Sorpresa en el túnel

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Gal·la Vila Matamala

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Correus es una de las estaciones 'fantasma' de Barcelona que quedaron en el olvido una vez inoperativa. Ahora los viajeros de la L4 del metro más observadores pueden constatar cómo ha mejorado tras una rehabilitación este verano.

Muy degradada y pasto de los grafiteros era como se encontraba la antigua parada de la línea 4 desde 1972, cuando dejó de utilizarse después de las obras para alargar la amarilla hacia La Pau. Después de la ampliación, se consideró que se podía prescindir de ella debido a su cercanía con Barceloneta y Jaume I y los fieles pasajeros del tramo han podido apreciar desde las ventanillas del suburbano como a la estación se la han ido comiendo los ácaros del polvo, hasta este verano.

Cincuenta y un años después de las últimas reformas de gran magnitud, Correus ha recibido un necesario lavado de cara durante las obras de la L4 realizadas este agosto, confirman portavoces de Transports Metropolitans de Barcelona (TMB). La actuación que ha cortado la línea tenía otros objetivos pero se ha aprovechado para los trabajos de mejora en Correos, no para reabrir esta singular parada, sino para preservar los elementos que la hacen patrimonio de la ciudad.

Algunos de los viajeros, como el divulgador y tuitero David Martínez Herrada, ya se han dado cuenta al pasar por la estación desierta. En este vídeo ralentizado puede apreciarse la sustitución de las antiguas baldosas de dudoso color en las paredes y de la instalación de protecciones de metacrilato sobre los anuncios 'vintage', la propaganda electoral y los carteles de la misma estación.

Visita a la estación 'fantasma' del metro de Correos

Visita a la estación 'fantasma' del metro de Correos. / periodico

Las reliquias de Correus

Como explicaba al detalle este reportaje de EL PERIÓDICO tras visitar la estación fantasma, Correus fue inaugurada en 1934 y funcionó durante 38 años, hasta el 20 de marzo de 1972. Su nombre lo recibe por su cercanía al edificio de Correos, concretamente bajo la Vía Laietana, ante la calle Àngel Baixeras y la plaza Antonio López. El día de su clausura sus paredes estaban empapeladas con anunciantes como las marcas Danone (con el eslogan "lo más natural del mundo"), Muebles Aturias ("compre y ahorrará en la organización de las grandes facilidades de pago"), El Regulador ("joyería, relojería, platería") y políticos como Eduardo Tarragona, quien reclamaba el voto de los ciudadanos de Barcelona para ser concejal.

Los mismos carteles y propagandas siguen viendo pasar millones de pasajeros durante décadas. Han sido testigo de la evolución de la industria de la moda, el cambio de los libros por 'smart phones' en las manos de los pasajeros y la transformación hacia una ciudad globalizada y moderna. Eso sí, cada día con una capa más de moho que dificultaba descifrar aquellos mensajes de antaño.