Brasas gurmet

Mesaquince, el asador argentino que quiere ser (y es) distinto

Este restaurante del Eixample aporta un punto más gastronómico a las carnes a la parrilla del país sudamericano

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Patricio Costa, propietario y jefe de sala de Mesaquince, con uno de los platos del restaurante.

Patricio Costa, propietario y jefe de sala de Mesaquince, con uno de los platos del restaurante. / Alex Froloff

Ferran Imedio

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Hay por lo menos dos cosas sagradas para los argentinos: el fútbol y los asados. A veces se mezclan con la excusa de un partido pero siempre se convierten en una celebración de la vida con amigos y familiares alrededor de unas buenas carnes a la parrilla. Esa fórmula se ha exportado por medio mundo a través de centenares de restaurantes. Pero hay algunos, pocos, como Mesaquince, que pretenden ir un poco más allá adaptando la idea original con un punto más gastronómico: presentaciones muy cuidadas y platos que no son de alta cocina, pero que demuestran que su cocina es de altura. Un concepto que tiene mucho recorrido, y eso que abrieron el 1 de febrero.

Mesaquince

Muntaner, 189. Barcelona

Tf: 677.333.022

Precio medio (sin vino): 45 €

En este establecimiento de aire industrial que ocupa el local del desaparecido Fat Barbies, a todo le dan una vuelta. Incluso preparan cócteles. Porque no quieren ser un restaurante argentino más. Y su joven equipo (el más mayor tiene 32 años) lo consigue.

La provoleta que en los asados se come tal cual (queso fundido y punto), viene aquí adornada y enriquecida con pimiento rojo asado y pesto de tomates secos y albahaca. La morcilla que se come acompañada de patatas es ahora un milhojas del tubérculo coronado con paté de morcilla. La molleja no ieviene acompañada de un puré de hinojo ahumado y limón asado. El boniato asado se ha convertido en una jugosa tortilla de boniato asado y cebolla asada con queso parmesano rallado por encima. Un plato para vegetarianos tan rico como el adictivo humus de remolacha con calabaza asada, setas de temporada, queso de cabra y semillas de calabaza.

La costilla de ternera

Y cuando llegan a la costilla de ternera, se lo curran: primero la adoban, luego la cuecen al vacío durante seis horas a baja temperatura y la rematan en el horno de leña antes de servirla para que exhiba esa capa crujiente por fuera.

Además de la oferta fija de la carta, cada mes proponen un plato inspirado en los que su propietario, Patricio Costa, disfruta en la mesa número 15 del club de golf de Buenos Aires del que es socio (de ahí el nombre del restaurante, por cierto). Una mesa en la que antes se sentaban su padre y sus amigos tras un partido y que luego ha ido frecuentando él. Para él, lo sagrado es, más que el fútbol, el golf y, por supuesto, el asado.

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