Modelo de ciudad

El renacimiento de Can Ricart: de naves textiles de Poblenou a lofts del 22@

Barcelona desatasca al fin la urbanización del interior de Can Ricart

El 22@ reclama más facilidades para impulsar la zona norte y generar 60.000 nuevos puestos de trabajo

can ricart

can ricart / Carlos Márquez Daniel

Carlos Márquez Daniel

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Si un terreno de este tamaño estuviera en el corazón del Eixample, a diario saldrían notícias o historias sobre su proceso de transformación. Pero esto es el 22@ norte, en Sant Martí, una zona en la que las distancias son muy largas y las cosas pasan más despacio. Calles con un edificio de cristal oscuro recién inaugurado conviven con un solar cochambroso; edificios centenarios tienen al otro lado de la acera un 'coworking' naturalizado que ha aprovechado una estructura metálica sel siglo pasado. En este ordenado caos urbanístico es donde se encuentra Can Ricart, que ocupa el equivalente a cuatro manzanas de Cerdà. Tras más de dos décadas de debate sobre sus usos, parece que la parte privada va ultimando su forma mientras que la pública se toma las cosas con más calma, aunque, tal y como les avanzó este diario hace un par de días, parece que finalmente se desatasca la urbanización de las calles y zonas públicas del complejo. Entre los que ya han puesto dinero está una promotora que se ha especializado en edificios protegidos que requieren de intervenciones peculiares para poder sacarlos al mercado, como la Casa Burés. Buenaventura, se llama la empresa, y suya es la firma de la recuperación de cuatro naves de ladrillo y cubierta de hierro que se convertirán en 25 vistosos lofts. Al frente del proyecto, el arquitecto y urbanista Daniel Mòdol, que tiene a bien darse una vuelta por el lugar con este diario.

Imagen virtual del interior de uno de los futuros lofts de Can Ricart

Imagen virtual del interior de uno de los futuros lofts de Can Ricart / Bonavista

Las naves gozan del máximo nivel de protección arquitectónica, cosa que ya de por sí es todo un reto constructivo porque además de convertir en lugares habitables espacios pensados para el proceso de tratamiento de tejidos, también hay que mantener la estructura, o en caso de tener que cambiarla para adaptarla a la nueva normativa, reproducirla hasta el último detalle. Es lo que sucederá, por ejemplo, con la estructura metálica superior. No así con los muros, que en su mayor parte mantendrán el ladrillo original.

Desde 520.000 euros

Son cuatro las naves rediseñadas por Mòdol. El nombre quizás les suene porque este arquitecto fue concejal del Ayuntamiento de Barcelona en el mandato 2015-2019 y fue, durante un par de años, el responsable de la cartera de Arquitectura, Patrimonio y Paisaje Urbano. Serán, en total, 25 viviendas de entre 60 y 180 metros cuadrados, con precios desde 520.000 euros que llegan a escalar por encima del millón. Ya se están comercializando y cerca de la mitad ya tienen comprador. "El primer reto -relata Mòdol- fue entender dónde estamos y que, en el fondo, este es un proyecto de rehabilitación que tiene que irse adaptando a los elementos que vamos encontrando". La descontaminación de los suelos o los trabajos arqueológicos, por ejemplo, han ido moldeando el plan inicial. Si no hay contratiempo, los residentes podrán entrar a sus nuevos hogares dentro de un año.

La cubierta metálica de las viejas naves de Can Ricart

La cubierta metálica de las viejas naves de Can Ricart / Carlos Márquez Daniel

Todo empezó hará unos tres años. Propuestas, maquetas, dibujos, permisos. "El proceso no ha sido nada sencillo, pero creo que como arquitecto hay pocas cosas más satisfactorias que poder hacerse cargo de una pieza única como esta", señala Mòdol, convencido de que, a día de hoy, "no hay en Barcelona ningún otro edificio como este que permita una proyecto similar". Las cuatro naves se levantaron a mitad del siglo XIX, cuando Can Ricart, sostiene Mòdol, "era una de las fábricas más importantes, no solo de España, también de Europa".

Presión vecinal

Poco le faltó a estas naves para terminar bajo la piqueta. En 2006, la antigua propiedad estuvo a punto de perpetrar el derribo. De manera legal, pues tenía licencia. La presión vecinal consiguió que la Generalitat terminara declarando el conjunto fabril bien de interés nacional, la máxima protección arquitectónica posible, equivalente al que tiene, por ejemplo, la Sagrada Família.

Imagen virtual del exterior de una de las naves que ahora están en plena rehabilitación

Imagen virtual del exterior de una de las naves que ahora están en plena rehabilitación / Bonavista

Mòdol, sin embargo, lamenta que las naves de titularidad pública, las que conforman el corazón de la antigua fábrica de Can Ricart, presenten un aspecto tan deplorable. "No tiene sentido proteger un edificio histórico para luego desentenderse", manifiesto, con cierto malestar ante el parón que acumula todo el conjunto, que debería albergar el Campus de les Arts de la Universitat de Barcelona. El ayuntamiento cedió esos 6.800 m2 a la UB en 2015, pero todavía no se ha encontrado el dinero para asumir la obra. Mientras eso no sucede, advierten desde la asociación de vecinos del Poblenou, las naves se van deteriorando. Con la duda sobre si no han alcanzado ya el punto de no retorno. O sea, la ruina total.