Talentos de ida y vuelta

La movilidad de los científicos africanos puede traducirse en desarrollo

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Michele Catanzaro y Marco Boscolo

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La historia de la agrónoma ugandesa Elizabeth Kizito es un ejemplo de que África no tiene por qué ser víctima de una constante sangría de talento hacia el norte. Su caso muestra que la movilidad de los científicos africanos se pueden traducir en desarrollo para el continente.

"Quizás Uganda no tenga las mejores infraestructuras –admite Kizito, que trabajó en Suecia durante su doctorado antes de su experiencia en España–. Sin embargo, cuando vuelves tienes que pensar que lo haces para cambiar algo. La pregunta es cómo puedes hacer lo mejor en las circunstancias que tienes", reflexiona la investigadora.

¿Cómo de representativa es su historia? Entre los expertos hay consenso en que el norte se está beneficiando de algunos de los mejores talentos de África. "La prosperidad de Estados Unidos depende mucho de las inmigración. Una gran parte de las empresas de Silicon Valley han sido creadas por migrantes", afirma Wanjiru Kamau-Rutenberg, directora de AWARD (African Women in Agricultural Research and Development), una organización emplazada en Nairobi (Kenya) que apoya con becas y formación a las agrónomas africanas.

Fuga de cerebros

Los datos sobre la movilidad de los científicos africanos son fragmentarios. Un informe de Naciones Unidas del 2013 afirma que uno de cada nueve africanos con educación universitaria –casi tres millones de personas– vivía en países desarrollados, y que esta proporción crecía en África más que en todos los otros continentes. Datos de la Unión Africana apuntan a que África pierde 70.000 profesionales cada año.

"Pra los africanos de talento, obtener una beca para ir a EEUU o Europa es el santo grial", dice la directora del Mawazo Institute de Nairobi

Después de los procesos de independencia, hubo universidades que eran faros intelectuales, pero han languidecido. "Hoy, para las personas de talento obtener una beca [para ir a Estados Unidos o Europa] es el santo grial", afirma Rose Mutiso, directora del Mawazo Institute de Nairobi, que impulsa con subvenciones y programas de entrenamiento el liderazgo de las académicas africanas. "Hay mucho talento que no puede irse al extranjero. Hay que trabajar para que quienes se quedan tengan oportunidades", afirma Mutiso.

Kamau hace algunos matices. "La fuga de cerebros es un concepto del siglo pasado, que desata emociones. En realidad la gente que se va no corta los puentes: basta con pensar en la importancia de los envíos de dinero", argumenta. Por ejemplo, cuando residía en Estados Unidos, Kamau creó una oenegé para apoyar a mujeres africanas.

La experta apunta, además, a un cambio de flujos: la movilidad entre países del sur está aumentando y China es un destino emergente. "Algunos gobiernos europeos no quieren que sus países sean el sitio adonde la gente va a buscar oportunidades. Esto va a tener un coste: Europa no debería dar por descontado su sitio en el mundo", alerta.

Mujeres en movimiento

"Las mujeres africanas han sido siempre móviles. Nuestras abuelas producían comida, y viajaban largas distancias para venderla a otras comunidades. La idea de estar en casa se importó durante el colonialismo", argumenta Kamau. "Aún hoy las científicas reconocen que la exposición al mundo es importante, pero no hay suficientes oportunidades", afirma.

"El papel de la familia es determinante. Las mujeres están muy conectadas a sus hijos. No es necesariamente algo negativo, las sociedades occidentales son más individualistas. Pero es algo a tener en cuenta", afirma Mutiso.

Kizito está de acuerdo. "Cuando acabas la universidad, es el momento de empezar a crear una familia y muchos programas de formación no lo tienen en cuenta. Yo tuve mi primer hijo durante el doctorado y mi programa en Suecia me proporcionó una guardería", explica. "Nuestra universidad tiene guardería", afirma Kizito con orgullo, enseñando el cartel que reza Kids Care, justo al lado de su laboratorio en la Uganda Christian University.