La dieta en el Planeta Rojo

Llegaremos a Marte, pero ¿qué comeremos allí?

Una de las claves para que algún día sea factible una colonia humana fuera de la Tierra es la alimentación

Como no se pueden acumular suficientes productos liofilizados, la única opción es cultivar allí los propios alimentos

Ya existen avances en agricultura espacial, pero el gran reto a superar continúa siendo la gravedad

El científico español Francisco Javier Medina lidera las investigaciones internacionales en este terreno

El 'Perseverance' explora la árida superficie de Marte

El 'Perseverance' explora la árida superficie de Marte / Nasa / Reuters

Eduard Palomares

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El aterrizaje exitoso del ‘Perseverance’ ha vuelto a poner Marte de moda, y ya han empezado las especulaciones sobre cuándo el ser humano pondrá los pies en él. Antes de eso, la Nasa plantea en el 2024 la puesta en marcha de una estación que orbite la luna, sirviendo de base para un nuevo viaje tripulado. Pero el Planeta Rojo seguirá en el horizonte y, de hecho, el propietario de SpaceX, Elon Musk, prevé que el primer viaje pueda ser en el 2026, aunque las predicciones más realistas señalen la década de los 30. Algo que, en todo caso, abrirá las puertas para el establecimiento de una colonia. Y entre los ingentes retos tecnológicos que esto supone, surge una pregunta más importante de lo que parece: ¿y qué se come en Marte?

Desde los inicios de la carrera espacial, los astronautas han sobrevivido con alimentos deshidratados y, posteriormente, liofilizados. Una técnica de conservación que permite una larga conservación sin necesidad de refrigeración y que, además, reduce el tamaño. Eso sí, no es que el placer gastronómico sea nada del otro mundo. El problema, sin embargo, no es ese. Para largas estancias no se pueden acumular suficientes alimentos y tampoco es viable enviar cada cierto tiempo un cohete de reparto para reponer existencias. Así que la única manera de garantizar la colonización de otros planetas es que los viajeros cultiven sus propios alimentos.

Un invernadero en la EEI

Esta es, de hecho, una de las líneas que llevan tiempo investigando las agencias espaciales, con algunos logros significativos. Por ejemplo, en el 2015, los habitantes de la Estación Espacial Internacional comieron por primera vez una lechuga fresca cultivada por ellos mismos. Y también se han cosechado rábanos y colza. En el 2018, la Nasa instaló en ella el Advanced Plant Habitat, un invernadero espacial que reproduce las condiciones óptimas para el crecimiento de vegetales dentro de la estación. Algo que, dicen los expertos, permite a la vez a los astronautas llevar a cabo una actividad relajante y placentera, que es algo a tener en cuenta cuando se está tan lejos de casa.

El invernadero Advanced Plant Habitat, instalado por la Nasa en la EEI

El invernadero Advanced Plant Habitat, instalado por la Nasa en la EEI / Nasa

Porque aunque la ciencia ficción haya especulado a veces con sembrar las superficies de la Luna o de Marte, e incluso se hayan estudiado a través de la biogenética qué vegetales podrían crecer en condiciones extremas, lo cierto es que la agricultura espacial solo será posible en este tipo de instalaciones cubiertas. Es decir, que las patatas que cultiva Matt Damon en ‘The Martian’, utilizando sus propias heces como abono, no dejan de ser una ingeniosa idea de ficción. De todos modos, el International Potato Center, con sede en Lima, sigue experimentando para encontrar especies resistentes que crezcan en suelos áridos, pero más pensando en el cambio climático que en la conquista espacial.

El reto de la gravedad

De todos los problemas que pueden condicionar el cultivo espacial –composición del suelo, falta de agua, falta de oxígeno, radiación cósmica… – el más crucial de todos ellos es el de la gravedad. Es decir, las plantas se desarrollan correctamente con las condiciones gravitatorias de la Tierra (9,8 m/s²), pero si lo tuvieran que hacer en la Luna o Marte, con 1’62 y 3,71 m/s² respectivamente, crecerían totalmente desorientadas (dicho en términos no científicos) y sufrirán alteraciones genéticas, por lo que no serían factibles.

Aquí entran en juego las investigaciones que está llevando a cabo el equipo del científico Francisco Javier Medina, del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB-CSIC). Fue él el responsable de que Pedro Duque, entonces astronauta y no ministro, llevara a cabo el primer experimento con platas en la EEI y ahora está centrado en el proyecto Seedling Growt de la Nasa y la Agencia Espacial Europea, que pretende conseguir un método fiable para cultivar plantas en microgravedad.

“La gravedad es fundamental para algo tan simple como que la planta crezca hacia arriba y su tallo, hacia abajo”, explica Medina. En este sentido, el científico remarca que hay elementos que se pueden transportar desde la Tierra o recrear en el invernadero, como "el oxígeno, la presión atmosférica, nutrientes, un suelo con microorganismos, la temperatura, la humedad...". Sin embargo, las condiciones gravitatorias son las que son en cada planeta, así que hay que saber adaptarse a ellas.

Luz roja para contrarrestar

La idea para contrarrestar la diferencia de gravedad es suministrar otro tipo de referentes para el crecimiento de las plantas como “la luz roja, que, además de orientar el crecimiento, es capaz de activar una serie de procesos celulares que se alteran en ausencia de gravedad”. O estudiar qué genes de la planta son capaces de orientar mejor a la planta y mejorar sus supervivencia, así como de protegerla de la radiación existente en Marte o cualquier otro planeta.

De esta manera, el gran objetivo que afronta Medina es "comprender qué mecanismos genéticos permiten a la planta superar el estrés gravitatorio" y crecer igual que lo hace en la Tierra. "Con esto, sabremos cómo reproducirlas", añade. No estamos hablando de décadas, sino que calcula que cuando se plantee una estancia más o menos larga en Marte, ya existirá un programa de soporte vital con plantas.

Se habrán dado así los primeros pasos de una agricultura espacial que ayudará al ser humano a colonizar otros planetas en un futuro. Aunque, visto que el precio a pagar será una gastronomía poco diversa y sabrosa, quizás sea buena idea centrar parte de los esfuerzos en no destrozar nuestro hogar actual.