Y el ganador del Tour es… Marc Soler

Pogacar naufraga en el Tour.

Tourmalet por Sergi López Egea

Tourmalet por Sergi López Egea

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cuando empiezo a escribir este texto es casi medianoche y lo hago después de haber releído una crónica redactada desde los Alpes y dedicada sobre todo a explicar la enorme sorpresa que produjo el hundimiento de Tadej Pogacar, que a lo mejor nadie, ni seguramente él mismo, esperaba.

Sin embargo, después de haber vuelto a leer la crónica, y lo entono como un mea culpa, notó que falta énfasis, líneas -texto, en resumidas cuentas- para dedicárselo al otro héroe y al que, lejos de la ironía, me atrevo a otorgarle el título de ganador de este Tour, pero no por el tiempo en la clasificación general, ni por las gestas deportivas, sino por el sacrificio, por lo que le supuso esa prestación total hacia su jefe de filas. Hablo de Marc Soler, todo carácter sobre una bicicleta, el corredor que se entrega tanto y tanto a lo que hace que, en ocasiones, hasta sería bueno decirle aquello de sé un poco más egoísta y piensa en ti, aunque hacerlo sería como predicar en el desierto, porque Soler es el corredor que cualquier equipo querría tener en sus filas, incluso aquel que erróneamente lo dejó escapar.

El guía del grupo

Soler fue en la despedida alpina como el guía que conduce a un grupo perdido en una montaña, el que salva a todos los componentes al encontrar el camino de regreso de la cumbre, el que les da sosiego, y lo mejor, seguridad, para poder alcanzar la meta cuando las adversidades se han apoderado del grupo.

Marc Soler abraza a Tadej Pogacar en la meta de Courchevel.

Marc Soler abraza a Tadej Pogacar en la meta de Courchevel. / UEA TEAM EMIRATES

Y esta es la infinita magia del ciclismo, donde deportistas, muchas veces con un trabajo sordo y hasta poco recompensado, y no hablo de los contratos, es muy injusto hacia ellos. Soler estuvo al lado de su líder, lo animó, lo acompañó, le dio una palmada de solidaridad nada más cruzar la meta. Con él, Pogacar nunca se sintió abandonado porque Marc sabía que no sólo era el hundimiento físico sino el psicológico hacia un fenómeno ciclista, para algunos el mejor del mundo, evidentemente con permiso de Jonas Vingegaard, pero también el corredor que al estilo de lo que hacían los genios de este deporte, encabezados por Eddy Merckx, es capaz de pelear por ganar todo aquello que se cruza en su camino desde febrero hasta octubre y no estar sólo centrado en el Tour.

La deuda

Pogacar está en deuda permanente con Marc. No importa que sean amigos -si lo son, mejor- basta con que sean compañeros y que Tadej comprenda que allí donde no sólo quiera correr, sino triunfar, debe llevar a su lado a Soler, porque sabe que si algún otro día se le tuerce el destino, allí estará su compañero catalán para darle aliento, para demostrarle que no está solo, que los héroes también fallan, porque son humanos, cometen errores o, simplemente, porque hay un día en el que las fuerzas físicas se van de vacaciones, cierran la puerta y le dicen, adiós Tadej, hoy no es tu etapa pero acuérdate que si la situación se fastidia siempre tendrás a Soler a tu lado.

Por eso, Marc se merecía salir más en los papeles y ser ahora el protagonista de este texto para proclamarlo, al margen de lo que ocurra de aquí a París -por favor, que baje la graduación del termómetro- como ganador del Tour por su eterno sacrificio y pundonor hacia su jefe de filas.

Suscríbete para seguir leyendo