22@ norte
Barcelona desatasca al fin la urbanización del interior de Can Ricart
Los promotores privados pagarán casi el 100% de la obra, mientras que la nave central de la fábrica, de propiedad pública, languidece a la espera de la inversión que permita levantar el Campus de les Arts de la UB
El 22@ reclama más facilidades para impulsar la zona norte y generar 60.000 nuevos puestos de trabajo
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
Carlos Márquez Daniel
Can Ricart es, probablemente, la mejor demostración del potencial que tiene la zona norte del 22@. Ocupa, sumando la antigua fábrica Frigo, el espacio de cuatro manzanas del Eixample y en su interior se están levantando edificios de oficinas, un hotel, viviendas y una residencia de estudiantes, una inversión privada que ronda los 400 millones de euros. También está planificado un nuevo campus de la Universitat de Barcelona, un proyecto que acumula polvo en un cajón desde 2015. Cuando todo lo que está previsto esté operativo, se calcula que a diario residiràn o trabajarán aquí cerca de 10.000 personas. Un pequeño barrio, para que luego digan que Barcelona no tiene margen de crecimiento. Como tal, también precisa de calles y plazas, y eso es lo que por fin se ha desbloqueado después de que la comisión de gobierno municipal haya aprobado el proyecto de urbanización del interior del antiguo recinto fabril, con un presupuesto de casi 13 millones de euros (más IVA) que saldrán casi todo del bolsillo de los promotores privados.
Que las calles dejen de ser ríos de arena, casquetes y polvo ya es de por sí un logro. Pero hay otro elemento importante: la urbanización lleva asida la entrada de los servicios de luz, agua y gas en algunas de las obras ahora en marcha, como la residencia de estudiantes o las naves de 1850 que se convertirán en 25 lofts, proyectos que tienen prevista su finalización para mediados de 2024 y que no podrían ocuparse si antes no se ha llevado a cabo esta transformación, concretamente, en la calle de Emilia Coranty, que atraviesa el recinto desde la calle de Perú hasta la de Marroc.
Una calle sin vida
Esta vía tiene el nombre aprobado desde el 2009, pero jamás ha ejercido como tal porque ha permanecido parcialmente cerrada a la espera de que se desarrolle todo lo previsto en la modificación del plan general metropolitano que se aprobó a principios de siglo, es decir, hace más de 20 años, aunque fue modificado a partir de 2005, gracias a la presión de las plataformas de vecinos, para proteger los edificios históricos.
Durante la campaña electoral de las municipales del 28M, el entonces candidato Jaume Collboni puso varias veces el 22@ norte como ejemplo de zonas prioritarias en materia de desarrollo urbanístico y económico. Tanto desde el punto de vista público como privado. Pero los hechos, en el caso de Can Ricart, se están encadenando de una manera un tanto desigual, con las empresas sacando la chequera para levantar sus proyectos y con la Administración avanzando a un ritmo, por decirlo suavemente, muy inferior. Salva Clarós, miembro de la junta de la asociación de vecinos del Poblenou, considera una "muy buena noticia" la urbanización, pero lamenta que se esté "tardando tanto en recuperar las naves centrales e históricas de Can Ricart", abandonadas en 2005. Se refiere al proyecto de Campus de les Arts de la Universitat de Barcelona (UB).
Lingua Món, descartado
En 2015, el Ayuntamiento de Barcelona cedió a la UB todos los recintos calificados de equipamiento y que formaban parte del conjunto fabril. La cosa, sin embargo, traía miga, pues desde que en 2005 la lucha vecinal lograra salvar las naves de la piqueta, siempre ha sobrevolado en el ambiente la misma pregunta: ¿pero qué hacemos con todo esto? En 2009, la arquitecta Benedetta Tagliabue presentó un proyecto para albergar en este enclave la Casa de les Llengües, dependiente del Departament de Cultura. Fue un encargo del tripartito presidido por Pasqual Maragall, tenía un coste de 18 millones de euros y en 2011, con la galopante crisis y los recurrentes recortes, y ya con Artur Mas en el Govern, la propuesta se descartó de manera elegante. Queda en 'stand by', se dijo...
En 2012, el consistorio ofreció el recinto al Ministerio de Fomento para que instalara en Can Ricart la sede del Museo Nacional de Arquitectura y Urbanismo. Tampoco hubo suerte. La pantalla actual sigue siendo la de 2015, musculada en 2019 con la firma de un acuerdo en el que participaron todas las universidades públicas y privadas que tienen algo que ver con el fomento de las artes. Era como el llaüt en el que iban Pujol, Maragall y Samaranch cuando tocó promocionar los juegos del 92, pero con una diferenia importante: aquí el dinero no estaba ni está asegurado. Y ahí siguen las cosas, reprocha Clarós, que advierte del grave deterioro de las naves protegidas de la antigua fábrica, levantada a mitad del siglo XIX.
Sin dinero
La esperanzan eran los fondos europeos, y ahí sigue la cosa. Un portavoz de la UB explica a este diario que la situación no ha variado, es decir, que todavía no se ha encontrado la financiación necesaria para convertir Can Ricart en el epicentro de la formación artística de Catalunya, repartida ahora por todo el territorio, tanto la oferta pública como la privada. Clarós lamenta que los otros dos grandes recintos fabriles de Barcelona, Fabra i Coats (Sant Andreu) y Can Batlló (Sants-Montjuïc) sí se hayan recuperado mientras el del Poblenou, "con un peso histórico quizás superior", "presente un aspecto tan penoso".
"Hubo un tiempo -señala el representante vecinal- en el que el ayuntamiento avanzaba el dinero para construir escuelas. Creo que ahora podría hacerse lo mismo, ni que sea para empezar la obra y rehabilitar las naves antes de que se derrumben". Noble proposición, pero el gobierno de Collboni no se plantea por ahora acometer semejante empresa. "Nuestro clamor es que se intervenga ya, pero en cualquier caso, que se empiece con la urbanización es positivo", resume Clarós. Lo que sí podría hacer el ayuntamiento es recuperar las naves centrales (una superficie cercana a los 7.000 m2), puesto que en la cesión firmada en 2015 se daba a la UB cinco años de margen para rehabilitar el conjunto. Salta a la vista que, ocho años después, no ha sucedido, con lo que el consistorio, si quisiera, podría hacer tabula rasa y empezar de cero.
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