LA DESPEDIDA DEL PORTUGUÉS DE BARCELONA

Nocturnidad y alevosía

Mourinho esperó de madrugada al árbitro Teixeira Vitienes para increparle en el párking del Camp Nou

MARCOS LÓPEZ
BARCELONA

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Terminado el clásico, ya de madrugada, dos fotógrafos deMundo Deportivo (Pere Puntí y Manel Montilla) desfilaban cansados hacia el aparcamiento del Camp Nou. Caminaban arrastrando sus pesadas bolsas de máquinas, objetivos y ordenadores portátiles por las entrañas subterráneas del estadio en busca del párking exterior para volver a casa. De repente, toparon con un hombre vestido en chándal blanco, con escudo del Madrid, que jugueteaba con el móvil entre sus manos.

Sí, era José Mourinho. Recostado en un coche, mientras el autocar del Madrid, ya con los jugadores dentro, aguardaba para salir camino del aeropuerto del Prat. Estaban todos acomodados: jugadores, técnicos, auxiliares. Pero faltaba Mou.

Hacía más de una hora que había terminado el partido, pero Mou estaba, con su chándal blanco, apoyado en el coche del árbitro, aguardando a cumplir la última misión de la noche. De la noche en que tuvo al Barça de Guardiola entre sus manos, como en la vuelta de la Supercopa, se le escurrió al final. Una vez más.

Foto de recuerdo

Entonces,Mouparecía estar tranquilo. Hasta charló amigablemente con Montilla, a quien conocía de antiguos encuentros, tanto en su época en el Chelsea como en la del Inter, mientras Puntí aprovechaba para obtener una foto de recuerdo. Cumplido ese trámite, ambos fotoperiodistas abandonaban el túnel camino de sus vehículos dándole la espalda a Mourinho. El portugués seguía con las manos escondidas en los bolsillos del chándal. Sin moverse del coche. Aguardaba a alguien.

A Puntí, antes de irse, le dio tiempo a disparar su cámara para captar la imagen de un técnico solitario en la zona de árbitros del Camp Nou. Es la foto que ilustra esta página, más frecuentes en campos de Regional que en templos de Champions como el Camp Nou. Luego, Puntí recogió y se marchó con Montilla.

De pronto, ambos escucharon unos gritos. Y se giraron rápidamente.«¡Vaya artista eres!», chilló Mourinho mientras Teixeira Vitienes, árbitro cántabro de 41 años, abría el maletero para meter su equipaje. No iba solo, estaba acompañado por sus auxiliares. Al verlos, el hombre tranquilo se mutó. Al fin, tanto Puntí como Montilla entendieron qué hacía allí abajo, con el autocar preparado para partir. Pero sin salir aún.«¡Cómo te gusta joder a los profesionales! ¡Cómo te gusta!», gritó desencajado hasta tres veces. ¿Y Teixeira? Hizo que no lo oía. No escribió tampoco ningún anexo al acta.