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CosmoCaixa estrena Micràrium, un viaje alucinante

El Museo de la Ciencia de Barcelona inaugura un nuevo espacio permanente tal vez único en el mundo sobre el mundo de lo microscópico

Carles Cols

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Estrena CosmoCaixa Micràrium, un nuevo espacio expositivo, más de 300 metros cuadrados, unas dimensiones de tamaño sideral si se tiene en cuenta que lo que ahí se exhibirá de forma permanente es lo diminuto, todo aquello que el ojo humano es incapaz de ver si no es a través de un microscopio. Bacterias en equilibrio en la punta de alfiler, las fibras de celulosa que tejen un billete de 20 euros, el moho de esa naranja que se nos ha estropeado en el frutero, las endiabladas patas de un piojo, tan perfectamente adaptadas para el cabello liso, mucho menos para el rizado, ¡tardígrados!, con su aspecto de gominola y, sin embargo, invencibles supermanes del reino animal… Se podría decir que CosmoCaixa estrena su particular circo de las pulgas, pero no es así, porque a diferencia de aquel número de feria ambulante, pura fantasía, aquí sí hay, bajo las ópticas de microscopios de toda especie, lo que se promete, un nuevo mundo. Esto es, con permiso de Raquel Welch, un viaje alucinante.

El nombre, Micràrium, no debe inducir a equívocos. Es el mundo de lo microscópico, sí, pero mostrado a lo grande. CosmoCaixa, en constante e interesante renovación de un tiempo a esta parte, regresa a aquellos orígenes en los que el visitante tenía que manipular para descubrir. El bosque inundado es aún la instalación estrella del museo, de acuerdo, pero ese trono, porque se trata de un espacio de simple contemplación, está cada vez más reclamado por otros lugares de este centro cultural y científico. El globo terráqueo gigante e interactivo de mitad de la sala principal, por ejemplo, es una hipnótica maravilla que merece la pena no perderse, y en otoño vendrá para quedarse nada menos que un mamut siberiano con todos sus huesos, otra joya.

Dos visitantes manipulan el globo terráqueo interactivo, una parada indispensable en toda visita a CosmoCaixa.

Dos visitantes manipulan el globo terráqueo interactivo, una parada indispensable en toda visita a CosmoCaixa. / ZOWY VOETEN

A esa disputa se suma ahora Micràrium, donde lo fácil habría sido mostrar, como si fuera una galería de arte, fotografías a tamaño gigante del mundo de lo diminuto como las que es capaz de tomar el biólogo Rubén Duro, asesor científico esencial de este nuevo espacio. Lo que CosmoCaixa propone es organizar expediciones con grupos de un máximo de 30 personas que, guiadas por un especialista (hay que felicitarles por su entrega y pasión) invitaran a acercar el ojo al microscopio con la misma emoción con la que en 1590 lo hizo el fabricante de lentes Zacharias Janssen, padre del invento. Debió quedarse estupefacto. La estupefacción continúa.

Es, hecha la prueba durante la presentación del Micràrium, lo dicho en el título, un viaje alucinante. 1966 (permitan ustedes una digresión) fue el año en que Raquel Welch se convirtió en un mito. Su nombre aparecía en los carteles de dos películas de aquellas que marcan infancias, ‘Hace un millón de años’, un film que sostenía que dinosaurios y bikinis fueron contemporáneos (para evitar malentendidos, las dos sucintas piezas las vestía ella, no un diplodocus) y, he aquí la cuestión, ‘Viaje alucinante’, una aventura en la que un equipo de científicos y un submarino son miniaturizados a tamaño microscópico para salvar la vida de un científico. Con fines médicos, se meten literalmente en el torrente sanguíneo de un científico en coma interpretado por el actor Jean del Val, que cabe suponer que pudo presumir los últimos nueve años de su vida de que Raquel Welch estuvo literalmente en su corazón.

Cartel de 'Viaje alucinante'.

Cartel de 'Viaje alucinante'. /

No hay en Micràrium expediciones por el sistema circulatorio (quién sabe si en el futuro…), pero CosmoCaixa, cual agencia de viajes con destino a lo diminuto, oferta desde ahora cuatro viajes de gran interés que ha bautizado con sugerentes nombres: Kosmos, Frontera, Evolución 1, Evolución 2. El nombre lo concede lo que se observa. En el primer laboratorio es posible meterse de lleno en el mundo mineral, incluso extraterrestre, pues tienen a disposición del público hasta preciosos fragmentos de meteoritos. Pero lo interesante es traerse muestras de casa. Mejor aún, de la playa. Un puñadito de arena puede deparar grandes sorpresas. Si es de una playa auténtica aparecerán ahí, entre los granos de todos los colores, minúsculos fósiles unicelulares. Si es de las de Barcelona, vaya usted a saber.

Un educador de CosmoCaixa guía a un grupo de visitantes en la excursión a lo diminuto.

Un educador de CosmoCaixa guía a un grupo de visitantes en la excursión a lo diminuto. / ZOWY VOETEN

El espacio Frontera no desmerece el anterior. Invita a examinar a escala microscópica los materiales artificiales, un píxel de la pantalla del teléfono, un velcro, un algodón de Gucci, aunque sea solo para confirmar que no es muy distinto del de unas bragas de mercadillo ambulante…

Pero nada permite a uno estar preparado para lo que supone la inmersión en los dos espacios de la evolución. Poner bajo las lupas del microscopio una gota de agua sacada del bosque inundado se convierte de repente en un de ‘show’ de Truman de nematodos y protozoos ciliados que realizan sus funciones vitales sin ser conscientes de que son vistos en ese mismo instante por seres gigantescos. Decir que es la repera es quedarse corto.

La imagen del microscopio captada desde la cámara fotográfica, con el laboratorio al fondo.

La imagen del microscopio captada desde la cámara fotográfica, con el laboratorio al fondo. / Zowy Voeten

Lo bueno de Micràrium (una excelente propuesta para viajar esta Semana Santa sin salir de Barcelona) es que no es un paquete turístico cerrado, en el que las visitas las decide el guía. Poner la propia piel bajo el microscopio es casi obligado, pero en toda visita escolar, que las habrá, seguro que hay algún rapaz con una herida en la rodilla o en codo, y una oportunidad así no habrá que desaprovecharla.

Asegura la dirección de CosmoCaixa que no hay en toda Europa un espacio como este. Puede que, por sus característica, sea incluso único en el mundo. Es, simple y llanamente, alucinante.

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