¿No sigue ya la serie 'el procés? sepa por qué

Perdidos

Si el llamado 'procés català' fuera una serie de televisión, que a veces, vista la parrilla informativa, lo parece, puede que sus mejores temporadas hayan ya quedado atrás. He aquí cinco voces que explican el declive de la audiencia.

Políticos catalanes perdidos

Políticos catalanes perdidos / periodico

CARLES COLS

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El llamado 'procés', que a estas alturas no necesita muchas presentaciones, ha tenido, hay que admitirlo, extraordinarios 'cliffhangers', un recurso narrativo indispensable en el cómic por entregas, también en la literatura 'pulp' y, desde que están de moda, en las series de televisión. Un 'cliffhanger' es, por situar el término en su traducción literal, dejar al protagonista colgado de un acantilado en la última viñeta de la página o, visto desde la perspectiva contraria, mantener en vilo al lector con un cebo irresistible. La obra de Hergé al completo es un deliciosa sucesión de 'cliffhangers'. Miguel de Cervantes, poca broma con ello, echó mano del 'cliffhanger' entre los capítulos VIII y IX de 'Don Quijote de la Mancha'. La convocatoria de una consulta independentista para el 9 de noviembre del 2014, por ir ya al grano, fue un colosal 'cliffhanger' político, pero también fue, y aquí viene ahora otro término que los más seriófilos tal vez conozcan, el 'jump' de 'sharkdel 'procés'.

EL MOMENTO CULMINANTE

Un 'jump de shark', si de series de televisión se trata, es el momento culminante, aquel capítulo a partir del cual, para pena de la cadena de televisión, la audiencia decae y sobreviene el desinterés. A 'Perdidos', serie icónica, le sucedió por ejemplo en el capítulo 86 de los 121 totales, cuando Benjamin Linus consigue literalmente que desaparezca la isla donde todo acontece. ¿Es ese el caso del 'procés'? ¿Puede ser que una porción indeterminada de la población catalana sea ya impermeable a la información sobre esta materia? Si así es, que es la tesis de partida, lo que a continuación viene es una búsqueda de las causas de esa indiferencia o hastío. Las posibles respuestas no las ofrecen los políticos. Eso sería lo fácil. El propósito es que un neurocientífico, una filósofa, un antropólogo, un historiador y, por qué no, un guionista de televisión en racha ofrezcan una explicación a esa suerte de reacción alérgica a una cuestión que, si es cierto todo lo que de ella se dice, no debería ser menospreciada.

No está de más recordar muy brevemente cómo de altas están las espadas dialécticas. El bando constitucionalista ha llegado a sostener que Catalunya terminará aislada como una Albania de Enver Hoxha (lo dijo el expresidente Felipe González) o, peor aún, indefensa ante el terrorismo yihadista (lo sostuvo el ministro Jorge Fernández Díaz). El bando independentista no se queda corto. Augura que una marcha atrás a estas alturas comportaría la destrucción cultural de Catalunya. No es poco. Pero nada supera al ministro José Manuel García-Margallo cuando avisó de que Catalunya "vagaría por el espacio por los siglos de los siglos".

La explicación de esa indiferencia ante tan gruesos argumentos hay que ir a buscarla directamente al sistema nervioso central, apunta el catedrático en psicobiología Ignacio Morgado: "En psicología se conoce como habituación a la capacidad del cerebro de ignorar un estímulo o idea cuando se repite de forma constante". La comparación que utiliza es la perforadora que hace ruido en la calle mientras uno trabaja. «Al principio molesta, pero al cabo de un rato ya no se le hace caso, aunque no dejemos de oírla, como pone de manifiesto el alivio que sentimos cuando deja de funcionar».

CATALUNYA ES UNA TERTULIA

¿Es el 'procés' una máquina perforadora? Bueno, como mínimo se puede aceptar que durante los últimos cinco años, como poco, su presencia en el menú informativo, tanto de noticiarios como de mesa de opinión, ha sido permanente. Día, tarde y noche. Se podrá discutir si Catalunya es o no una nación. De lo que no cabe duda es que Catalunya ha sido todo este tiempo una tertulia.

En 1991, el sociólogo francés Jean Baudrillard publicó un provocador ensayo que tituló 'La guerra del Golfo no ha tenido lugar'. De Baudrillard hay que recordar de antemano que nunca ha merecido el unánime respeto de sus colegas, que a veces le tratan como si fuera un trilero de la intelectualidad. Sus tesis son muchas, pero la que viene al caso es aquella en la que sostenía que la guerra de Occidente contra Irak fue sobre todo un contenido televisivo y no una contienda real sobre el campo de batalla. Los medios de comunicación crearon, vino a decir, una hiperrealidad adaptada a los gustos de la audiencia, a veces por la vía de la saturación. En aquel controvertido libro hay un párrafo delicioso y oportuno. El autor repesca el argumento de una película, 'L'italien des roses', de Charles Matton. "El protagonista duda durante una hora y media si tirarse al vacío desde lo alto de un edificio, ante una multitud pendiente de sus gestos, primero, y decepcionada y hastiada por el suspense, después, exactamente igual que nosotros ahora por el chantaje de los medios de comunicación y la estafa de la guerra", denunciaba Baudrillard en aquel libro.

Esa multitud que termina cansada de tanto suspense podría ser, trasplantado el ejemplo, esa porción de la población catalana que ya no presta atención al 'procés', ni a favor ni en contra. Pero la filósofa Marina Garcés cree indispensable introducir un matiz en este punto. Invita a analizar la interrelación entre los conceptos indiferencia e impotencia. "No creo que seamos tan indiferentes como parece, sino que una forma de gestionar nuestra impotencia es la indiferencia".

SOPOR CLIMÁTICO

La tesis de Garcés es perfecta para este relato porque, como el joyero que engasta las gemas en un collar, le encuentra incluso un sitio a los medios de comunicación. "Hay una distancia muy grande entre este nosotros que supuestamente se pretende soberano y las decisiones que habría que tomar para llevar a cabo, por ejemplo, un proceso de independencia. El aparato mediático, las tertulias, las noticias, etcétera, llena parte de este vacío, pero no da suficientes elementos de continuidad entre una dimensión y la otra". Y completa su exposición con un ejemplo distinto: el cambio climático. Afecta a todo el mundo. "Nadie puede considerarse al margen del problema, pero interesa a muy pocos". Incluso puede afirmarse, sin ánimo de ofender, que pocas cosas hay más aburridas que una tertulia sobre el cambio climático. "¿Somos indiferentes al cambio climático o nos sentimos impotentes?", pregunta Garcés.

En realidad cuesta horrores, aunque sea a costa de llevar la contraria a esta filósofa catalana en alza, no caer en la tentación de imaginar a una parte de la población indiferente a todo discurso, a favor o en contra, sobre el procés, como una suerte de multitudinaria orquesta del Titanic que continúa tocando mientras se hunde el barco.

A veces vale la pena ir a buscar una mirada exterior, suficientemente distante como para tener algo de perspectiva sobre el conjunto. De ahí el intento (aparentemente frustrante, de entrada) de ir a recabar la opinión de Roger Bartra, antropólogo y sociólogo mexicano, pero hijo de exiliados catalanes, lo que le da al menos un hilo de conexión con la materia.

Bartra es un intelectual muy interesante. Cada uno de sus artículos en 'Letras libres' es como una galletita china de la suerte. Van llenos de enseñanzas. En esta ocasión, responde casi telegráficamente a través del correo electrónico. Las ideas son concisas. El procés interesa poco o nada en México, dice. Él, personalmente, le presta atención como antropólogo y como hijo de catalanes, no como nacionalista. Y, a continuación, tras un punto y aparte, prefiere abordar sin previo aviso lo que en este momento realmente le interesa, "el contexto laberíntico en el que está creciendo un fascismo islámico que tiene raíces muy antiguas» y, cómo ante ello, «la izquierda europea se enfrenta a un dilema confuso".

Lo dicho. De entrada, la respuesta de Bartra es frustrante porque esquiva el objeto principal de la conversación, pero una relectura más paciente  de su exposición invita a sacar una conclusión.

EL PRECEDENTE FRANCÉS

En 'Sonámbulos', excelente análisis sobre los preliminares de la primera guerra mundial, el historiador Christopher Clark explica qué ocupaba casi monotemáticamente las portadas de la prensa francesa tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo. En el resto del mundo, los titulares iban dedicados a aquel magnicidio y a las consecuencias que se intuía que podía desencadenar. Pero en Francia, no. 

La prensa parisina había entrado en una espiral dedicada a alimentar informativamente lo que se conoció como el 'caso Caillaux', que hay que reconocer que tenía todos los elementos para ser adictivo. Resulta que Henriette, esposa del exprimer ministro Joseph Caillaux, entró en el despacho del director de 'Le Figaro', Gaston Calmette, y le disparó seis tiros en el pecho por publicar unas comprometedoras cartas de amor en el contexto de una campaña de descrédito político contra su marido. Fue el monotema francés mientras Europa bullía por otras cuestiones. Paradójicamente, Henriette fue absuelta por el tribunal el 28 de julio de 1914, el mismo día que el emperador Francisco José, con una pluma de avestruz y en presencia del busto tallado en mármol de su fallecida esposa, Sissi, firmó la declaración de guerra contra Serbia. En pompa hay que reconocer que le ganó a la declaración de desconexión que aprobó el Parlament el pasado 9 de noviembre.

Tal vez a eso se refiere Bartra. Hasta qué punto el procés pesa informativamente en Catalunya más que el advenimiento de una guerra mundial contra el terrorismo. La importancia de un trastorno del peso informativo es una dolencia preocupante si se da por buena otra de las aportaciones del propio Bartra como pensador. En su libro 'Antropología del cerebro', este autor puso en un brete a los neurocientíficos al poner sobre la mesa la existencia del exocerebro, es decir, al plantear que la mente humana es inseparable de las prótesis culturales que le suministra la sociedad. Vamos, que para bien o para mal, el procés es el exocerebro de los catalanes, quieran o no. Suena a ciencia ficción, pero es estupendo a estas alturas de la serie.

CREYENTES Y ATEOS

Andreu Mayayo, catedrático de Historia Contemporánea en la UB, avisa de que aún es pronto para abordar el estudio académico del 'procés'. Los profesores de historia, en esto, son como los responsables del nomenclátor municipal, que prefieren esperar cinco años a que el ilustre haya muerto para dedicarle una calle o una plaza. "Hay que esperar a que el procés termine, y eso aún no se sabe cuándo será". Será un trabajo de investigación apasionante, sostiene, sobre todo el que aborde la figura de Artur Mas, al que personalmente compara con el protagonista de 'El general de la Rovereuna película de Rossellini en la que un falso militar antifascista, utilizado por el mando nazi para que les conduzca hasta la resistencia, termina por creerse el papel que interpreta. Hasta gustosamente se deja fusilar por ello.

No obstante, lo dicho, no es hora aún para los historiadores. Pero invitado a encontrar una explicación a desdén de una parte de los catalanes ante lo que se supone que es un acontecimiento histórico (eso dicen sus partidarios y detractores), considera que la clave está en que son aquellos que hace tiempo ya que ven al emperador desnudo. "Por una parte, son unos incrédulos, saben que la independencia es imposible, y por otra están perplejos, porque ven cada día un despliegue de parafernalia por parte de los partidarios del sí que, en último término, no tiene más propósito que dar verosimilitud al engaño".

"A lo que nos enfrentamos es al fracaso de la política, y cuando eso sucede se da paso a algo parecido a la aparición de una religión", afirma Mayayo. Por eso, su propuesta no es distinguir entre espectadores desencantados y aquellos que aún siguen con pasión el procés, sino entre creyentes y ateos. Tal cual. Eso sí, admite que el último resultado electoral autonómico, que dejó el Parlament hecho un tetris, es un golpe de efecto extraordinario si es que hubiera detrás de todo unos guionistas. un 'cliffhanger' más, vamos.

Ello da pie a recabar, por último, la opinión de Héctor Lozano, autor de la exitosa 'Merlí', que esta semana ha puesto fin a su primera temporada, y que desde su experiencia sostiene que el procés, "como trama, es lo que en el argot profesional se conoce como un chicle, un culebrón".

Lozano advierte, de entrada, que no hay un manual infalible del buen guión. Lo que si hay son consejos de lo que es conveniente evitar. "Por ejemplo, crear falsas expectativas en una serie es malo". Ese fue el caso de 'Perdidos'. La aparición de nuevos personajes tuvo un pasajero efecto de trampolín cuando, allá por la cuarta temporada, el propio título de la serie comenzó a parecer que se refería menos a los protagonistas y más a los guionistas. Sin embargo, ni así remontó el vuelo.

EL 'TEAM' DEL DOCTOR HOUSE

Divertido por el reto, reconoce que la reciente irrupción en escena Antonio BañosRaül Romeva o Inés Arrimadas podrían ser, para el caso, el equipo médico que acompañaba al doctor House, que fue cambiante, aire fresco cuando convino para reanimar la serie. Más singular resulta la pretensión de las CUP de que Artur Mas no sea investido presidente de la Generalitat. Narrativamente, advierte Lozano, eso sería muy atrevido. "Lo hizo en su día Alfred Hitchcock en 'Psicosis'. La protagonista durante la primera mitad de la película muere en la ducha y, de forma inesperada, el protagonista pasa a ser Norman Bates". Ninguna serie ha cruzado todavía ese umbral. Pero para osadía, no ha habido otra mayor que la de 'Dallas', en el que una temporada completa resultó ser, al final, una pesadilla de Art.., perdón, Sue Ellen.