Efectos de la pandemia

"El Born es una discoteca al aire libre"

Cientos de personas se reúnen durante el fin de semana en el paseo del Born, Lluís Companys y su entorno para tomar copas y socializar pese a las restricciones sanitarias

El sábado la Guardia Urbana impuso 13 multas, disolvió momentáneamente a 300 personas a manguerazos aunque las fiestas callejeras se reproducen pasados unos minutos en otras calles

Los restauradores de los bares sirven sin cesar bebidas alcohólicas para llevar en vasos de café, para disimular el consumo

Ambiente en el paseo del Born, tras ser regado por la Guardia Urbana como medida disuasoria.

Ambiente en el paseo del Born, tras ser regado por la Guardia Urbana como medida disuasoria. / Manu Mitru

Elisenda Colell

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

"Esto es una discoteca al aire libre", resume cabizbajo uno de los veinte agentes de la Guardia Urbana que este fin de semana trataba de dispersar a más de un centenar de personas que se reunían para tomar alcohol en el paseo del Born de Barcelona. La escena recuerda a la vida anterior a la pandemia. Jóvenes charlando, bailando y tomando alcohol en plena calle. "Necesitamos socializar", justifican muchos de los presentes. Los bares de la zona no dan abasto. "Entiendo que los vecinos se quejen pero necesitamos trabajar y no incumplimos la normativa: está permitido vender para llevar y es justamente lo que hacemos", responde también otro restaurador.

El sol y el calor ha vuelto este fin de semana Barcelona, llenando muchas terrazas, bares y locales de la capital. A las cinco de la tarde los restauradores han tenido que bajar la persiana. Pero la gente no tenía ganas de marcharse para casa. Un ejemplo lo ha ilustrado el paseo de Lluís Companys. Poco antes de las siete de la tarde del sábado cientos de jóvenes ocupaban la vía. Algunos tomaban alcohol en pequeños grupos. Otros bailaban y tocaban la guitarra. Es el caso de Diana Palafolls, una joven que bailaba salsa y bachata en plena calle al son de un potente altavoz. "¿Que si me preocupa estar aquí e infectarme? Bueno, solo hay que verme la cara. Claramente no", respondía. Efectivamente, llevaba la mascarilla por la barbilla.

"El Born es una discoteca al aire libre"

Concentración de jóvenes para tomar copas en el Born, este sábado. / Elisenda Colell

"Hemos venido con un grupo de amigos y esto ya parece un concierto. Es que no nos podemos quedar en casa", explica la chica. Le rodean una veintena de personas atraídas por la música y probablemente el alcohol. Varias furgonetas de los Mossos se apostaban en la zona, esperando una convocatoria de manifestación contra la sentencia de Pablo Hasel. "Me ha extrañado porque no nos dicen nada. Solo que no nos bajemos la mascarilla", decía con una sonrisa. A las nueve de la noche el paseo seguía lleno de gente.

En el paseo del Born se contaban por decenas las personas charlando, riendo y bebiendo alcohol. "Hacemos lo que podemos con los agentes que somos, pero parar la fiesta no la pararemos. Solo logramos que se vayan dispersando a otras calles", relataba un urbano que llevaba desde las cuatro de la tarde del sábado avisando a los presentes de que no podían beber en la calle y debían ponerse la mascarilla. "Nos faltan manos, es evidente", señalaba. Poco antes, a las siete de la tarde la Guardia Urbana irrumpía a manguerazos contra el suelo.

Muchas ganas de fiesta

"Si te digo que no estamos haciendo caja te mentiría. Últimamente los fines de semana se llenan de gente. Tienen unas ganas de fiesta que es inasumible", explicaba Martín detrás de la barra de uno de los bares del paseo del Born. Se pasaba la tarde sirviendo cervezas, copas de vino, gintónics y otros cócteles. "Parece que nosotros tengamos la culpa pero lo único que queremos es trabajar. Ojalá pudiéramos tener clientes en los bares, en las discotecas... ya verías como las calles se vaciarían", se defendía.

Los restauradores, de hecho, no incumplen ninguna restricción. Ellos pueden servir comida y bebida para llevar hasta las diez de la noche. Muchos dan a sus clientes vasos de café que dentro esconden bebidas alcohólicas. Uno de ellos es Marcos, un profesor de FP 35 años que se toma un gintónic en un vaso que parece el de un capuchino. "Yo vi las imágenes del Born la semana pasada y les dije a mis amigos: 'tenemos que ir allí'. Y aquí estamos", responde sonriente señalando a su grupo. "He pasado varias cuarentenas, he vivido un año duro y necesito socializar, hablar con gente...", justifica el ingeniero.

Jose y Estefanía, de 38 y 34 años justificaban su presencia por la misma razón. "Si podemos salir a trabajar también podemos salir a tomar una copa en la calle ¿no?", argumentaban. Recordaban, además, que en otras ciudades como Madrid los bares permanecen abiertos hasta el toque de queda. "Es que nos están mareando y me he cansado de sentirme como una marioneta", asumía él. Un motivo similar es el que argumentaba Omry, un arquitecto de 35 años que también vive en Barcelona. Él bebía una botella de vino junto a otro amigo en la calle de Allada-Vermell, donde se reunían más de 50 personas tomando alcohol. "Vengo varios días aquí. Si no ya me habría vuelto loco", confesaba. A las ocho y media de la noche un furgón de la urbana irrumpía en el lugar. Los presentes se movieron, pero sin irse. "Nos hemos cansado del confinamiento", respondía otro treintañero, vaso en mano y en dirección a otra callejuela del Ciutat Vella.

Este domingo, las ganas de fiesta no cesaron. Más de un centenar de personas seguían bebiendo alcohol en el paseo del Born, y en algunos casos restregándose al son del reggaetón. A las siete de la tarde, un fuerte dispositivo policial ha encapsulado a los fiesteros, que han huido en avalancha por la calle Calders. Esta vez, la fiesta se disipó y eran pocos los que seguían bebiendo frente a los agentes de la guardia urbana.

Domingo de botellón en el Born

Manu Mitru

"¿Qué motivo de peso le ha llevado a estar hoy en Barcelona siendo usted de la Ametlla del Vallès (Vallès Oriental)?" Esta ha sido la pregunta de un urbano a un joven que no mantenía las distancias de seguridad y seguía bebiendo en la calle este domingo pese a la intervención policial. El chico se ha quedado mudo. Probablemente algún día le llegue una sanción que puede ascender hasta los 3.000 euros. Él ya ha dicho que no la piensa recorrer.

Suscríbete para seguir leyendo