En el corazón de Barcelona

El Gòtic mantiene un 25% de comercio cerrado y alerta sobre la calle de Ferran

Tras dos años de pandemia, la estratégica vía que conecta Sant Jaume con la Rambla suma unas 25 persianas bajadas, una invasión de grafitos y falta de mantenimiento

Empresarios del eje reclaman mejoras y filtros que eviten la continua irrupción de tiendas enfocadas solo al turismo

Negocios cerrados en la calle de Ferran, en el Gòtic, dos años después del inicio de la pandemia.

Negocios cerrados en la calle de Ferran, en el Gòtic, dos años después del inicio de la pandemia. / ZOWY VOETEN

Patricia Castán

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Mientras Barcelona se enfoca hacia la normalidad y la reactivación económica, algunos elementos en forma de persianas bajadas se empeñan en recordar el impacto de la pandemia sobre la actividad comercial. Pueden verse aún en toda su crudeza en la decadente calle de Ferran, que pese a haber ido recuperando algo de pulso, mantenía esta semana un total de 25 negocios cerrados, entre bares, un par de hoteles y un repertorio de tiendas. No simboliza la situación general del Gòtic, donde a lo largo y ancho del barrio más comercial de la ciudad conviven calles en situación de casi normalidad (como Portal de 'Àngel) con otras todavía muy mermadas de actividad. La asociación Barna Centre calcula, tras sondear algunas de sus calles integradas, que en la actualidad están operativos entre un 70 y 75% de los negocios del barrio.

Como ya es sabido, los barrios no céntricos soportaron mucho mejor el golpe del coronavirus que el epicentro de Barcelona, donde se evidenció brutalmente la dependencia del turismo, desaparecido durante muchos meses. Tras la sexta ola, estas semanas los visitantes vuelven a recorrer el Gòtic, el Born y parte del Eixample, pero los empresarios o los nuevos emprendedores son cautos antes de atreverse a resucitar locales. Son ya demasiadas olas y expectativas frustradas.

Preocupación de Barna Centre

En calles como Portaferrissa también hay algunos negocios cerrados en busca de operador. Y no faltan carteles de alquiler en cualquier calle de poco tránsito. Sin embargo, la posición estratégica de Ferran, que une la Rambla con la plaza de Sant Jaume, choca con el panorama desolador que aún ofrecen varios de sus tramos. Y la situación se prolonga al otro lado de la plaza, con una decena de cierres en Jaume I y un panorama similar.

La presidenta de Barna Centre, Teresa Llordés, no oculta su preocupación. "Está costando mucho salir de la crisis, pero además hemos perdido una oportunidad para hacer mejor las cosas e intentar atraer el comercio que necesitamos, singular y que despierte interés, ahora que tanta gente hace las compras desde su ordenador", argumenta. Sabe que es una misión complicada, pero reivindica una mayor implicación de los propietarios de bajos comerciales, para que no alquilen al mejor postor (cuya propuesta se suele enfocar al monocultivo y los artículos para viajeros) y no expulsen al que da identidad al barrio con subidas de las rentas", agrega. Cree que ha llegado el momento de dejar de explotar el Gòtic como "una mina de oro" y tomar conciencia de que cada paso mal dado le acabará quitando valor.

Persianas bajadas en la calle de Ferran.

Persianas bajadas en la calle de Ferran. / ZOWY VOETEN

Llordés invita al ayuntamiento a replantearse qué quiere del centro de Barcelona, y a invertir en rehabilitación, en "limpieza en profundidad", civismo, iluminación, reordenación "del caos de cableado de telefonía en sus fachadas" y un largo etcétera.

Desde la renqueante Ferran, los afectados envían a la asociación en concreto sus quejas por la falta de mantenimiento, por la invasión de grafitos (desde las persianas a los portales de viviendas y las puertas de garajes), por las meadas en sus esquinas y entradas, por el estado de alguna papelera... Pero también por las aparentes incongruencias en la oferta comercial, dado que el consistorio vetó la apertura de nuevos negocios de suvenires, aunque no dejan de abrirse propuestas en esa dirección, acaso haciendo trampas sobre el epígrafe de la oferta. En lugar de moda, las únicas prendas visibles son camisetas de equipos deportivos o con referencias a la ciudad. Por no hablar del 'boom' en el barrio, y en el vial en concreto, de las carcasas para móviles. Otra estampa que duele es la fachada de la antigua farmacia de La Estrella (dicen que el local se acaba de alquilar), castigada por meses de clausura.

Más dejadez que antes

La presidenta de la calle, Ángela Calvet, observa consternada la paulatina degradación del vial, que ya venía de antes de la pandemia pero que ahora se ha agravado visiblemente. "Llevo muchísimos años aquí, hemos tenido épocas mejores y peores, pero nunca había visto tanta dejadez. Como no hay apenas vecinos, esto está olvidado", se lamenta, reivindicando un diseño que haga justicia a su emplazamiento y haga lucir todo su potencial e historia.

Su reflexión es que la decrepitud actual desincentiva la llegada de negocios con valor añadido. En la misma medida en que los negocios turísticos (recuerdos, cervecerías, turrones y demás) desmotivan a un barcelonés para recorrerla por la falta de interés comercial ciudadano, más allá de algunos históricos de bolsos y un par más de ejemplos. Se crea pues un bucle del que es difícil salir y que tiene otra variable determinante: el precio de los alquileres.

Según ha comprobado este diario, los numerosos locales anunciados en Idealista se han moderado algo, pero todavía parten de los 5.500 euros mensuales (por un pub irlandés con apenas un centenar de metros cuadrados en la planta principal), hasta los 19.000 por un espacio de 400 metros cuadrados. Por en medio, un abanico de opciones en muchos casos de dos dígitos, que implican que el metro cuadrado llega a cotizar a 112 euros (el caso de un local esquinero por 18.000 euros de renta por 160 metros cuadrados). Esa barrera de precios, en contraste con la actual baja forma de la calle, genera rechazo en muchos inversores de primeras marcas o franquicias.

Otros operadores en activo insisten en la "falta de civismo" y ausencia de control de estas actitudes. Un histórico de la calle, que ha llegado a plantearse dejar Ferran, recuerda que en cuanto anochece aparecen los lateros (y otros trapicheos) como complemento a la oferta de copas de la misma calle y de la Rambla. Mención aparte merecen los desencuentros entre paseantes y 'riders' que la recorren con comida para repartir.

La gran incógnita es si con los datos sanitarios bajo control, la eclosión de negocios de cualquier índole pueda ser súbita en cuestión de semanas.

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