancia de área a área para que Neymar enganchara un zurdazo que liquidaba el partido. Todo ocurrió tan rápido que ni se enteraron los defensas.

Un gol de puro contragolpe el segundo. Otro, el primero, de pura creación. Así, mezclando vías diferentes, el Barça cerró un partido sin reproche alguno en el que apenas se vio a Bravo, pero disfrutó de un monumental Neymar, el otro líder de un equipo que se encontró a sí mismo.