EN BARCELONA

Los últimos de las viviendas de La Escocesa

Una decena de personas malvive todavía en los pisos de la histórica nave industrial del Poblenou, propiedad municipal, apuntalados y en una situación crítica

Denuncian que las alternativas que les ofrece el ayuntamiento son una quimera: "Me dicen que me busque un piso y que ellos me ayudarán a pagarlo, pero nadie me alquila nada".

Una de las últimas vecinas de La Escocesa, este jueves.

Una de las últimas vecinas de La Escocesa, este jueves. / RICARD CUGAT

Helena López

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Valerian se despide de la que hasta hace pocos días fue su vecina de manera afectuosa con un "adiós, vecina". Él, su mujer y su niña hace días que ya no viven en las viviendas de La Escocesa. Fueron realojados por el ayuntamiento -propietario de los terrenos- en un apartamento en el paseo de Colom; pero este jueves se ha acercado hasta la plaza de Huertas Claveria para arropar a su exvecina junto a sus compañeros de Ens Plantem, la asamblea vecinal gracias a la que Valerian y otros 16 adultos y 13 niños que vivían en la histórica fábrica de la calle de Pere IV, apuntalada y declarada en ruinas, han sido realojados. Pese a la presión vecinal, hay 10 personas que todavía siguen viviendo en los pisos de la vieja fábrica, para los que no se ha encontrado alternativa.

La movilización coincide con la cita de la mujer en los servicios sociales del Poblenou para intentar encontrar una solución. Tras una hora de reunión, la mujer baja igual que subió, quizá peor. "Lo único que me ofrecen es que me busque un piso yo, y que ellos me ayudarán a pagarlo, pero ya he ido a ver 15 apartamentos y con una sola nómina pequeña y sin aval nadie me alquila", se desahoga desesperada. "No quiero que me regalen nada, solo pido un piso social que pueda alcanzar a pagar", añade impotente. "No solo no nos ofrecen nada, sino que ni siquiera han parado las obras que nos están torturando. Es inhumano que nos tengan así. Somos personas", señala la joven, víctima de violencia machista, por lo que prefiere no dar su nombre.

Un hombre coloca un muñeco en uno de los balcones de La Escocesa.

Un hombre coloca un muñeco en uno de los balcones de La Escocesa. / RICARD CUGAT

La situación en las viviendas empeoró radicalmente cuando empezaron las obras en el solar de al lado, en el corazón del 22@, hace un año. La mujer explica que cuando excavan la casa tiembla. "Es un riesgo seguir allí, pero no tengo dónde ir. Pedimos al ayuntamiento que las parara mientras queden vecinos, pero ni eso", prosigue la mujer, quien trabaja de noche en un sociosanitario, donde gana mil euros, nómina insuficiente para optar sola a un piso de renta libre. "Yo no estoy aquí por gusto", repite la mujer, quien no tiene otra red más allá de los jóvenes de Ens Plantem. "Me operaron de una rodilla, salió mal, y nadie asumió responsabilidades. Me tendría que volver a operar, pero no puedo permitirme coger otra vez la baja y perder el trabajo", relata en la calle. Es lo mismo que le acaba de explicar a la trabajadora social, quien le insiste en que no puede ofrecerle nada más que la ayuda al alquiler (de un piso que no tiene). La mujer, quien también está pendiente de que le den cita en el SARA -el servicio específico para mujeres maltratadas- llegó a La Escocesa hace tres años después de perder un trabajo y por la falta de alternativas, como el resto de vecinos del espacio todavía ocupado. "Al principio, cuando nos dijeron que nos teníamos que marchar porque esto se caía, desde el ayuntamiento se comprometieron a que nos iban a realojar a todos en apartamentos turísticos vacíos -añade cansada-, pero al final a las personas que no tenemos hijos no nos realojan".

Muñecos en los balcones

Otra de las personas que todavía vive en La Escocesa -donde han puesto muñecos en los balcones para que nadie se olvide de su presencia- es Radouan, un hombre de 33 años que hace tres que vive aquí. La solución que le ofrecen es la misma que a la de su aún vecina. Que se busque algo y le ayudarán a pagarlo. "Nos echan de la que es nuestra casa, no paran las obras que nos la están destrozando y nos dicen que nos busquemos la vida nosotros", resume la situación el hombre, quien, como su vecina, subraya que qué más le gustaría que encontrar algo, pero que, sin un trabajo estable, es imposible. El joven de origen marroquí llegó a Barcelona con 17 años y desde entonces ha trabajado de casi todo, sobre todo en la restauración, sector que actualmente está como está.

Durante la concentración en la puerta de los servicios sociales del Poblenou, Carlota, hiperactiva activista vecinal y social, aprovecha para fichar a Radouan y a otro amigo para colaborar en la Xarxa d'Aliments del Poblenou, propuesta que los jóvenes aceptan encantados.

Desde Ens Plantem advierten que se seguirán movilizando hasta que todo el mundo sea realojado en una vivienda digna. Todos entienden que ya no se puede vivir allí, pero nadie que el ayuntamiento deje a personas en la calle en plena pandemia.

Fuentes municipales responden que "han trabajado intensamente para encontrar una solución a las unidades familiares y de convivencia que residían en La Escocesa, estudiando caso por caso y buscando soluciones según las circunstancias de cada núcleo". Todas las familias con menores ya han sido realojadas y hay otros seis adultos a los que sí se ha encontrado una solución pendiente de realojo. Sobre los otros 10, el consistorio se enroca en responder que "no han aceptado el acompañamiento que se les ofrecía" y que siguen con la mano tendida.

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