El llanto por un Tour que no puede votar

Tourmalet por Sergi López Egea

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Sergi López-Egea

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Por una vez se trata más de un llanto, de un llanto por no poder votar, que de un artículo que sirva para hablar de ciclismo, de la épica de un Tour que ha empezado este sábado en Bilbao. Es complicado hacer un cálculo del total de ciudadanos españoles que, por una u otra razón profesional, nunca por cuestiones lúdicas, acude a la ronda francesa con diversas funciones, desde los famosos corredores, a los auxiliares más discretos, pasando por los directores, algunos miembros de la organización, empleados de la caravana publicitaria y los enviados especiales de los medios informativos.

Si se hacen cáculos se podría estar hablando de unas 200 personas y sólo los ciclistas, que por desgracia tengan que abandonar el Tour, siempre por circunstancias adversas, (14 son los corredores españoles que se han apuntado a la carrera) tendrán la posibilidad de votar el 23 de julio, precisamente el día que la ronda francesa llega a París, a los deseados Campos Elíseos después de un traslado siempre complicado desde los Vosgos donde se vivirá la última etapa de montaña.

Los afectados

Si 14 parece una cifra casi insignificante en un país que se movilizará hacia las urnas, el número enseguida aumenta a la hora de enumerar a los auxiliares, principalmente masajistas y mecánicos, pero también médicos, relaciones públicas, preparadores físicos de nacionalidad española que están repartidos en buena parte de los 22 equipos participantes.

Y es aquí donde entra la estación de la esperanza, una pequeña población oscense llamada Canfranc que ha entrado en la historia como santuario en la salvación de cientos de judíos que huían de la barbarie nazi, de esos tiempos en los que se perseguía a las personas por su color de piel, por su religión, tiempos que no deben volver y que invitan a votar. Canfranc está a menos de dos horas de Pau, donde duerme la mayor parte de la colonia española desplazada al Tour en las jornadas pirenaicas, con el Marie-Blanque y el Tourmalet a la vista.

El voto por correo

Al menos se han podido pedir las papeletas a la oficina de correos y si llegan a tiempo, lo que casi parece imposible, se podrá madrugar para votar en la distancia y las dos semanas que faltarán para llegar a París serán más plácidas y con una preocupación menos porque ha sido imposible que los sobres con las diferentes candidaturas llegaran a casa, simplemente porque hasta la próxima semana, con el Tour superando kilómetros, no empezará el reparto.

Este es un llanto que invita a pensar que en un futuro habría que modificar la normativa del voto por correo para que un ciclista pudiera ejercer su derecho de forma fácil y no se perdieran votos, muchos de ellos orientados a una única posición, de las personas desplazadas, las que cuentan el Tour, las que están pendientes en las horas libres de lo que sucede en España, de debates, de entrevistas que van más allá de la más apasionante, vibrante y emocionante de cuantas carreras ciclistas se disputan en el mundo, una ronda francesa, que ahora habla euskera, y que es como un bebé que todavía no gatea y sólo piensa en ir creciendo poco a poco.

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