Los restaurantes de Pau Arenós

Restaurante Durango: hamburguesa y bogavante para marranear a gusto

[Este restaurante ha cambiado de orientación]

Los hermanos Alam se mueven en la frontera entre EEUU y México, o en las fronteras

Durango: bogavante con burger

Durango: bogavante con burger / Jordi Cotrina

Pau Arenós

Pau Arenós

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Durango Diner es un restaurante de frontera, de muchas fronteras: los propietarios son pakistanís, los hermanos Mani y Majid Alam; el cocinero es mexicano, José Manuel Carballido; el barman y director es venezolano, y se llama Jordi, Jordi Baqués, y en la pared cuelgan el póster de un cowboy negro con antifaz y traje de plata.

Para rematar la jugada confundidora y alucinógena, un caballito mecánico bajo una bola de discoteca. No sé a qué 'diners' han ido Mani y Majid ni en qué circunstancias

Explica Mani que fue durante un viaje por EEUU y con Bob Dylan en el altavoz ('Romance in Durango') donde prendió la cerilla del negocio, que se suma a los celebrados The Fish & Chips Shop y Baby Jalebi, este último, memoria gastronómica de los hermanos nacidos en Lahore.

Durango Diner

Aribau, 18. Barcelona

Tf: 931. 253.448

Precio medio (sin vino): 25-30 €

De sopetón, Mani pregunta si me gusta Dylan y sin ganas de atraer las iras de los dylanianos digo que sí, si bien este 'diner', 'diner' pasado por un caleidoscopio, me sugiere las novelas de Barry Gifford, Perdita Durango, Sailor y Lula, desiertos, serpientes, excesos, ningún arrepentimiento.

El barman Jordi Baqués, el cocinero José Manuel Carballido y los hermanos Majid y Mani Alam.

El barman Jordi Baqués, el cocinero José Manuel Carballido y los hermanos Majid y Mani Alam. / Jordi Cotrina

El plato al que se refiere el título de la crónica es el bogavante con hamburguesa y encaja en el discurso de la demasía: el crustáceo abierto, de unos 300 gramos, planchado con mantequilla; al lado, la hamburguesa, la 'smash burger', ese estilo antiguo recuperado como nuevo, dos discos de ternera aplastados y de 90 gramos cada uno.

Hasta aquí, 480 gramos de sustancia y barroquismo y teatralidad, a los que hay que sumar quesos (cheddar viejo y blanco y scamorza), beicon, pepinillos, el panecillo de Pa de Kilo, las patatas fritas y torneadas (gallegas, variedad agria), la ensalada con manzana, zanahoria y col lombarda y la salsera con una bearnesa. Y, por si quiero más unte, botecitos con mayonesa, kétchup, mostaza...

Entiendo que el crustáceo sea congelado (a 25 euros el lujuriante plato combinado), pero es necesario que esté menos hecho: ¿por qué no cocinado por una sola cara, con el caparazón sobre la plancha y la mantequilla encima para que se note su presencia?

El bocadillo con ostras y toque mexicano.

El bocadillo con ostras y toque mexicano. / Jordi Cotrina

Y, sin embargo, me gusta. Me gusta marranear, me gusta que haya platos desmadrados, me gusta que en una ciudad tan previsible y correcta con Barcelona aparezca esta potente anomalía. «'Surf and turf', un mar y montaña», dice Mani. Y lo es.

La barra y el comedor del restaurante Durango.

La barra y el comedor del restaurante Durango. / Jordi Cotrina

El viaje a lo salvaje sigue con el bocadillo de ostras, el 'po’boy' de Luisiana «con un toque mexicano», con aguacate, salsa verde y mayonesa César (anchoa, Perrins, mostaza...). Pruebo por separado una ostra rebozada porque una vez muerda el conjunto, el sabor se fusionará con el de los otros ingredientes. Y está buena, como bueno es el bocata, que disfruto de una forma diferente al combate Burger-Bogavante, pesos pesados.

A Mani le tiran los vinos naturales y aparece con dos botellas de la casa Cyclic, cerveceros que vinifican en el barrio de la Sagrera, poca graduación y nombres imposibles: Swallops y Fulcrum.

Como plato de la semana, la quesadilla con cochinita pibil, cubierta con guacamole, en busca de una derrota que solo llegará al final, con la tarta de queso de La Dramerie, el obrador de Víctor y Sofía, buen pastel que merece un estómago atento y no el mío, paseado por muchas fronteras.

La entrada del restaurante Durango.

La entrada del restaurante Durango. / Jordi Cotrina

El horario es dilatado, con desayunos potentes con huevos variados, y cenas de madrugada. No hay cócteles al mediodía, así que me conformo con un café 'shakerato', que Jordi prepara con toque maestro, mezcal y coctelera fría.

En la barra hay una sierra, que sirve para cortar los bloques de hielo y una llamativa pica de piedra. ¿Llamativa? No sé por qué uso la palabra cuando he visto un caballito de feria, el espíritu de Perdita Durango y un bogavante de Canadá en el establecimiento de dos hermanos paquistanís.

El equipo

Jordi Baqués, José Manuel Carballido, Laura Baraut, Elena Gutiérrez, Daiana Magdalena Arce, Inés Scumace, Luis Alfredo López, Laura Moguel, Asar Irfan y David García.

Suscríbete para seguir leyendo