El estreno en el Camp Nou

El rey se duerme

El Barça llega tarde a la cita con el Milan y se deja empatar otra vez al marcharse antes de hora

Cesc y Busquets muestran su decepción, ayer al final del partido.

Cesc y Busquets muestran su decepción, ayer al final del partido.

DAVID TORRAS
BARCELONA

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En el regreso de la Champions la corona del rey de Europa no brilló como en Wembley. El Barça no está hoy como cuando se puso a bailar delante del Manchester y anoche dejó respirar al viejo Milan (2-2) cuando hacía horas que se había quedado sin aire. Pero más italiano que ninguno, moribundo y a rastras, sobrevivió a tanta clemencia azulgrana. Al principio y al final, en el primer minuto y en el último, dos instantes que dejaron helado a un equipo que llegó tarde al partido y se marchó antes de tiempo.

Un equipo que se comporta con la grandeza de siempre, pero que por momentos parece un desconocido por más que salvo en dos minutos tuviera al Milan de rodillas. Siempre le faltó algo y le sobró una mala defensa, una exceso de toque y la eterna suerte italiana. Tres remates, dos goles. Un extraño que ha dejado de lado señas de identidad irrenunciables, una herejía que ha pagado cara. Más despistes y otro empate. Ocurrió en Anoeta y se repitió anoche para asombro de un Camp Nou que se acostó preguntándose qué demonios está pasando.

Después de ganar dos títulos, y sobre todo después de la exhibición ante el Villarreal, de la irrupción de Cesc, de la resurrección de Messi tras el tormento de Argentina, el Barça ha perdido una parte del guión y no hay manera de que recupere esos detalles para desespero de Guardiola, que cuatro días ha enterrado el recuerdo de la medalla de oro del Parlament. Justo la esencia del mensaje que lanzó, la del trabajo, ha perdido peso por más el equipo mantenga su honestidad y en el subterráneo de su despacho siga sintiendo ese chasquido que le hace saber que ganarán. Y seguirá escuchándolo días tras día. Es legítimo pensar que volverán a hacerlo porque juegan sobre un inmenso colchón de confianza, pero, más que nunca, a él y a todos les tocará cumplir la metáfora de levantarse temprano y ponerse a trabajar.

LESIÓN DE INIESTA / El Barça ha perdido luminosidad, con unas cuantas piezas oscurecidas y, por el camino, han caído dos de los que mejor estaban: Alexis y ayer Iniesta. La Real Sociedad le empató por piernas. El Milan no necesitó correr. No podía e incluso así le valió para darle un toque a esa corona. En condiciones normales, se habría llevado un meneo. Con el Barça de siempre, con el Barça que persiste, persiste y persiste. El de anoche, como el de Donostia, dejó las cosas a medias.

Fue un final inmerecido, es cierto, pero fue el castigo por no cerrar un partido que empezó cuesta arriba. Todavía resonaba la musiquilla de la Champions y Valdés ya estaba recogiendo el balón de la red. Lo nunca visto. El Camp Nou se frotaba los ojos ante ese golpe de Pato a los 24 segundos, ¡24 segundos!, pero acto seguido se alzó para hacerles saber a los suyos que ahí estaba, para arrimar el hombro y lo que hiciera falta. En otros tiempos, ese sopapo le habría dejado groggy y un montó de culés hubieran empezado a removerse inquietos en la silla. Ya no. Hace tiempo que las dudas y los malos pensamientos quedaron atrás. El Barça de Guardiola ha acabado con eso y mucho más, y estos dos resbalones no echan por tierra tres años de honestidad.

ACOSO INTERMINABLE / Al chispazo de Pato siguió un largo acoso que dejó al Milan encerrado dentro del área, sintiendo el peso de los años en cada resoplido, detrás de un balón que no dejó de moverse tal que un ataque de balonmano. No era fácil encontrar un agujero, pero Messi fabricó uno él solito y de la nada le regaló un gol a Pedro. Y así siguió hasta el final. Villa compensó otra floja actuación al marcar de falta el empate. Necesitaba el gol, pero también necesita un poco de luz.

El rey se había puesto la corona otra vez en su sitio, y ya no había nada que temer. El Milan no salía de su guarida, y bastante tenía con agradecer no quedar peor parado. Faltaba el gol de Messi. Siempre falta el gol de Messi. Y anoche se le esperó, y se le esperó , mientras se celebraba el regreso de Puyol. Ya solo quedaba irse a dormir. Pero no tan pronto.