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Árboles en un parterre seco en el parque de la Ciutadella, en Barcelona.

Árboles en un parterre seco en el parque de la Ciutadella, en Barcelona. / ZOWY VOETEN

Marc Masip (Verificat)

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Barcelona usó en 2023 menos agua que nunca para regar sus parques y jardines, pese a tener la mayor superficie verde de su historia reciente. El único precedente similar en cuanto a agua gastada para el riego es la sequía de 2008, cuando la ciudad contaba con un 10% menos de vegetación y llovió el doble que el año pasado, según datos que el Institut Municipal de Parcs i Jardins ha enviado a Verificat a través de una solicitud de acceso a la información pública (SAIP).

El agua usada en riego urbano en 2023 fue la mitad que en el año anterior, a causa de las medidas de excepcionalidad por sequía declaradas el 1 de marzo, que prohibieron regar el césped y limitaron el uso del agua a la supervivencia de árboles y plantas. Aunque el consistorio aún no dispone de datos de 2024, lo previsible es que las cifras de estos primeros meses sean aún menores, al prohibirse completamente el riego con agua potable el 1 de febrero.

La mayor parte del césped ha muerto, según explica a Verificat el departamento de prensa del área de Ecología Urbana del Ayuntamiento de Barcelona. Los arbustos y árboles se han mantenido vivos, en parte por el riego de supervivencia, y en parte porque requieren de menos agua en invierno. Las obras para promover los espacios verdes de la ciudad requieren de una optimización de los usos del agua del subsuelo, según los tres expertos entrevistados para este reportaje. 

¿Cómo gestionar una ciudad verde con menos agua? 

La falta de agua —y de riego— coincide con el momento de mayor superficie verde en Barcelona desde, como mínimo, 1994, cuando arranca la serie de datos facilitada por Parcs i Jardins. “El incremento de temperaturas y el efecto de burbuja de calor creciente de la ciudad obliga a pensar en refugios climáticos basados en la naturaleza, [...] en un escenario de demanda creciente de agua por las temperaturas y de reducción creciente de la disponibilidad por las sequías. Todo un reto”, explica en conversación con Verificat Joan Pino, catedrático de Ecología en la Universidad Autónoma de Barcelona.

Es necesario plantar una vegetación que esté adaptada a las temperaturas elevadas, aporte sombra y transpire agua para refrescar el ambiente, en un proceso similar al de los vaporizadores de las cafeterías, apunta el también director del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF). Y hay que hacerlo mejorando las técnicas de cultivo, riego y poda para “ser más eficientes en el uso del agua”, describe. 

La otra clave es aprovechar recursos hasta ahora poco o nada utilizados, como el agua de la lluvia, la residual o la freática, que empapa el subsuelo barcelonés. Este último “es un recurso que se puede aprovechar perfectamente y que hasta puede ser recomendable”, al haber “partes del metro que tienen problemas de inundaciones”, explica a Verificat David Saurí, profesor de Geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y experto en la gestión de recursos hídricos. 

La ciudad almacena entre 10 y 15 hm³ de agua al año en el subsuelo, según datos de Barcelona Cicle de l’Aigua (BCASA), la entidad pública que gestiona el recurso en la ciudad. No es apta para el consumo humano, pero sí se puede usar para el riego y la limpieza. El Ayuntamiento tiene concesión para explotar 4,4 hm³, de los cuales extrae solo una cuarta parte cada año (1,1 hm³). 

El agua freática supone apenas un 20% del agua con la que se riega la vegetación en Barcelona. La proporción apenas ha variado desde 2008, algo “preocupante”, según Vicenç Acuña, director del  Instituto Catalán de Investigación en Agua (ICRA) y experto en gestión integrada del sistema urbano, dado que, explica, buena parte de este recurso proviene de las pérdidas del sistema de red de abastecimiento. 

El experto apunta a la falta de infraestructuras como el principal impedimento para aprovechar la totalidad del recurso. El Ayuntamiento anunció a principios de marzo la inversión de 14,4 millones de euros, precisamente para aumentar en un 20% el volumen de agua freática disponible para el riego y la limpieza en 2025. Aprovechar mejor estos recursos permitiría plantar un arbolado que requiriera más agua, pero diera a cambio frescor a través de la transpiración. “Tendríamos unos puntos fríos dentro de la ciudad, que no serían solo la sombra de los árboles, sino una nevera”, concluye Acuña.

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