Patrimonio desaprovechado

La Foneria de Canons de la Rambla, encallada tres años después de su fallida privatización

La Generalitat admite que no tiene aún planes para el inmueble, tres años después que Quim Torra anunciara un concurso para adjudicarlo

La Foneria de Canons, en el número 2 de la Rambla de Barcelona, en 2021

La Foneria de Canons, en el número 2 de la Rambla de Barcelona, en 2021 / Ricard Cugat

Meritxell M. Pauné

Meritxell M. Pauné

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El renacer de Foneria de Canons ni llega ni avanza. El viejo caserón ocupa el número 2 de la Rambla de Barcelona y preside justamente el tramo por el que ha empezado la reforma del paseo este otoño. El trajín de las obras contrasta con la parálisis del inmueble del siglo XVII, propiedad de la Generalitat y vacío desde hace 19 años. La conselleria de Cultura admite que no tiene planes para él, tres años después del último intento fallido.

En marzo de 2020 el entonces president Quim Torra sorprendió al Ayuntamiento de Barcelona e incluso al propio Govern de la Generalitat con el anuncio de un concurso público para privatizar la Foneria. El plan era que una empresa pagara la rehabilitación a cambio de explotar un proyecto cultural indeterminado en este espacio durante un largo periodo. Diez días después de aquella rueda de prensa de Torra empezó el confinamiento por la Covid y la idea -que no había gustado ni a consistorio ni a vecinos- quedó en un cajón del que no ha vuelto a salir.

Consultada por EL PERIODICO, la conselleria de Cultura afirma que el destino de este bien catalogado está en fase de “conceptualización”. “Estamos trabajando qué proyecto puede ir aquí, una vez tengamos definida cuál es la mejor opción se deberá aterrizar y calendarizar”, apuntan portavoces del departamento, que lidera actualmente Natalia Garriga (ERC). “No hay nada que explicar todavía, cuando llegue el momento lo explicaremos”, insisten.

Sí confirman, no obstante, el movimiento interno que hace un año enterró los planes de externalización. La Dirección General de Patrimonio de la conselleria de Economia traspasó el edificio a Cultura para que ésta pudiera hacerse cargo de futuros usos de forma directa. “La pelota está sobre nuestro tejado”, reconocen las mismas fuentes. Antes del cambio de manos Patrimonio realizó pequeñas obras preventivas para evitar que se degradara la finca, que tiene 5 pisos y 3.311 m2 de superficie construida.

El gobierno Colau reclama consenso

La demora no es del agrado del Ayuntamiento de Barcelona, que querría desencallar la Foneria de mutuo acuerdo. “Hemos visto que han vaciado el inmueble de trastos, pero no sabemos qué quiere hacer la consellería”, lamenta el concejal de Ciutat Vella, Jordi Rabassa (BComú). Reclama “una propuesta cultural con dimensión de ciudad y que se adapte a los barrios Gòtic y Raval” para resucitar la antigua fábrica de artillería, que a partir de la derrota de 1714 perdió el uso militar y se dedicó a fabricar campanas regias como la Tomassa y la Honorata de la Catedral.

“No vale una propuesta que replique el Ars Santa Mònica que está enfrente, que habrá que replantear también”, se anticipa Rabassa. “En cualquier caso –insiste–, la conselleria no puede ir por libre y sin tener en cuenta el proceso participativo que se hizo para la reforma de la Rambla, en el que participaron cientos de vecinos y que incluye una mesa de cultura”. Es más, le gustaría que la propuesta que finalmente tenga el Govern para la Foneria se discuta en este foro participativo antes de ponerla en marcha.

Patrimonio maltratado

El imponente exterior neoclásico de la Foneria contrasta con su maltrecho interior. Ha tenido muchos usos y ha pasado por muchas manos, así que las culpas están muy repartidas. Después de dos siglos modelando cañones y campanas, en 1844 lo compró Manuel Girona y lo convirtió en la sede del primer banco privado español, el Banco de Barcelona, lo que dio nombre al pasaje que hay justo detrás. Quebró la entidad y el Estado se quedó el local.

Durante el franquismo fue farmacia militar, juzgado castrense y vivienda para familias del Ejército. En 2003 la Generalitat se lo compró a Defensa y han existido conversaciones infructuosas para que pasara a manos del consistorio. Entre los proyectos que han sonado desde entonces están el Instituto Europeo del Mediterráneo y el ambulatorio del Gòtic, ambos finalmente asignados a otras dependencias.