Patrimonio local
Barcelona busca frenar el cierre de tiendas emblemáticas tras perder un 14% en 5 años
La ciudad podría beneficiarse de la proposición de ley presentada por el grupo parlamentario del PSC-Units para que ningún comercio emblemático cambie de manos o actividad sin notificarlo previamente
El tesón de algunos de los establecimientos con más solera de la ciudad suma premios, por preservar la identidad comercial local
Patricia Castán
Periodista
Periodista en El Periódico de Catalunya desde 1996. Ha ejercido de redactora y jefa de sección en Gran Barcelona. Especializada en los ámbitos de economía local, comercio, turismo, vivienda, ocio, gastronomía y tendencias urbanas.
Patricia Castán
Cada cierre de una tienda histórica desgarra un poco el mapa del comercio barcelonés, atacando a esa identidad que marca la diferencia entre ciudades cada vez más globalizadas. El Catálogo de Protección del Patrimonio Arquitectónico, Histórico-Artístico y Paisajístico de Establecimientos Emblemáticos de Barcelona de 2016 incluyó finalmente 209, de los que 29 (un 14%) han cerrado desde entonces, según el último recuento municipal. Las herramientas de la administración se quedan cortas y las bajas a menudo son detectadas solo por los medios de comunicación. Por ello, el PSC de Barcelona, al timón del área municipal de Comercio, ha trabajado con el grupo parlamentario del PSC-Units para que presentasen el pasado mes una proposición de modificación de ley que obligue a los titulares de estos a notificar bajas, cambios de titularidad o actividad de cara evitar los hechos consumados y favorecer su preservación.
El Ayuntamiento de Barcelona aguarda el desenlace de una anterior iniciativa para proteger la actividad como bien inmaterial, y no solo el patrimonio tangible, lo que evitaría que un establecimiento cierre y aunque el siguiente operador mantenga su estética protegida tenga un uso totalmente disonante. Mientras tanto, ha optado por dicha propuesta de modificación de la ley 9/1993 del Patrimoni Cultural Català. La concejala de Comercio, Montse Ballarín, cree que la introducción de dos artículos que obligan no solo a la conservación de los bienes sino a la información de su transmisión con tres meses de antelación, así como las sanciones en caso contrario, pueden ser determinantes para que el ayuntamiento "tenga conocimiento a tiempo" y pueda llegar a evitar el cierre o ayudar a buscar un relevo.
Goteo de bajas... y alicientes
La casi treintena de bajas de tiendas consideradas emblemáticas --de las que este diario ha ido informando estos 6 años-- se suma a otras muchas de carácter histórico por su arraigo o actividad continuada, pero que a falta de elementos de interés patrimonial tras sucesivas reformas carecen de protección. Su presencia, no obstante, es que lo que otorga un carácter singular a barrios o ejes comerciales.
Para que estos comercios no solo sean noticia cuando baja una persiana, tanto la administración como las propias entidades del sector premian su resistencia y capacidad de adaptación. Hace unas semanas Barcelona Comerç galardonó como mejor comercio histórico premió a la Impremta Baltasar 1861 de Sant Andreu, que con la friolera de 171 años se ha convertido en la más antigua de Catalunya. Tiene el mérito de haber preservado un oficio ligado a la cultura sin perder comba en las nuevas tecnologías.
Jordi Bosch, quinta generación, milita en la filosofía del "esfuerzo y la mentalidad de tirar siempre hacia adelante". La saga ha convivido con guerras, revoluciones, huelgas generales y crisis económicas, así que la pandemia no les ha hecho tambalearse. "Un virus no nos va a tumbar", bromea en la tienda y taller que regenta con su madre Mercè y una pequeña plantilla. Diversificarse, desde el particular a las empresas, desde las tarjetas de visita a la cartelería, y estar al día en todos los avances de las artes gráficas parecen sus fórmulas de eternidad.
También hay reconocimientos para quienes resucitan patrimonio evitando hecatombes. El premio a la mejor tienda fue para la pastelería Brunells, de 1852, que ya había cerrado y estaba en alquiler cuando tres socios, Joan Guasch, Salvador Sans y Lluis Estrada, "con cierto romanticismo sobre el mundo de la pastelería" apostaron por tratar de mantener su esencia (visible en la parte de tienda) y de aportar algo más al negocio, tanto en el producto --tradicional pero actualizado-- como en un espacio más moderno de degustación. La ubicación despunta en una esquina del Born y también su valentía, al reabrir en plena pandemia, en 2020.
Otro veterano, Santa Eulalia, como tienda multimarca de lujo y sastrería en el paseo de Gràcia, se llevó hace poco el Premio Nacional al Comercio Interior 2021 que otorga el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo. El establecimiento, que suma siete generaciones de comerciantes (cuatro de ellas de la familia Sans), no solo cumplirá 179 años en plena forma, sino que durante la crisis sanitaria ha hecho de la digitalización un mejor aliado.
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