El Tourmalet

El Tourmalet: los chicos de la Vuelta

Un ejército de glorias del ciclismo español acompaña cada día a la carrera para recordar viejos tiempos cuando ellos eran los héroes de la prueba.

Los maillots

Los maillots / LA VUELTA / CHARLY LÓPEZ

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

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Los chicos de la Vuelta ya no andan en bici pero son una parte de la historia viva del ciclismo de los últimos años. Cuentan sus historias, recuerdan viejas épocas, cuando ellos vestían de corto, cuando se lanzaban a tumba abierta, para reírse de la expresión, y hasta cuando de vez en cuando levantaban las manos en la meta para reconfortarse con un triunfo de etapa.

Verlos es como mirar atrás, como ser protagonista de una película en la que aparecen ellos como actores. Estamos a finales del siglo pasado, tienen más pelo, ninguna cana y hasta algún kilo menos. Visten los uniformes del pasado, del Banesto, del ONCE, del Clas, del Kelme, de los viejos cromos del ciclismo, de cuando las imágenes de televisión no llegaban en HD, ni había un helicóptero convertido en espía que pilla todo lo que el realizador quiere ver, menos cuando cambia de plano en el justo instante que el corredor desea utilizar un lavabo imaginario entre la carretera y la naturaleza.

Asesores deportivos

Los denominan ‘asesores deportivos’ y trabajan en la Vuelta. Son exciclistas españoles, antiguos participantes de la carrera, que cuentan también con algún triunfo en el Tour y en el Giro. Para algunos son tres semanas y media de vacaciones que piden su trabajo habitual y para otros un año de espera para revivir emociones pasadas y encontrarse con los viejos colegas, muchas veces rivales. Llevan a invitados en los coches o van en moto ordenando el tráfico de la carrera, ayudan a algunos medios informativos y hasta forman parte de la dirección de la carrera ideando el recorrido y tratando de descubrir en el invierno objetivos casi siempre en forma de ascenso para futuras ediciones de la carrera.

Verlos es como estar sentado en la tribuna de un estadio de fútbol y, de repente, mientras los chavales de la actualidad le dan al balón y tratan de desestabilizar el partido marcando un gol, encontrarse rodeado en los asientos vecinos de los viejos astros del club preferido, ellos sentados mientras comentan la jugada o animan a los que son sus sucesores, las estrellas que han cogido su relevo.

Cuentan los días que faltan para que comience la Vuelta y cuando el 11 de septiembre se despidan en Madrid ya empezarán a hablar de verse en Barcelona, a finales de agosto del año que viene para ponerse otra vez al volante de un coche de la organización o detrás de las vallas de la meta.

Los elegidos

Es un festival de nombres, aunque no todos trabajan para la Vuelta. Está, al frente de este pelotón de viejas figuras, Pedro Delgado con el micrófono de televisión, y también Óscar Pereiro, como embajador de la carrera mientras presta su voz en la radio. Y luego aparecen corredores que han ganado etapas del Tour, como Roberto Laiseka, que conduce el coche del director de la prueba, Javier Guillén y hasta Juan Carlos Domínguez que parece que fue ayer cuando se vistió con la ‘maglia rosa’ del Giro. Quizá, Miguel Ángel Iglesias, el eterno ciclista de Valls, sea de los más veteranos y el que más Vueltas lleva a la espalda. Sobresale también Santi Blanco, de quien dijo José Miguel Echávarri, cuando era el director de Miguel Induráin, que el Tour de 2000 sería blanco cuando fue de Lance Armstrong antes de figurar como una mancha en la carrera sin ganador oficial.

Y tantos otros que fueron gregarios subiendo botellines, que participaron en fugas y hasta hubo un día en el que subieron al podio del Tour, como Fernando Escartín, hoy responsable del diseño de las etapas. Y, entre ellos, una mujer, todavía pocas en un mundo demasiado de hombres, como Dori Ruano, un mito del ciclismo femenino. Es la Vuelta y ellos son los chicos, que se hacen eternos, leyenda pura y esencia de la carrera.

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