Las semifinales de la Copa
Cesc, gol y asistencia
Cesc vuelve a ser feliz. No solo por su gol al Valencia, llegando casi desde atrás, desde Londres, dejando en evidencia el trote de Miguel, un lateral derecho nada rápido, tras conectarse con su amigo Messi con una simple mirada. La felicidad de Cesc (15 goles y 11 asistencias) no se medía únicamente por ese valioso tanto sino porque volvió a pisar el área. Como si ese largo mes que separa su gol en Cornellà (un imponente cabezazo que abatió a Cristian Álvarez) al que logró ante Diego Alves hubiera significado un retorno a la melancolía.
Así lo pareció. Así lo fue en realidad. Fue el propio Cesc quien confesó que «si no marco un gol parece que juego mal». El problema era, además, que no llegaba a las posiciones de remate con la frescura que tenía en un descomunal inicio de temporada. Entonces, más que un interior o un todocampista o un anárquico, como era en el Arsenal, parecía un burocrático volante (a veces diestro, en ocasiones zurdo), pero sin el alma que desprende en cada segundo de su fútbol.
Anoche, sin embargo, todo resultó distinto. Demasiados partidos (seis), demasiadas semanas (un mes), demasiado tiempo sin ser Cesc. Sin ser quien es. Ese que venía, en teoría, para cortar la ascensión de Thiago (ambos coincidieron de titulares ante el Valencia) y que podía convivir con Xavi. Por eso, Cesc , un chico con suerte (al fin pudo volver a su casa), estaba exultante.«Lo que merece este club es estar en finales. Hay gente que quiere desprestigiar esta competición, pero nosotros no. Es algo fantástico», comentó el exjugador del Arsenal.
«Sabemos que no teníamos a casi nadie, pero poco a poco están volviendo jugadores, La vuelta de Iniesta es algo fantástico, nos da mucha vida»,añadió después, quien le da igual donde se dispute esa final con el Athletic.
«Será una final bonita, seguro. Tenemos un respeto enorme al Athletic», recalcó Cesc después de recibir una generosa y merecida ovación del Camp Nou. No solo porque dejó paso a Iniesta, a quien se le echa siempre de menos, sino porque en su gol, el 1-0, conectó con la imagen fresca, lozana, contagiosa de sus primeras semanas. Fue Cesc quien leyó con astucia ese inmenso pase de Messi. Fue Cesc quien aprovechó el único error, tal vez, de Diego Alves, un portero monumental. Dudó un segundo y Cesc, con una dulzura exquisita, acarició el balón hacia el aire de la fría Barcelona para que reposara delicadamente sobre la red ché.
Tras ese gran gol, Cesc se topó con Diego Alves, pero descubrió con otro sutil pase, al primer toque, a Xavi para completar un partido majestuoso. No, no tan solo por lo que hizo, que fue mucho, sino porque Cesc se reencontró finalmente con Cesc.
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