efectos de la pandemia

Cientos de negocios mantendrán la persiana bajada en el Gòtic de Barcelona

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Patricia Castán

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La apertura de fronteras y conexiones aéreas, sumadas a la reactivación de una quinta parte de la planta hotelera de Barcelona llevaron a muchos a creer que el centro comercial de la ciudad iría resucitando al avanzar el verano. Pero lejos de mejorar, la situación de este tejido económico empeora por momentos en la medida en que aumentan los rebrotes locales y las nuevas restricciones. Se cuentan por cientos las persianas bajadas en las calles del barrio Gòtic, sin previsión de reapertura de momento y con creciente presencia de carteles que anuncian alquileres o traspasos disponibles, sin demanda. Solamente la calle de Ferran y Jaume I, que cruzan desde la Rambla hasta la Via Laietana suman unos 40 cierres, temporales o definitivos.

Un ejemplo del momento de crisis que vive la zona es que incluso una ubicación tan destacada como la de la histórica camisería Xancó, cerrada ya el pasado invierno en el número 74 de la Rambla, sigue anunciada por 11.000 euros mensuales en los portales inmobiliarios.  En ese tramo de precios hay diversidad de establecimientos ofertados en algunas de las calles más cotizadas del Gòtic. "Muchos propietarios no están queriendo renegociar alquileres y los arrendatarios no pueden soportar meses sin apenas ingresos", cuentan fuentes de Barna Centre, el eje comercial más concurrido de la ciudad y el más afectado ahora por la drástica pérdida de turistas a causa de la pandemia.

Una ruta por sus calles evidencia la increíble transformación de la red comercial del barrio. A estas alturas es imposible conocer cuántos establecimientos están en barbecho, inactivos a la espera de que vuelva el turismo pero tratando de minimizar sus gastos fijos. Otros muchos ya han tirado la toalla por no poder asumir las rentas tras meses sin facturar. En la zona abundan establecimientos de muy variadas dimensiones (de 50 a 500 metros metros cuadrados), y también de distinta cotización, pero son muchos los ahora disponibles por los que se piden entre 7.000 y 15.000 euros al mes. Es común que coticen a entre 40 y 100 euros el metro cuadrado por mes.

Paula, la propietaria del negocio All Sin, de chocolates y delicatessen dulces en la calle de Ferran, casi llora de impotencia cuando narra a este diario su situación. Paga 7.500 euros al mes por 80 metros cuadrados desde el 2018. "No somos una multinacional, solo una pareja con un sueño que conseguimos sacar adelante con mucho trabajo y cariño. El negocio era un éxito, pero ha sido imposible estar cuatro meses sin ingresos y con esta renta", relata, segura de que "solo podrán sobrevivir los antiguos que tengan contratos de muchos años o los que renegocien su alquiler". "Estoy vencida", dice tras pedir en vano ajustes e intentar ganar un mes más de moratoria. Si se marcha, la deuda devorará los cuatro meses de fianza que depositó, amén de un alto traspaso y una gran inversión para renovar el local. Pero no ve otra salida.

"Es imposible estar cuatro meses sin ingresos No podemos pagar 7.500 € al mes por 80 metros cuadrados», dice una vendedora

Fuentes del sector inmobiliario apuntan que hay propietarios (desde socimis a particulares) que han preferido ajustar alquileres unos meses a sabiendas de que los negocios estaban a cero, con el compromiso de volver a la normalidad cuando se pueda; otros han renegociado condiciones ante la duda de que la situación se prolongue. Pero en algunos casos, hay empresas que prefieren tener los locales vacíos con la confianza de que cuando todo pase incluso podrán aumentar o actualizar arrendamientos.

Triste recuento

Este diario contabilizó la pasada semana una docena de cierres en Jaume I (incluido un hotel, varias tiendas y bares); 27 en Ferran; una decena en Comtal; otro tanto en Santa Anna; la misma cifra en Petritxol; varias persianas echadas en Cucurulla, Boters, Canuda... La Rambla mantiene cerrada casi el 40% de su oferta. Incluso en la mismísima Portaferrisa había al menos nueve y en el Portal de l'Àngel, tres. Y eso que estas últimas son las únicas que mantienen una afluencia mediana de compradores, esta vez esencialmente autóctonos y de rebajas. Porque el resto de la ruta por ese epicentro ofrece sobre todo un reguero de pequeñas tiendas sin apenas visitantes, que pone de relieve también la hiperespecialización turística de un barrio que cada vez visita menos el público barcelonés.

El drama se revive en el vecino Born, o incluso en un terreno menos turístico como es la Rambla Catalunya, hasta el punto de que en muchos casos ya no es viable recuperar el dinero de un traspaso y se ofertan sin este peaje, y aún con todo sin que surja demanda. 

Algunas empresas volverán en cuanto puedan. Como en el caso del Grupo Degusplus, que ha optado por cerrar un tiempo uno de sus dos pubs irlandeses en Ferran y mantener el otro, más viable por su terraza. También han echado el candado este verano a su restaurante de la calle de Heures ante la escasa afluencia. Esperarán con paciencia a que la situación remonte en primavera. Un lujo que se pueden permitir tras haber podio llegar a acuerdos con los propietarios y acceder a créditos ICO.

Revés a un modelo comercial inflado por el 'boom' turístico

Que el Portal de l’Àngel tenga alquileres récord  como  zona prime comercial es un hecho hace décadas. Pero casos como la calle Ferran (sin compradores locales) se cimentan en la pura eclosión turística. «Los precios se habían disparado en la segunda línea y  sin ventas no se pueden sostener», opina Rubén Costán, responsable de Gramar, uno de las inmobiliarias especializadas, que vaticina que el otoño traerá más cierres, cuando muchos comprueben que la caída de facturación no se compensa ni con alquileres reajustados. Por contra, destaca que en los barrios los locales con rentas razonables todavía tienen salida, porque hay más dinamismo en estos momentos.

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