El Neolítico marcó el ADN de los europeos

Fósiles de homínidos descubiertos en la cueva El Mirador, en el yacimiento de Atapuerca.

Fósiles de homínidos descubiertos en la cueva El Mirador, en el yacimiento de Atapuerca.

MICHELE CATANZARO / BARCELONA

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Los humanos que vivían de la caza y la recolección en la Europa paleolítica eran de piel oscura, ojos azules y relativamente altos. Tras la revolución agrícola del Neolítico, hace 9.000 años, la piel se fue aclarando y, al menos en el sur, los ojos se escurecieron y la altura disminuyó. La sedentarización se tradujo en cambios en el ADN cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días: desde la aparición de la celiaquía hasta la tolerancia a la leche.

Así lo apunta un estudio publicado en la revista Nature, que ha analizado el ADN de 230 individuos que vivieron en diversos lugares de Europa hace entre 8.000 y 3.000 años. Es una cantidad descomunal de genomas humanos antiguos, que incluyen desde representantes de los primeros grupos agrícolas de la Anatolia hasta habitantes de Atapuerca, y además se han comparado con humanos actuales y con muestras anteriores a la revolución agrícola. En este trabajo internacional han participado investigadores de Madrid, Burgos, Tarragona, Valladolid y Barcelona.

Los investigadores han agrupado en bloques temporales las muestras de yacimientos repartidos por el continente. Así, han visto que en ciertos momentos aparecieron determinadas mutaciones que sucesivamente se extendieron. “Por ejemplo, un individuo que vivió hace 4.300 años en la actual Alemania es el humano más antiguo que conozcamos con los genes que facilitan la digestión de la lactosa en adultos, una capacidad hasta entonces rarísima y que sin embargo hoy posee una buena parte de la población europea, especialmente en los países nórdicos”, explica Carles Lalueza-Fox, del Institut de Biologia Evolutiva de Barcelona y coautor del trabajo, quien lamenta que justamente él no posee esa capacidad.

VENTAJA EVOLUTIVA

La vinculación con la revolución neolítica está clara. Los humanos pasaron a dedicarse a la agricultura y a la ganadería: aquellos que disponían de mutaciones que les permitían consumir la leche de sus animales, tenían una ventaja evolutiva al acceder a una fuente más de comida, especialmente cuando en invierno escaseaban otras opciones.

Pero el estudio ha encontrado otros cambios significativos en regiones del genoma, 12 en total. Con el tiempo, en el Neolítico se van abriendo camino genes relacionados con la celiaquía. “La dieta basada en cereales de los agricultores generaba la carencia de una vitamina que estas mutaciones logran compensar”, explica Lalueza. Pero las mismas mutaciones tienen variantes con un efecto colateral: una mayor probabilidad de sufrir celiaquía. “Estos hallazgos permiten entender la demografía y las migraciones del pasado, de una manera que sería imposible con otras técnicas arqueológicas”, afirma Marina Lozano, investigadora del Institut Català de Paleoecología Humana i Evolució Social (IPHES), en Tarragona.

{"zeta-legacy-despiece-vertical":{"title":"M\u00e1s bajos y de ojos m\u00e1s oscuros en el sur de Europa","text":"Aunque los cazadores-recolectores europeos ten\u00edan los ojos azules, el estudio ha detectado un aumento de los colores oscuros en las poblaciones del sur, posiblemente por la llegada de grupos de agricultores de origen anat\u00f3lico. Adem\u00e1s, en la muestra de 16 individuos de la cueva El Mirador de Atapuerca, los 200 genes vinculados al aspecto hereditario de la altura sugieren que las poblaciones sufrieron un progresivo encogimiento, aunque por causas desconocidas."}}

Lo más curioso son los cambios en el aspecto físico que se pueden entrever a partir de los genes. Los genes de los cazadores-recolectores anteriores al Neolítico, como los de La Breña en León, sugieren que su piel era más oscura que la actual. El estudio documenta la aparición de genes asociados a pieles claras. “Los cazadores ingerían mucha vitamina D, por ejemplo del hígado de las presas. Una dieta de cereales no proporciona bastante vitamina D, así que se complementa sintetizándola en la piel por efecto de los rayos ultravioletas”, explica Lalueza. Una piel más clara permite más penetración de los rayos. Por esta razón, en los países poco soleados del norte de Europa, se le dan suplementos de vitamina D a los niños africanos, por ejemplo.

INMUNIDAD

Además, el estudio documenta la aparición de conjuntos de genes implicados en la inmunidad, por ejemplo el complejo responsable del rechazo en los trasplantes. “Las aparición de enfermedades infecciosas transmitidas por los animales domésticos y el hecho de vivir en grupos más grandes y densos podría explicar estos cambios”, dice Lalueza.

El trabajo confirma también que en el ADN de los europeos hay trazas de tres contribuciones antiguas: las poblaciones anteriores al neolítico, los agricultores orientales que posiblemente trajeron la agricultura y los pastores esteparios que llegaron a Europa hace 4.500 años. “Mucho de lo que encontramos parece estar relacionado con el cambio de vida hacia la agricultura y la ganadería”, apunta Lalueza. “No somos iguales a los hombres paleolíticos en aspectos esenciales de nuestro ADN, pero tampoco lo somos a individuos de hace tan solo 3.000 años”, concluye.