Patrimonio

La Catedral de Barcelona desvela un obrador medieval de cera escondido sobre una escalinata

Una exposición en el museo diocesano ofrece visitas por primera vez a la cámara del templo donde se elaboraban las velas

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La exposición "Tota la cera que crema" de la Catedral de Barcelona

La cámara secreta de fabricación de cera en la Catedral de BCN / Jordi Cotrina

Margot Canavaggia

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La Catedral de Barcelona estrena una visita inédita a un espacio muy singular por su ubicación y especificidad. Se trata de la cámara donde se trataba la cera para fabricar velas, ingrediente de lujo y fundamental durante siglos. El acceso al lugar llega de la mano de la exposición “Tota la cera que crema” del Museo Diocesano de Barcelona, situado en la colindante Casa de la Pia Almoina.

La muestra recalca la importancia de este producto para los barceloneses en la Edad Media y Moderna. Puede visitarse gratuitamente desde este martes 27 de febrero hasta el 16 de mayo de 2024, cada día de 9.30h a 19.45h. La sala, sin embargo, solo puede visitarse los jueves a las 19h, previa compra de entrada (9 euros) en el museo.

EL PERIÓDICO ha podido adentrarse en este obrador medieval y descubrir sus secretos de la mano de  Carles Vela y Lluís Sales, investigadores comisarios de la exposición. Para encontrarla hay que buscar una capilla situada a la izquierda de la entrada principal. Contiene unas escalas empinadas, que llevan a un espacio muy elevado y de reducidas dimensiones donde se fundía, decoloraba y daba forma a la cera. Además, en un rellano intermedio hay otra sala que también puede visitarse y que ejerce de archivo, con documentación y objetos relativos a la cerería.

Espacio de la Catedral de Barcelona donde antiguamente se elaboraba la cera

Espacio de la Catedral de Barcelona donde antiguamente se elaboraba la cera / Jordi Cotrina

Con el peso a cuestas

Hacia 1518 la Catedral de Barcelona decidió internalizar la manufactura de las candelas y cirios que usaba. Creó para ello una cámara obrador, donde trabajarían cereros profesionales para proveer en exclusiva a la gran iglesia barcelonesa. Aunque no estén seguros, los investigadores sospechan que la sala se sitúa en un punto tan elevado para estar más cerca del sol y que el calor facilitara la manipulación de la materia prima.

Comerciantes de múltiples localidades traían a la Plaza Nueva de la Catedral la materia prima, es decir, la cera en bruto sacada de las colmenas. Los bastaixos, trabajadores dedicados a cargar grandes pesos por ejemplo en el puerto, eran quién subía hasta la cámara elevada peldaño a peldaño con la cera a cuestas

La sala perdió su uso con los siglos y se ha usado principalmente para almacenar ánforas medievales de cerámica. No obstante, aún custodia un utensilio circular indispensable para la fundición de la cera, con una estructura metálica superpuesta que servía para fijar las mechas de las velas. Además, contiene un puñado de pesos de metal, que podrían haber servido para cuantificar la cera recibida y la usada para cada procedimiento.

Sala archivo sobre la elaboración de cera en la Catedral de Barcelona

Sala archivo sobre la elaboración de cera en la Catedral de Barcelona / Museu Diocesà de Barcelona

Ricos y pobres, todos usaban cera

El esfuerzo valía la pena porque era un producto muy caro debido a su escasez en el medio natural, antes de la revolución de los químicos y la invención del plástico. Y, aunque fuera onerosa, los barceloneses tanto de estamentos populares como de clases privilegiadas debían hacer uso de la cera y de sus derivados: era esencial en la liturgia cristiana y, por lo tanto, estaba muy presente en vida diaria de la población medieval.

Se utilizaba para crear exvotos para enfermedades, cirios para agradecer los bienes materiales y candelas en muertes y sepulturas. De esta forma, todo provecho que se le pudiera sacar a esta escasa riqueza resultaba imprescindible hasta para las personas más humildes.

Los comisarios de la exposición "Tota la cera que crema", Carles Vela y Lluis Sales, en el obrador de cera de la Catedral

Los comisarios de la exposición "Tota la cera que crema", Carles Vela y Lluis Sales, en el obrador de cera de la Catedral / Jordi Cotrina

Debido a que la gran demanda que superaba la producción local, Barcelona fue una gran importadora de cera foránea, sobre todo del Magreb. Que fuera producida originalmente por musulmanes planteó muchos problemas éticos a las sociedades cristianas, aunque fueran las instituciones católicas las que más necesitaban cera procedente del extranjero. En contextos difíciles como guerras, crisis económicas o escasez por bajadas de producción en los lugares de recolección, la Catedral se dejaba la piel para proveerse de este producto.

Un patrimonio diferente

La muestra del Diocesano, explican Vela y Sales, quiere poner en valor el patrimonio de la Catedral de una forma en que no se había hecho nunca hasta ahora. Así, el museo exhibe como ejemplo ilustrativo la cantidad de cera utilizada para el sepulcro de Joan Girona i Agrafel, empresario e industrial catalán del siglo XIX, así como de sus esclavas y sirvientas. La cuantía de cirios empleada para el entierro variaba mucho según la categoría social, aun así todos los fallecimientos necesitaban la cera para el sacramento cristiano.

Detalle de pesos en el obrador de la Catedral donde se elaboraba cera antiguamente

Detalle de pesos en el obrador de la Catedral donde se elaboraba cera antiguamente / Jordi Cotrina

Los cereros medievales de Barcelona eran considerados artistas y las autoridades locales velaban para que la ciudad fuera un referente de piezas de calidad. Diferentes disposiciones municipales establecieron normativas a respetar para cumplir con las expectativas de excelencia. Las mechas que se introducían dentro de las candelas podían ser únicamente de algodón, todos los cirios vendidos debían llevar el sello oficial del productor y el aprendizaje del oficio tenía que durar al menos cinco años.

 “Tota la cera que crema” también divulga entre el gran público los procesos de elaboración y reciclaje de la cera, que eran largos y laboriosos. La materia prima extraída de la colmena debía ser tratada para conseguir ceras de otros tipos, colores y calidades. Cuanto más extenso el procedimiento, más caro el producto final. La cera más lujosa y valiosa de todas era la usada para sellar documentos, que se conseguía al mezclar la materia prima con trementina para producir cera gomada.

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