En La Bordeta
Dos protestas opuestas confluyen en Barcelona por las obras en un jardín conquistado al franquismo
Partidarios y detractores del proyecto que prevé edificar un bloque de viviendas sobre un pequeño parque se manifiestan a la vez en la calle Mossèn Amadeu Oller
Lucha vecinal por salvar de la tala un jardín conquistado al franquismo en Barcelona
Jordi Ribalaygue
Periodista
Periodista especializado en información local de Barcelona y el área metropolitana. Ha trabajado en El Mundo, EFE, Público, Ara, Tot Barcelona y medios locales de Sant Adrià de Besòs y Badalona. Ha colaborado en la redacción del libro 'Objectiu Venus', sobre el barrio de La Mina.
Dos protestas de signo contrario han confluido este viernes en La Bordeta, en Barcelona, donde la construcción de un bloque de 40 viviendas de alquiler asequible a partir de septiembre genera debate. La discusión gira en torno a la zona ajardinada que adereza un tramo de la calle Mossèn Amadeu Oller, emblemática para el barrio por haberse conseguido en una reivindicación en pleno franquismo y que se prevé destruir para levantar el edificio encima.
Partidarios y detractores de las obras se han congregado esta tarde en la vía, en dos concentraciones simultáneas con propósitos y lemas antitéticos. Ambas han convivido sin incidentes. Los manifestantes de un bando y del otro han entablado diálogo. Incluso, han leído sus respectivos manifiestos -antagónicos entre sí- al conjunto de los presentes. También se han emplazado a reunirse para buscar una solución al pulso.
La plataforma Mossèn Amadeu Oller calcula que ha reunido a unas 150 personas. Esgrime la intrahistoria del jardín de unos 300 metros cuadrados y el remanso que supone para los residentes para exigir que se proteja. En cambio, la cooperativa que promueve la edificación, Empriu, opone que el balance final no deparará una pérdida de zonas verdes, sino justo lo contrario. Destaca que se extenderán 1.600 metros cuadrados de vegetación a un lado y otro del inmueble, de cuatro plantas, con pisos que se arrendarán a unas 500 euros -menos de la mitad del actual precio medio en la ciudad- y anexos a Can Batlló, pendiente de transformarse en un parque de 47.000 metros cuadrados.
Los críticos creen que existe margen para llegar a un acuerdo con el Ayuntamiento y la cooperativa para salvar el jardín, plantado en 1961. Plantean dos opciones: o que el bloque recule cuatro metros para ubicarlo en una parcela desierta de Can Batlló o juntarlo con otro proyecto inmobiliario pendiente para levantar una torre de 10 plantas en la esquina con la Gran Via.
Los vecinos movilizados por evitar la tala expusieron sus propuestas este jueves a técnicos de urbanismo del consistorio y con responsables del distrito de Sants-Montjuïc. “Dicen que, a nivel técnico, tienen sentido, la ven viable y tiene razón de ser, pero deben estudiarla, analizarla y valorarla con la parte política”, afirma Pau Domingo, miembro de la plataforma Mossèn Amadeu Oller.
Pérdida de valor
En cambio, Empriu piensa que la protesta del grupo vecinal tiene a ver con que el bloque se levantará delante de otros que han disfrutado de una vista despejada hasta ahora. Según interpreta la cooperativa, los propietarios temen una hipotética pérdida de valor de sus domicilios. La entidad no ve opción a modificar el planeamiento para blindar el jardín a estas alturas y sin demorar las obras. La construcción está condicionada a que concluya antes de junio de 2026 para obtener una subvención de los fondos Next Generation.
“No es solo que suponga perder ayudas, sino que la ciudad no se puede permitir que se retrasen proyectos de vivienda social en que las cuotas estarán muy por debajo de la media”, argumenta Empriu. A su vez, blande que uno de los últimos cambios del plan de Can Batlló tardó seis años en cursarse. Lo cita como prueba de que un cambio para salvaguardar el parque se alargaría y obligaría a posponer la edificación.
En cambio, la plataforma responde que el Ayuntamiento les garantiza que no se tardaría tanto. Cree que los trámites podrían reducirse a seis meses o un año como mucho. “Si nos coordinamos y trabajamos juntos, se puede encontrar una propuesta de consenso que dé viabilidad al proyecto del edificio y preservar el espacio del jardín, que creemos imprescindible”, postula Domingo.
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