ÉRASE UNA VEZ EN... LA DRETA DE L'EIXAMPLE (63)

El último 'bitter' de Puig Antich

Agustina Cardete estaba en el bar Funicular cuando el anarquista fue detenido por la policía tras un tiroteo que no ha olvidado

BARCELONA REPORTAJE  PERSONAJE: AGUSTINA  BAR FUNICULAR CARRER CONSELL DE CENT 374 SEÑORA QUE ESTABA CUANDO SALVADOR PUIG ANTICH ESTABA ALLI Y HUBO EL TIROTEO CON LA POLICIA  FOTO MARTI FRADERA

BARCELONA REPORTAJE PERSONAJE: AGUSTINA BAR FUNICULAR CARRER CONSELL DE CENT 374 SEÑORA QUE ESTABA CUANDO SALVADOR PUIG ANTICH ESTABA ALLI Y HUBO EL TIROTEO CON LA POLICIA FOTO MARTI FRADERA / Martí Fradera

Toni Sust

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Esta es la versión de Agustina Cardete Royuela (Zafrilla, Cuenca, 1936): «Yo estaba aquí. Era la hora en que los niños salen del colegio. Vino (Salvador) Puig Antich con uno que era jorobado y tomaron un refresco. Un Bitter Kas y una naranjada. Puig Antich tomó Bitter Kas. Los dos estuvieron en la barra. Al poco rato, veo que salen corriendo. Les esperaba la policía secreta. Se ve que habían cogido a alguno y había cantado que se encontrarían aquí. Salieron corriendo, tiraron para abajo, luego para arriba, en la portería de al lado, subieron al terrado: por allí no podían salir y tuvieron que bajar. Aquí fue dónde mataron al policía. Cuando escucho el tiroteo, me asusto y me agacho. Ay, mis hijos».

Han pasado 47 años y nueve meses desde que, el 25 de septiembre de 1973, se produjo la detención de los anarquistas Salvador Puig Antich y Xavier Garriga, miembros del Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), en la confluencia de Consell de Cent y Girona, en plena derecha del Eixample. En el tiroteo murió el joven subinspector Francisco Anguas. Agustina estaba ese día en el bar Funicular, como siempre desde 1950. Y allí sigue, con 85 años.

El caso es confuso, todavía hoy. Otras versiones apuntan a que Puig Antich no llegó a entrar en el bar, que quizá quien tomó el bitter era un policía de paisano, y el de la naranjada, Santi Soler, detenido días atrás. Por él supo la policía que había una cita con Garriga en el bar. Agustina se reafirma en su versión.

Ildefons Cerdà y la burguesía

El barrio es la derecha del Eixample, porque estaba a la derecha de Balmes cuando el tren que pasaba por aquella calle la separaba de la izquierda del Eixample. Del barrio se conoce bien el pasado: Ildefons Cerdà, la nueva Barcelona que puebla la burguesía, alguna fábrica. Un barrio que un día asiste a cómo el franquismo detiene a jóvenes que quieren tumbar al régimen y oculta pruebas, y así les carga un muerto, un policía, que quizá no era suyo. Pero ahora nos interesa la historia de Agustina.

Agustina Cardete Royuela nació en Zafrilla, Cuenca, en 1936. La mayor de nueve hermanos, a los 14 años vino a Barcelona por sugerencia de una familiar. «Vine sola. En el mercado, una bacaladera dijo que en el Funicular la propietaria, una italiana, buscaba a una chica. Y aquí se me quedaron». La señora italiana, Ana Maria Filomeno Lagatto, viuda, llamó Funicular al bar por la tarantella Funiculí, funiculá, que a su vez aludía a un funicular que subía al Vesubio. Encima del bar había dos habitaciones. En una dormía la señora y en la otra, Agustina. «Fue una madre para mí. Hacíamos cubiertos de seis o 10 pesetas. Para llegar Yo ganaba 25 duros al mes (125 pesetas, 0,75 euros). No se ganaba dinero pero no se pagaban tantos impuestos». La señora se volvió a casar y después Agustina se casó con uno de los hijos del esposo, que se convirtió en suegro.

Del barrio dice: «La gente se conocía más. El bar era muy familiar. Venía la gente a utilizar el teléfono». Agustina se casó en 1957. Tuvo dos hijos, Ana (61) y Juanjo (55). Su marido murió en 1970, cuando los niños eran pequeños.

Y llegó el día. Ana, 13 años, iba a las Escolapias de Llúria. Fue a buscar a su hermano, de 6, a los Jesuïtes de Casp. Agustina temía que se toparan con el tiroteo, pero cuando llegaron todo había acabado: «Vi que en seguida sacaban al policía en brazos. Ya iba muerto. En la portería, en medio del tiroteo, había una abuelita asustada. Hubo muchos tiros».

Las hermanas de Puig Antich visitaron varias veces el bar. Dice que le explicaron que cuando ETA mató a Carrero Blanco, el joven decía: «Ahora no me salva nadie». ¿Cree que el anarquista mató al policía? «Creo que no, que se equivocaron. En seguida se llevaron al señor a enterrarlo a Sevilla. Puig Antich dijo que no lo había matado y yo le creo». La duda se vio reforzada por el libro Salvador Puig Antich, cas obert, del periodista Jordi Panyella, que revela que se ocultaron pruebas. Una, clave: el policía muerto recibió cinco disparos. El anarquista solo efectuó tres.

Todo indica que sin pretenderlo otro agente disparó a Anguas, que tenía 23 años, dos menos que Puig Antich cuando le dieron garrote vil, en marzo de 1974. «Durante un tiempo vino una chica, que ponía flores en la portería. Era la novia del policía». Agustina no fue al cine a ver Salvador. El director, Manuel Huerga, le regaló una copia: «La vi pero no quise acabarla. Me da yuyu el garrote vil». 

Cuatro años más

La titular del bar es la hija, Ana, que prevé jubilarse a los 65. Es decir, al Funicular le quedan cuatro años. Cuando se casó, Agustina se fue a vivir a Consell de Cent entre Bailén y paseo de Sant Joan, enfrente de la sede de EL PERIÓDICO. Su marido cerraba más tarde para esperar a los periodistas que salían de noche. Otra pequeña historia que se acaba, porque la sede del diario, abierta en 1994, dejará de acogerlo esta semana. Agustina seguirá aquí.  

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